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Doncaster, Inglaterra.

Julio 19, 2002.

El menor de los niños corría mientras sujetaba su armazón junto a la corona, su cuerpo era muy pequeño para aquéllos accesorios.

"¡El dragón!" Gritó el castaño mientras protegía a su amigo con la capa y corrían de un gran tobogán rojo que se encontraba totalmente inmóvil y simulaba ser un furioso reptil que escupía fuego.

Los dos niños cayeron exhaustos bajo su fuerte barra castillo hecho por el padre de Louis con sus maderas pintadas de un lindo color azul chillón, sus espaldas quedaron juntas y lo único que se unía al silencio eran sus agitadas respiraciones.

"Lou, el dragón se ha ido. El reino está a salvo." Chocaron los cinco mientras la felicidad les sobresalía por los poros.

"¡Lo logramos!" Chilló el ojiazul.

Los dos pequeños se abrazaron, festejando la buena acción del día. La hora de la siesta se hizo presente, luego tendrían más tiempo para jugar pero esta era la parte más divertida, según Harry.

Acomodaron los almohadones y el primero en recostarse para el gran merecido descanso fue Louis que palmeó su pecho para que su amigo se recostara sobre él.

"Duerme bien, Lou." Una última sonrisa se vio por parte del de orbes verdes y luego los dos procedieron a tomar una hermosa siesta de esas que tanto anhelaban.

Las vacaciones de verano eran el tiempo favorito para estos dos mejores amigos ya que se la podían pasar el día entero juntos sin ninguna interrupción, excepto por la parte en la que caía la noche y ellos debían separarse.

"¡Niños, la merienda está servida!" Anunció la carismática Jay, asomándose por la puerta balcón del patio. Los príncipes, ante el llamado de su aldesa, corrieron sin decir más y de un salto llegaron a sus respectivos bancos en la barra del desayunador.

Ninguno habló durante la comida, la leche estaba demasiado rica como para omitir opinión alguna sobre algo.

Apenas eran las cinco y media, la tarde todavía era larga y había mucho tiempo para divertirse.

"¡A los caballos!" Ordenó Louis.

"He olvidado mi bicicleta en casa, Lou." Un puchero amaneció en los labios del rizado y su amigo palmeó su hombro.

"¡Pues sube al mío!" Harry cruzó sus brazos un poco más arriba de su barriga mientras fruncía el ceño y con el, sus labios, en forma de protesta. "¿Qué sucede?"

Preguntó el castaño. Sin importarle su bicicleta, la arrojó al suelo.

"No soy una damisela para que me andes cargando." Se quejó y blanqueó sus ojos, agobiado por la situación. Louis no pudo evitar sonreír al ver las expresiones faciales en el rostro de su pequeño amigo y acompañado de ello, vino una carcajada. Bastante bonita, por cierto. Sonaba como una melodía de ángeles, la persona que fuera la causa de las risas de Louis, era completamente privilegiada porque no todos podían hacer reír a ese pequeño de siete años para nada modesto.

"Pero eres más pequeño que yo." Informó.

"¡Louis!" Gritó enojado y corrió hasta su fuerte, Louis siempre solía hacer comentarios como ese sólo por la estatura de Harry o por tener apenas cinco años. El castaño le siguió el paso pero no apresurado, sabía que la casa en el árbol no se movería de allí a menos que el árbol cobrara vida y dejara de ser tan aburrido. Eso sería cool, pensó Louis.

Life (Larry Stylinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora