Helenka Radionova fue hija de un viejo matrimonio que sirvió toda su vida a la familia Nikiforov. Ella nació cuando sus padres tenían una edad avanzada, quedó huérfana siendo una adolescente, pero gracias a la gentileza de Ayshane Nikiforova pudo permanecer en las mismas habitaciones que ellos ocupaban a las afueras de la mansión y pronto tomó el lugar de su madre como sirvienta y luego como ama de llaves. Estuvo presente el día que la joven señora parió a sus hijos, así como en la boda de éstos y en la muerte de la dama, quien siempre fue amable con ella. Vio a los señoritos Alexander y Galina crecer y formar su propia familia, así como la disputa que surgió entre ambos por el marido de la menor, conflicto que separo a dos jóvenes que en su infancia se quisieron tanto y nunca pudieron reconciliarse por el prematuro deceso de la mujer durante el parto. El señor Alexander murió en vida, se dedicó al trabajo e ignoró todo lo relacionado a su esposa e hijos, poco le importaba la preferencia de ésta hacia el menor de los mellizos y el maltrato hacia el mayor, todo por parecerse a la difunta señora Dudakova –antaño señorita Nikiforova–.
Misha y Sacha eran dos niños totalmente opuestos, el primero heredó el cabello rubio de su abuela y la misma sonrisa acorazonada que ésta y su difunta tía compartían –un rasgo muy particular que sólo unos cuantos miembros de la dinastía presentaban–; él segundo era una copia de su progenitora, tenía el mismo cabello chino y castaño, pero los ojos, igual a los de su hermano, eran de un hermoso color azul parecido al mar, ojos nobles que, según las historias contadas de generación a generación, pertenecieron a Catalina La grande,* pero ahí donde la mirada del primogénito era amable y bondadosa, la del menor era dura, sin pizca de entusiasmo. Malcriado por la señora Evegenia, el chico creció para ser un cretino resentido, todo porque no sería la siguiente cabeza de la familia por nacer tres minutos después que su hermano y eso lo frustraba. Helenka casi podía jurar que lo odiaba, cosa incomprensible. A sus ojos el pequeño rubio era un ser extraordinario, gentil y amoroso, siempre la ayudaba con las bolsas de las compras, cuidaba de las flores con el jardinero y ayudaba al cocinero... Le gustaba pasar tiempo con gente sencilla, sin alcurnia, quizá porque nadie de su edad tenía su misma sensibilidad para ver más allá de la superficie. Era una buena persona y eso le costó la vida.
Meses después de heredar el imperio Nikiforov un ataque terrorista sacudió Moscú, dejando grandes estragos. La gente muerta fue mucha, pero el ama de llaves –de sesenta años–, el resto del personal en la mansión y en las empresas familiares sólo pudieron pensar en la partida del señorito Misha, a quien querían por su sencillez, era uno de esos seres humanos tan especiales que seguramente estaría mejor en el cielo. Su fallecimiento fue una tragedia, todo por estar en el lugar y hora equivocados, ayudando a una vieja amiga de la universidad a cerrar un trato.
Días después Sacha tomó posesión del puesto de su hermano y empezó una serie de reformas en todos los aspectos, que si bien, aumentaron su capital, perjudicó a todos los demás. Con la finalidad de ser tan rico como Gilgamesh formó alianza con la familia Kuznetsov –familia emparentada con tres de los gobernantes rusos del último siglo–, quienes encantados le ofrecieron a la menor de sus hijas como esposa trofeo. De esa manera Milenka Kuznetsova, de dieciocho años, se mudó a la mansión dónde se dedicó a ser el dolor de cabeza de todos. Ella era una chica preciosa, de cabello platinado y cuerpo perfecto, amante de las reuniones sociales y los lujos, voluntariosa y caprichosa hasta lo indecible, acostumbrada a ser obedecida por todos como si se tratara de una zarina, pero por encima de todo eso, era una mala persona. La frase "no tiene corazón" bien pudo ser creada en su honor, por lo que resultó ser la pareja perfecta para el actual señor Nikiforov, a quien detestaba.
Por lo tanto, era increíble que esa niña-mujer hubiera traído al mundo al señorito Viktor, quien era un jovencito torpe, olvidadizo y soñador, pero tan amable como su tío y bisabuela –a los que nunca conocería desgraciadamente–, un niño inocente al que amó incondicionalmente desde la primera vez que lo sostuvo en sus ya cansados brazos, un ángel nacido de dos sujetos egoístas y crueles que nunca se preocuparon por él, a no ser que con ello molestasen al contrario. Él quería criarlo para ser un buen heredero, ella para contrariarlo autorizó que empezará a patinar, siempre y cuando fuera campeón. No obstante, conforme pasaban los años y el chiquillo no cumplía las expectativas de sus padres, éstos se olvidaron casi por completo de él, el patriarca quiso tener otro hijo pero la mujer, temiendo verse gorda de nuevo, se negó y las peleas subieron poco a poco de nivel, discusiones donde siempre salía a relucir el imperfecto retoño creado por ambos.
Por eso la anciana se alegró al verlo tan entusiasmado con el patinaje, pero se alarmó al saber la causa de semejante reacción, pero se dijo así misma que estaba senil, esa admiración cesaría pronto y pasó por alto el encandilamiento de su Vitenka hacia el japonés. Sin embargo, cuando su niño cumplió dieciséis y mostró signos de un corazón roto por un desconocido, supo que la fascinación hacia el patinador mayor se tornaba en algo peligroso, pero el peliplata empezó a salir con la señorita Anya –una arribista de quinta– y pudo tranquilizarse. Pronto descubrió que las raíces del azabache en el corazón del pequeño ruso eran profundas y estaban bien arraigadas, no sólo era admiración, sino cariño real y deseo –esto último lo descubrió accidentalmente al entrar sin tocar a la habitación del menor, dónde lo halló en sus prácticas personales con el nombre "Yuuri" en sus labios–, entonces la angustia no la dejó dormir. Ser marica era una de las peores cosas que el destino pudo prepararle al heredero de Sacha Nikofrov. No sólo porque estaban en Rusia dónde esas mañas eran castigadas, sino que al ser de alta cuna se esperaban grandes cosas de él. Aunque sus padres no tenían más esperanzas en él, aún podían casarlo y obtener una relación ventajosa... Si se enteraban de las preferencias de éste las represalias serían escalofriantes; tal vez estar bien posicionado le ahorraría ir a la cárcel, pero ninguna de las familias –conservadoras y devotas creyentes– permitiría eso, lo recluirían en uno de los centros donde el maltrato físico era considerado un excelente tratamiento para erradicar aquellos males del cuerpo; en otro escenario, igual de horrible, una celda en el loquero lo aguardaba. Era imperioso hacerlo volver al buen camino y ella la persona indicada para ello, pues a su entrenador casi no le hacía caso, a pesar de que era un buen hombre y le tenía cariño al joven.
La intención de la anciana era hablar y exponer las cosas claramente, pero ese día su Vittya regresó a casa emocionado tras leer en una revista que Yuuri Katsuki realizaría un quad axel en el Grand Prix Final –demás está decir que no entendió una palabra–, por lo que tenía que seguir esforzándose para algún día poder ser tan bueno como él; entonces lo vio, el brillo en esos ojos mar, la genuina felicidad que desprendían y no fue capaz de romper esa ilusión, eran tan pocas las veces en las que podía contemplar esa sincera sonrisa acorazonada, así que decidió darle una oportunidad al joven ése. Mientras veía al lado de Viktor una de las competencias clasificatorias, observó atentamente al participante, era guapo y desprendía confianza en el hielo, pero lo que captó su atención fue la forma en que trataba a otro chico más joven que él y de piel morena, quien aparentemente también competía en la prueba: la suave sonrisa y la amabilidad en su rostro le recordaron al señorito Misha y pensó que quizá, sólo quizá, aquel muchacho podría ser quien hiciera feliz a su niño...
Si tan sólo fuera mujer.
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Lo sé, lo sé. No era lo que se esperaba, pero se me hizo importante poner esto en el ficc. Prometo que en el siguiente Vittya al fin se topará con Yuuri en el hielo.
Gracias por sus lecturas y votos. Me hacen feliz.
Disculpen si hay algún error por ahí, no tuve tiempo de revisarlo, lo escribí de rápido y esto salió en una hora. Ya lo corregiré después.
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Living Legend (AU reverse)
FanfictionViktor Nikiforov conoció al amor de su vida a la tierna edad de nueve años. Sucedió de la forma más simple en que pudo ocurrir: por un programa de televisión.