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El miserable destino que se interponía en sus vidas, volvía a juntarlos de nuevo.
Lord Seymour se acercaba lentamente hacia ellos con una gran sonrisa.
Cuando el conde de Devonshire lo divisó le hizo un gesto con la mano y ambos caballeros se saludaron para luego ocupar sus respectivos asientos.

—Milady.—musitó el duque de Rutland depositando un beso en su mano enguantada.

—Lord Seymour.—alcanzó a responder, antes de que los hombres se insertaran en una conversación de negocios, ignorándola por completo. Al contrario de lo que muchos pensarían, ella lo agradeció en silencio.

Por lo menos de esa forma, no era necesario tener una incómoda conversación con el duque, acerca de lo que estuvo a punto de suceder la noche anterior.

¡Pero no sucedió!.. se dijo intentando aplacar el recuerdo indecoroso, que no la había abandonado durante todo el día.
Ella se había dejado llevar por sentimientos extraños y deseos incorrectos.
Había sido una insensata, pero ya no más. Desde ahora en adelante se centraría en buscar esposo y se apartaría del duque y de sus amigos, los libertinos más deseados de todo Londres.

Eso era lo mejor...

Rápidamente las doncellas sirvieron la cena y ella se dispuso a probar un poco del delicioso guiso, cuando advirtió un toque en su pierna.
Regresó a ver a sus acompañantes aleatoriamente, buscando al posible culpable, pero ambos lucían muy tranquilos.

Tal vez solo fue su imaginación pero...

Volvió a suceder, sin embargo esta vez supo de quien se trataba al instante.
La mano del duque reposaba en la falda de su vestido mientras él miraba al frente fingiendo conversar con Lady Boart y el hombre a su lado.

Caterina posó su mirada en Lord Seymour para que la soltara, pero el caballero no se detuvo, por el contrario empezó a repartir suaves caricias por su pierna.

Debía detenerlo sin causar un escándalo pero ¿cómo?

***

Esto estaba mal, el anillo que su madre le había regalado para su futura esposa, se había caído del bolsillo de su levita y deslizado hacia la falda de cierta debutante que fervientemente lo ignoraba.

Él debía ser cuidadoso, no quería ser grosero con la dama, pero tampoco se iba a permitir perder la posesión más valiosa que un hombre como él podía tener.

Lentamente llevó su mano a su vestido manteniendo su vista al frente para no levantar sospechas e intento agarrar el anillo. Para su mala suerte, la muchacha hambrienta se movió para alcanzar su plato y su intento fallo.

Con el rabillo del ojo observó que el anillo aún seguía en su vestido.—menos mal no cayó al piso.—se tranquilizó. Sólo necesitaba acercarse un poco más y lo alcanzaría.

Lord Seymour se apego a la debutante y continuó moviendo su mano hasta que logró alcanzar la joya.

Con una sonrisa la retiró justo a tiempo para escuchar la voz de su amigo preguntar.

—¿Se encuentra bien milady?.

Lady Murgot para su sorpresa lo miraba furiosa.

—Perfectamente, pero...—se acercó más al conde y le susurro algo.
Su amigo alzó una ceja y lo observo incrédulo.

—¿Está segura?.—escuchó que él preguntaba y la dama asentía.

¡Oh por favor no!

El conde de Devonshire lo miró divertido antes de ponerse de pie y cambiar de sitios con lady Murgot.

Cómplices del Destino (serie Londres de cabeza)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora