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—Deje de verme de esa forma.

—Como quiere que le vea entonces.—le espeto furiosa.—es un descarado y un cínico milord.—su mirada brillaba.—primero lo encontré con su amante y se atrevió a mirarme mientras me cambiaba, luego fue a mi casa y me obligó a entrar a una minúscula habitación para ocultarnos de mi hermano, pero en realidad creo que quería aprovecharse de mí como lo hizo esta noche. No sé que tipo de concepción tiene de mi persona, pero le puedo asegurar hoy y para siempre que no soy una mujer ligera de cascos, así que alejese de mí, yo no soy capaz de brindarle la diversión que usted busca.—sentencio levantando la barbilla.

—Como lo sabe.—la respuesta de Lord Seymour la dejo perpleja, él se aclaro la garganta y la miro.—lo único que deseo es que me perdone por todas mis faltas y nos llevemos bien.

—¿Llevarnos bien?.—exclamó incrédula, acaso ese hombre no entendía la palabra "alejarse" quizá debería regalarle un diccionario en su próximo cumpleaños.

—Sí.—murmuró.—hasta ahora solo posee una visión equivocada de mí.—ella lo miró confusa y él empezó a explicarse.—lo que pasó hoy fue un accidente,así como la mayoría de cosas que han estado ocurriendo desde que nos conocimos, nunca quise incomodarla, pero el anillo que me regaló mi madre cayó en su vestido e intente tomarlo sin pensar que las cosas resultarían de esta forma.—le mostró la joya y se la dio. Caterina la observó detenidamente mientras la sostenía en su mano.

—Es muy bonita.—comentó antes de devolversela. El duque la volvió a guardar en su levita.

—Es para mí futura esposa.—musitó.—es una joya familiar.

—¡Oh! Su esposa será una mujer muy afortunada.—comentó intentando sonar amable, pero ¡Válgame Dios que compadecía a la dama!.

Allan Seymour era apuesto sí, carismático también, tenía dinero.—eso ni dudarlo.—lograba encandilar a las jovencitas con solo mirarlas.—pues ella había sido participe de su encanto.—así que era un rotundo sí, pero en su contra podría enumerar una serie de razones por las que el duque no sería un buen esposo, comenzando por esa manía suya de llevar a una mujer al borde del colapso y ¡no!.—no se refería solo a aquella vez en la habitación del servicio.—sino a todas esas ocasiones en las que sus actos sobrepasaron el límite de lo correcto y para variar la involucraron a ella.

—No lo creo.—compuso como si leyera sus pensamientos.—Como habrá notado mi vida es una constante aventura, llena de problemas y malentendidos.

¡¿Qué si lo había notado?! Ella siempre estaba en primera fila.

—A algunas mujeres les gustan los problemas.—se encogió de hombros apretando los dientes.Le costaba reprimir todo lo que pensaba al respecto, pero armar un escándalo estaba lejos de ser la solución.

—Mencione a alguna.—retó.

Ella lo miro pensativa.

—Mis hermanas por ejemplo.—profirió recordando la desfachatez de las gemelas.—siempre se meten en problemas.

—¡Oh! se refiere a las adorables señoritas que me lanzaron esa sustancia pegajosa la primera vez que las conocí.

Caterina jadeo con horror.

—¿Siempre supo que fueron mis hermanas?.

El caballero asintió con "esa sonrisa".—una sonrisa a medias y cargada de ironía.—esa que tanto detestaba.

—¿Por qué no las acusó?

—Porque se meterían en problemas y aunque milady acaba de afirmar que sus hermanas son amantes de los problemas, creó que su reputación no opinaría lo mismo.—confesó y la dama sintió que el aire le volvía de golpe.
No las había delatado.—tal vez y solo tal vez.—no era un total canalla como ella pensaba.

Cómplices del Destino (serie Londres de cabeza)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora