—Deja de poner esa cara.—su madre musitó apretando los dientes, mientras esbozaba una elegante sonrisa frente al mayordomo del duque de Ruthland.
—Bienvenida milady.—compuso el hombre, dejándolas entrar y tomando sus abrigos.
Caterina contuvo una mueca de disgusto.—había sido vilmente engañada.—su madre era una embustera y sus planes sorprenderían al diablo en persona.
¡Quiso gritar a los cuatro vientos su inconformidad!, pero tuvo que contenerse y sonreir cuando divisó a la duquesa acercándose. No podía culpar a la dama de la desfachatez de su madre.
—¡Querida por fin llegaste!.—exclamó Lady Elizabeth abrazando con fuerza a su madre, la marquesa le devolvió el gesto con una radiante sonrisa.
—El placer es mío Beth.—la miró fijo.—hace tiempo que no nos veíamos.
—Desde que te casaste con Franck no he tenido noticias tuyas.—comentó la duquesa con picardía y su madre lanzó una risita nerviosa.
La joven las contempló sorprendida por su familiaridad.—esa familiaridad propia de las amigas.—algo extraño en su madre, quien solía rehusarse a entablar vínculos más allá de la simple convivencia.
Según veía la duquesa de Ruthland era más que solo una vieja conocida como la marquesa cínicamente había asegurado.
Incluso se atrevería a afirmar que su relación era de amistad o al menos lo fue en el pasado.—pero nunca lo confirmaría, al menos no de boca de su madre.—la marquesa nunca hablaba de su vida y lo poco que sabía era gracias a su padre.—Querida, te presento a mi hija.—los ojos grises de la duquesa se posaron en ella.—ahora entendía de dónde saco el duque su encanto, era obvio su madre era una mujer muy hermosa.—Caterina.—Bernadeth capto su atención,nombrando a la dama.—Lady Elizabeth, duquesa de Ruthland.
—Un gusto conocerla, excelencia.—compuso con la mejor de sus sonrisas.
Para satisfacción de Bernadeth, su hija no resultó ser un caso perdido después de todo, ahora solo tendría que jugar todas sus cartas para lograr su objetivo de casarla con cierto caballero que cuidadosamente había elegido.La duquesa la miró por unos segundos antes de fruncir el ceño.
—Llámame Beth, lo de "excelencia".—hizo un ademán restándole importancia.—dejalo para el servicio y los demás.
Caterina asintió sin querer contradecirla y junto a su madre siguieron a la dama al salón principal donde tomarían el té de la tarde.
Lady Elizabeth, era una mujer encantadora, siempre risueña y amable con una amplia gama de temas de conversación que distaban mucho de los usados por la damas de alta sociedad. Definitivamente la visita a la duquesa fue una gran idea.—aunque no lo admitiría en frente de su madre.—aún seguía molesta por como la engaño.
¡Cómo no! ¡Visita a la modista!
Estaba tan ensimismada en sus pensamientos que no reparó en la presencia del caballero hasta que lo tuvo parado en frente suyo.
—Milady.—compuso el duque tomando su mano y llevándosela a sus labios, mientras clavaba su oscura mirada en ella.
—Milord.—musitó estremeciéndose por el leve cosquilleo que se extendió por todo su cuerpo con solo verlo.
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Cómplices del Destino (serie Londres de cabeza)
Historical FictionFicción histórica En Londres de 1830 cuando las presentaciones de sociedad lo eran todo para una joven casadera, Caterina Murgot, hija de los marqueses de Somerset, se ve envuelta en un extraño incidente que interrumpe su presentación dejándola perp...