3. " Routine."

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“¿Lista para otro día en tu horrible trabajo?” preguntó Liam mientras bajábamos del coche, el sarcasmo era más que notable en su voz, le miré poniendo cara de ‘o te callas o te callo’, consiguiendo que comenzase a reír.

“Pensé que te alegraba que volviese a tener alguien en quien pensar” me miró de reojo elevando las cejas y desvié la mirada hacia otro lado negando con la cabeza.

No había quien le entendiese, primero se quejaba porque había estado el último año con una negativa rotunda respecto a los hombres pero ahora que había uno que realmente podía colarse en mi cabeza, no le parecía bien, ¿Quién entiende a los tíos?

Llegamos a la puerta y me paré antes de entrar, cerré los ojos unos segundos tratando de relajarme y que no se notase mi nerviosismo, ese era uno de los momentos en los que echaba de menos el tabaco, el hecho de poder simplemente deslizar un cigarrillo entre mis labios y relajarme en escasos segundos.

“Creo que es un poco mayor para ti” al fin Liam se decidió a decir algo al ver que yo no me movía de mi sitio.

Me giré para mirarle a la cara, estaba cruzado de brazos mirándome entrecerrando los ojos “¿Y desde cuándo la edad importa? Quiero decir” suspiré “Tiene veinticinco años, no cuarenta” me crucé de brazos como él, mirándole seria.

Bufó sonoramente comenzando a andar y pasando por delante de mí para abrir la puerta y adentrarse en el edificio.

“¡Oye!” entré corriendo detrás de él rápidamente hasta alcanzarle “No me gusta que me dejen hablando sola” me puse delante de él caminando hacia atrás rezando mentalmente por no caerme o eso iba a ser un tanto vergonzoso y sobre todo si él estaba allí, que estaba, eso lo tenía más que claro, básicamente porque era mi ‘jefe’ y si yo tenía que ir a trabajar, él iba a estar allí.

Saludamos a Mari, la recepcionista, era joven, unos veinte años, y bastante maja la verdad, en mis ratos libres solía bajar a hablar con ella y nos contábamos los cotilleos que pasaban por allí, en sólo dos semanas nos habíamos hecho bastante amigas, a ella también le traía loca Jack, aunque como para que no lo hiciese. Pasamos hacia dentro del local donde por cierto casi me caigo por tropezarme con el pie de un hombre que estaba allí haciendo pesas bien espatarrado.

“Sólo estoy tratando de hacer que entres en razón” paró de caminar dejando caer sus manos sobre mis hombros captando mi atención, levanté la cabeza para mirarle a los ojos “Es un buen tipo, de hecho es el mejor entrenador que he tenido pero…”

Le interrumpí “Pero me saca siete años” traté de imitar su ronca voz, rodé los ojos “¿Y a quién le importa?” bajé un poco el tono tratando de que no nos escuchase nadie “Liam” le miré fijamente “La vida sólo se vive una vez” sonreí besando su mejilla y salí pitando de allí escaleras arriba para evitar que pudiese seguir con su ‘charla constructiva’ sobre la edad.

Llegué a la parte de arriba de las escaleras riendo yo sola, miré a ambos lados para cerciorarme de que nadie andaba por allí y seguí caminando como si nada con mi mochila hacia los vestuarios privados.

En realidad la primera vez que Liam y mi madre me trajeron hasta aquí hace tres semanas, pensé que iba a ser peor que el infierno trabajar en un gimnasio, todo el día rodeada de gente sudando y con un olor espantoso que al final se acaba quedando pegado en la ropa. El dueño es amigo de papá y le había comentado por casualidad, desde ahora me gustan mucho las casualidades, que estaban buscando una ayudante ya que su hijo no podía encargarse él solo de las clases de boxeo y resulta que estaban buscando una chica para que ayudase con las mujeres y sí, me habían cogido a mí, a mí que yo de deportes en general entendía nada y menos, y ya no hablemos de boxeo…

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