La Academia Yancy

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Las luces de la ciudad parpadeaban. Supongo que eran manejadas por temporizadores. El alambrado público en el parque brillaba, haciendo ver los carriles y los árboles escalofriantes. Como si necesitásemos más cosas escalofriantes.

Thalia se paró y se tensó. Como si hubiera detectado un aroma.

—Estaré de vuelta. Necesito supervisar a las Cazadoras en el flanco derecho.

Su arco apareció en sus manos y ella desapareció a través de los árboles.

Nos paramos sobre los cuerpos de los neoyorquinos dormidos, para moverlos al lugar más seguro que pudiésemos. Apenas estábamos llegando a un puente de piedra en el lado norte del parque, cuando vimos una docena de niños, desplomados a un lado de un puesto de pretzeles, como si hubieran estado en una fila comprando aperitivos.

Grover gruñó.

—Percy… Mira.

Él se puso en cuclillas al lado de una chica de cabello naranja y pecas. Me recordó un poco a Clarisse, porque era una grandullona, como si estuviera hecha para tacle de fútbol americano.

Y después, mis ojos se expandieron.

—Oh, dioses… ¿Es Nancy?

No la había visto en cuatro años, pero aún la reconocía. Nancy Bobofit, una abusona que había hecho mi vida miserable en el sexto grado. Grover y yo habíamos estado en la Academia Yancy, y se había metido sin misericordia en contra de nosotros. Ella estaba el primer día que sospeché ser un semidiós.

—¿Quién es Nancy? —Preguntó Annabeth.

—Una chica que conocíamos —murmuró Grover—. No era una chica muy agradable.

Miré a los otros chicos durmientes. No conocía a muchos, pero unos pocos se me hicieron familiares.

—Estos son nuestros compañeros de clase de Yancy —dije—. Han de haber estado en un viaje de verano.

—Sí —Grover dijo. Él señaló a una señora en vestido floreado—. Ahí está la señorita Watts. Ella siempre dirigía el viaje de verano a Nueva York. Si nos hubiésemos quedado en Yancy…

Él no terminó la idea. Sabíamos que eso era imposible. No vivíamos vidas normales. Nunca hubiéramos logrado pasar la secundaria con monstruos destruyéndonos, destruyendo la escuela, o ambas. Aun así, era raro mirar a mis compañeros. Nunca pensé en el pasado. Una vez que dejé la escuela, siempre la intenté dejar atrás, por mi bien. Además, los recuerdos eran usualmente malos. Pero al mirar a los chicos que siguieron, incluso al mirar a la nueva y tonta Nancy Bobofit, sentí una ola de tristeza caer sobre mí.

—Están justo en el campo de batalla —Grover dijo y me miró a ver qué es lo que yo sugería.

—Tenemos que moverlos —dije—. Debajo del puente, quizá. Estarán más seguros.

—Después de todo lo que nos hizo —Grover meditó—. Sería lo justo que ella que fuese pisoteada por el ejército del titán.

—Pero no podemos.

Él suspiró.

—Sí. Tienes razón. Quizá… ¿Le podríamos dibujar un bigote, por lo menos?

Hace cuatro años, eso habría sido tentador. Ahora, me doy cuenta de que ya no odiaba a Nancy Bobofit más. Yo era una nueva persona. Ella era una mortal en el camino del peligro – éramos la única cosa entre ella y la destrucción.

—Nada de bigotes —dije—. Annabeth, ¿me das una mano?

Ella me estaba estudiando precavidamente, tratando de leer mis pensamientos, pero no dijo nada. Ella sólo me ayudó a mover el grupo escolar hacia un lugar seguro.



Escena eliminada de El último héroe del Olimpo, Riordan dijo que fue dejada atrás durante el proceso de edición porque no atribuía mucho a la historia.

Guía para entender el RiordanversoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora