Levi, el Hamlet apasionado~

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– Kgh…-gemí al sentir una patada en el rostro, esa sí que había dolido, aunque por supuesto jamás lo admitiría. Mi expresión seguía firme. Estaba amarrado por grilletes a una pared, rodeado de sujetos tapados del rostro. Bola de cobardes.

– Tenemos una oferta para ti –rió uno de los tipo que estaba ahí, luego me vengaría de él por los golpes que había dado a mi estómago–. Apuesto a que te gustará.

Reí ante lo dicho.

- Yo no hago tratos con ratas –solté una risa más–. ¿Por qué no te quitas esa máscara y me muestras quién eres, cobarde?

– ¿Cobarde? Yo me llamaría astuto, mostrarle mi cara a Levi Rivaille, el sujeto más peligroso de aquí, sería un gran problema.

– Para mí no eres más que un cobarde. En fin. Pero ya que pasaré bastante tiempo aquí. Habla de tu supuesta oferta.

– Te ayudaremos a vengarte del rey.

Estaba listo para escuchar lo de siempre, “Queremos contratarte para un asesinato”, algo por el estilo iba con mi persona. Pero eso, simplemente llamó por completo mi atención.

Pues por culpa de aquel anciano mencionado mi padre había muerto. Fruncí el ceño y volteé a verlo.

– ¿Tú qué sabes de mi venganza? –interrogué. No era común que la gente supiera de ello, si acaso unos cuantos, los que habían vivido con nosotros en la aldea.

– Eso no importa. –se inclinó frente a mí, poniéndose en cuclillas para estar en mi altura. Al ver que eso había llamado mi atención–. Tenemos una gran idea para vengarnos. Nosotros también le tenemos rencor a ése. Pero no te preocupes, si cooperamos, te dejaremos matarlo por ti mismo.

– Sólo di lo que planean.

Podría jurar que el hombre sonrió debajo de la máscara que llevaba.

– Él tiene un hijo –musitó. ¿Un hijo? Ciertamente esa información no la sabía, por lo que decidí escuchar atentamente, sin interrumpir–. Al parecer lo mantiene oculto en una de las aldeas, por todos los enemigos que tiene. Su nombre es Eren Jaeger.

– Eren Jaeger –repetí. Ya con eso mi mente comenzó a formar una venganza–. Dime dónde está.

– Ah, espera, espera. Antes debemos hacer el trato –le vi con gesto impaciente, por lo que rápido habló–. Pediremos recompensa por el chico, y nos quedaremos con ella. Luego tú puedes hacer lo que quieras, conseguiremos que el rey vaya sólo hasta donde tú desees.

– Yo trabajo sólo.

– Entonces no hay trato, y olvídate de saber dónde se encuentra el chico. Pero sobre todo… de salir de aquí.

Chasqueé la lengua molesto. Si no hubiera sido por los malditos grilletes, los hubiese matado y sacado la información a ése que parecía ser el jefe de los otros. Mi ceño se frunció. No me quedaba de otra más que aceptar.

– Vale. Es un trato. –refunfuñé–. Pero, quiero golpear a tus hombres. No me parece justo que ustedes lo hayan hecho.

Él soltó una carcajada y se quitó la máscara, era un rubio. Parecía alemán, sin duda.

– Es un trato –abrió los grilletes y me estrechó la mano–. Erwin Smith.  Un placer trabajar con usted. Señor Levi Rivaille.

– Lamento no poder decir lo mismo –musité mientras frotaba mis muñecas cansadas por los fierros. Mientras el rubio se dirigía hacia fuera de la habitación. Dejando ahí a sus hombres atemorizados. Me levanté. Sacando las navajas de mis bolsillos mientras les veía amenazante.

Lo único que se escuchó en aquel momento fue los gritos de todos tratando de defenderse.

La sangre corría por mis manos… esa sangre. Pronto sería la de Eren Jaeger la que lo hiciera… Lo mataría, desmembrándolo pedazo a pedazo frente a su padre. Tal como él había hecho con el mío.

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