El resfriado del día siguiente se hizo presente con gran fuerza, pues para la media mañana yo ya estaba en cama con la temperatura alta, tosiendo sonoramente y con dolor en la garganta. Joder, eso me pasaba por haber corrido como idiota la noche anterior.
– Levi-san, le dije que debía cambiarse la ropa –me regañó el castaño “secuestrado” mientras me dejaba una taza de té en el mueble a lado de la cama. Yo suspiré. ¿Quién se creía para andarme regañando?
De haber podido le hubiese gritado para que se callara, pero apenas decía una palabra y me ardía de manera horrible, sin mencionar que gritar haría que mi cabeza resonara en medio del dolor que ya me invadía ésta. Mis ojos estaban cerrados pues, a pesar de que las ventanas estaban cerradas, la poca luz hacía que me doliera más la cabeza. Sí, así de enfermo estaba.
– Levi-san, tomé un poco del té, por favor –musitó y sentí su mano colocarse en mi frente, lo pude escuchar soltar un leve “ah” y luego sus zapatos avanzando rápido sobre la madera.
Entreabrí un poco los ojos y me senté en la cama, tomando el té que estaba a un lado, lo sujeté bien y sorbí un poco, debía tomarlo caliente, según sabía. Así que sólo sople levemente, y comencé a beberlo de a tragos, aunque algo rápido para que estuviese lo suficientemente caliente antes de que terminara de hacerlo. Vi al mocoso entrar al cuarto nuevamente, llevaba un trapo en sus manos. Con el cuál se acercó y me obligó a recostarme, para luego dejármelo en la frente.
– Levi-san, tiene fiebre alta –me dijo con expresión preocupada.
¿Qué era ese rostro de cachorro? ¿Por qué se preocupaba así por mí? Ni siquiera lo merecía, y fuera de eso, ¿no se suponía que yo lo tenía secuestrado? ¿Por qué estaba siendo tan atento con alguien que sólo buscaba, hasta el momento, hacerle daño? Desvíe la mirada, no quería ver su rostro con ese sentimiento.
– Ah, Levi-san, le traeré una limonada –dijo apresurándose a salir, sin embargo volvió sin haber pasado cinco segundos, se asomó por el marco de la puerta–. ¿Tiene limones?
Me limité a asentir. En realidad no sabía muy bien si tenía, pero no quería que el castaño siguiera viendo como era que me sentía en ese momento, todo débil y sin energías. Seguro que justo ahora podrían cazarme unos matones, ¿cómo era que había pasado tanto tiempo sin un resfriado? Ya ni recordaba la última vez que me había sentido de esa forma. Seguramente había sido en aquella época en que aún vivía con mi padre. Suspiré y cerré los ojos.
-x-
Ploc, ploc, ploc.
Esta vez el sonido de la lluvia sí me despertó, nuevamente me había quedado dormido sin siquiera sentir algo de sueño y darme cuenta, entreabrí poco a poco los ojos y me senté despacio en la cama. Me tallé y tomé aire, ¿dónde estaría el mocoso?
Bostecé y me estiré, era de noche y las cortinas estaban abiertas, dejando entrar la luz de la Luna, me sentía mejor, ¿habría sido el té el que me había hecho mejorar? El mocoso parecía ser un buen enfermero, tal vez tenerlo junto a mí no sería tan mala idea. Podría usarlo para ese tipo de tareas, y la limpieza de la casa, tal vez incluso la comida. Eso en lo que a mí no se me daba ni abrir bien un huevo –en verdad–, aunque aún esperaba comer algo ya no recordaba el tiempo que llevaba sin comer. Para empezar, ¿había comida ahí? La verdad ni siquiera sabía y aun así el día anterior había puesto a cocinar al menor. Que genio, hablando sarcásticamente.
Me estiré y volteé hacia un lado, quedándome quieto, por la impresión. Ahí a mi lado, en la misma cama, estaba el castaño dormido tranquilamente. Se veía realmente cansado, soltando suaves suspiros con los labios entreabiertos, su rostro estaba relajado, parecía estar disfrutando de un buen descanso luego de un gran ajetreo. ¿Acaso tanta preocupación le había causado? Me preguntaba si se había quedado a mi lado cuidándome hasta que se quedó dormido.
– Tsk. Maldito mocoso acosador. –Solté con las voz ronca, frunciendo un poco el ceño. Aunque… bueno… debía admitir que sí, era un gesto lindo. Suspiré y tomé la cobija para cubrirlo hasta por encima de la nariz viendo sus ojos al dormir. De esa forma se veía exactamente como el pequeño al que solía cuidar, ese cachorrito que por mucho tiempo había sido lo que me alegraba los días y me hacía seguir.
Sí, Eren realmente había sido algo importante en mi vida, y por eso mismo era que ahora mi cabeza me decía que no dejara que se me acercara como antes, aunque otro lado de mi cabeza lo quería como esclavo. Bueno, es que eso serviría. Además, si lo tenía de esa forma podía protegerlo. Si lo veía desde ese lado no era tan malo que estuviera conmigo, ¿verdad?
Me recosté, cuánto tiempo había pasado, mi pequeño aprendiz ahora era todo un hombre, debería de tener… ¿veintiuno? Tal vez veintidós. Rayos, ¿por qué tenía que ser más alto que yo? Siendo por mucho más mayor y estando en el metro sesenta. Suspiré. Su cuerpo también parecía ser más resistente que el mío, o por lo menos más ancho de los hombros. Elevé una mano, acariciando su pecho por sobre la sábana, tenía buen cuerpo, no podía negarlo.
– Mmm… –Lo escuché soltar mientras se removía, destapándose como todo mocoso por las noches, y buscando que abrazar, lo dejé mientras planeaba levantarme, sin embargo fue tomado y jalado, para terminar siendo abrazado por él.
– Tsk, Eren. –Me quejé removiéndome levemente, pero su abrazo era más fuerte de lo que hubiese podido imaginar, seguro que sería un buen contrincante en una batalla, claro si fuera bien entrenado. Me pregunté si estaría bien que yo me hiciera cargo de eso.
Un suspiro se escapó de mis labios y me acomodé un poco, si no me iba a soltar para qué peleaba más, me le acerqué, recargando la cabeza en su pecho mientras cerraba los ojos. Ese perro. Sentía la responsabilidad de hacerme cargo de él y su bienestar, después de todo se lo debía, sin mencionar lo importante que era para mí. Aun cuando tuviese muchos años sin haberle visto, al saber quién era, al reconocer sus ojos verdes, había despertado todos esos sentimientos de cariño que había tratado de olvidar tiempo atrás. Y bueno, bien que había podido ocultarlo entre tanto, no había sido tan difícil, la verdad.
Con tantos problemas y cosas que tuve que pasar, el dejar a un lado el cachorro no era gran cosa, al menos no cuando supe que estaba bien, y que si me acercaba solo iba perjudicarlo al hacer saber que había alguien que me interesaba. Sabía que debí haberme acercado y vigilarlo durante todo ese tiempo, pero ciertamente había estado bien ocupado asesinando gente. Y el saber que él no se enteraría de ese tipo de cosas me había tenido tranquilo.
Pensé en volver algunas veces, lo confieso, pero para entonces los carteles marcándome como prófugo ya estaban por todos lados, y no podía presentarme ante él con esa vergüenza que tenía. “Vergüenza” No sabía si realmente era esa la palabra exacta para lo que había sentido cuando me llamaron asesino, era más bien otro sentimiento… coraje. Al serme dicho de esa forma tantas veces terminé convertido en uno, como consecuencia había perdido al cachorro que ahora dormía a mi lado y ahora no tenía más vuelta atrás, porque bien sabía que en cuanto Eren se enterara de mi secreto me dejaría. Lo sabía muy bien.
Elevé un poco el rostro para ver el ajeno completamente tranquilo mientras me abrazaba.
– Cachorro, no me quieras, por favor… –Susurré, colocando una mano en su mejilla mientras entrecerraba un poco los ojos, me dolía el pecho, sentía los ojos húmedos– No lo hagas más difícil.
Acaricié levemente su rostro, con cuidado de no despertarlo. Si Eren seguía acumulando cariño hacia mí, terminaría muy herido cuando se enterara. No quería eso. Tenía que alejarlo ahora mismo… aunque también lo necesitaba cerca para cuidarlo. ¿Qué debía hacer? Joder. Estaba hecho un lío en mi cabeza y sentimientos.
– Eren. –Lo observé. Quería que tuviera ese rostro suave siempre, y al verlo así me preguntaba…
“¿Qué harás cuando sepas que soy el asesino de tus padres?”
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Levi, el Hamlet apasionado~
Fiksi PenggemarLevi Rivaille, el mejor asesino del reino, busca su venganza contra el rey a través de su hijo. ¿Qué pasará cuando Levi tenga a Eren bajo sus navajas? Asesinatos, venganzas, traiciones, una historia llena de sorpresas y una ardiente narración de amo...