Prologo 1/2

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JENNIFER miró su reflejo en el espejo. Se sentía como si hubiera vuelto a nacer. Estaba en un restaurante fantástico, con deliciosa comida, incluso el baño era precioso. ¿Acaso podían irle mejor las cosas? Tenía las mejillas sonrosadas, los ojos brillantes.
Ya no se sentía demasiado alta, ni demasiado flaca, ni su boca le parecía demasiado grande. Era una mujer atractiva en la flor de la vida y lo
mejor de todo era que Taehyung estaba ahí fuera, esperándola.

Jennifer Edwards conocía a Kim Taehyung de toda la vida. Desde la ventana de su dormitorio en la casa donde había vivido con su padre, había mirado miles de veces hacia la esplendorosa mansión Kim, con su impresionante arquitectura victoriana.

De niña, lo había visto como un héroe y lo había perseguido
mientras Taehyung había jugado con sus amigos. De adolescente, se
había enamorado de él, sonrojándose cada vez que lo veía. Sin embargo, él varios años mayor, lo había ignorado por completo.

Pero Jennifer ya no era una adolescente. Tenía veintiún años, se había licenciado en Lengua Francesa y la habían contratado en el gabinete de abogados parisino donde había pasado todos los veranos trabajando mientras estudiaba.
Era una mujer hecha y derecha. Y se sentía feliz.
Con un suspiro de placer, se retocó el brillo de labios, se colocó el pelo y salió al comedor.
Taehyung estaba mirando por la ventana y ella aprovechó para
observarlo sin ser vista.
Era un hombre muy viril y atractivo, de los que hacían que las
mujeres se dieran la vuelta para admirarlo. Como su padre, que había sido diplomático, tenía el pelo negro y la levemente bronceada, fruto de su
origen Coreano, aunque había heredado los ojos azules de su madre inglesa. Todo en él irradiaba atractivo, desde su pose arrogante hasta
un cuerpo musculoso y perfecto.
A Jennifer todavía le costaba creer que estaba con él. Pero Taehyung la había invitado a salir y eso le dio la confianza necesaria para seguir avanzando hacia la mesa.

–Tengo… una sorpresa para ti –dijo él con una sonrisa seductora.
–¿Sí? ¿Qué es? –preguntó ella, sin contener su entusiasmo.
–Tendrás que esperar para verla –repuso él sin dejar de sonreír– Apenas puedo creerme que hayas terminado la carrera y que estés a
punto de irte vivir al extranjero…
–Lo sé, pero una oferta de trabajo en París es algo que no se puede rechazar. Ya sabes que aquí no hay muchas oportunidades.
–Sí –afirmó él. Sabía a lo que se refería.

Esa era una de las
cosas que le gustaban de ella. Se habían conocido desde hacía
mucho tiempo, tanto que casi no tenían que explicarse las cosas. Por
supuesto, iba a ser maravilloso para ella irse unos años a París. Kent
era un pueblo hermoso y apacible, pero era hora de que volara y conociera mundo.
Sin embargo, iba a echarla de menos.
Jennifer se sirvió otro vaso de vino y sonrió.

–Tres tiendas, un banco, dos oficinas, un puesto de correos… ¡y
nada de trabajo! Podría haber buscado empleo en Canterbury, que
está más cerca, pero…
–No te habría servido de nada tu licenciatura en Francés.
Imagino que John va a echarte mucho de menos.

Jennifer tuvo ganas de preguntarle si él también la echaría de
menos. Taehyung trabajaba en Londres, a cargo de la empresa de su difunto padre, desde hacía seis años. Lo cierto era que solo volvía a
Kent algunos fines de semana o en vacaciones.

–No me voy a ir toda la vida –contestó ella, sonriendo–. Mi padre se las arreglará sin mí. Le he enseñado a usar Internet para que podamos comunicarnos por Skype.

Apoyando la cara en las manos, Jennifer observó a su
acompañante. Taehyung solo tenía veintisiete años, pero parecía mayor.
¿Sería por las responsabilidades que la vida le había puesto desde muy joven? Kim Young Soo, su padre, había delegado la dirección de su
compañía a su mano derecha, que había resultado ser un hombre de poco fiar. Cuando Young Soo murió, su hijo tuvo que salvar lo que había quedado del negocio paterno.
¿Sería eso lo que le había hecho convertirse en un hombre antes de la cuenta?

–Incluso igual le gusta tener la casa para él solo –comentó Taehyung, hablando del padre de ella.
–Bueno, se acostumbrará –opinó Jennifer. No creía que su padre disfrutara de estar solo, sin embargo. Habían vivido siempre los dos juntos, desde que la madre de ella había muerto.
–Creo que tu sorpresa se acerca… –señaló él, mirando detrás
de ella.

Jennifer se giró y, cuando vio que se acercaban dos camareros
con una tarta con bengalas chisporroteantes, cubierta de helado y salsa de chocolate, se sintió un poco decepcionada. Era la clase de
sorpresa perfecta para una niña, pero no para una mujer. Taehyung sonreía tanto que ella tuvo que sonreír también y soplar las velas, ante los aplausos de los presentes.

–De verdad, no tenías que haberte molestado –murmuró ella, mirando el inmenso postre.
–Te lo mereces, Jen –contestó él y quitó las bengalas–. Lo has hecho muy bien en la universidad y ha sido una decisión brillante aceptar ese trabajo en París.
–No tiene nada de brillante aceptar un trabajo.
–Pero París… Cuando mi madre me contó que te lo habían ofrecido, no estaba seguro de que fueras a aceptar.
–¿Qué quieres decir? –quiso saber ella y probó la tarta, más por compromiso que por ganas.
–Sabes a lo que me refiero. No has estado nunca mucho tiempo lejos de casa. Mientras estabas en la universidad, solías venir un par de veces a la semana a ver cómo estaba tu padre.
–Sí, bueno…
–No es nada malo. El mundo sería un lugar mejor si la gente se ocupara de sus parientes mayores.
–No soy una santa –replicó ella, hundiendo un pedazo de tarta en el helado.
–Siempre haces eso.
–¿Qué? –preguntó ella, un poco irritada.
–Mezclar la tarta con el helado y mancharte la boca de chocolate-observó él y le limpió un poco la nata con el dedo. Luego, se lo llevó a la boca, lo lamió y arqueó las cejas.
–Está muy rico. Acércame el helado, vamos a compartirlo.

Jennifer se relajó. Estaba acostumbrada a que él la tratara como una niña. Se acercó un poco, inclinándose a propósito para que su acompañante pudiera verle mejor el escote. No solía vestirse de forma
provocativa, pero para esa cita se había arreglado a conciencia.
Era raro, pero siempre le había puesto nerviosa ponerse ropa ajustada delante de Taehyung. Le había dado vergüenza sentir su mirada y había temido que la comparara con sus conquistas… y salir perdiendo en la comparación.

–Bueno, ¿vas a dejar algún corazón roto atrás?

Era la primera vez que él hacía una pregunta tan personal y directa.
Llena de satisfacción, meneó la cabeza, queriendo dejarle claro que estaba disponible.

–Ninguno.
–Me sorprende. ¿Qué les pasa a esos chicos de la universidad? Deberían haber hecho cola para salir contigo.
Jennifer se sonrojó.
–Salí con un par de ellos, pero no me convencieron. Solo querían emborracharse y pasarse todo el día jugando delante del ordenador. Ninguno se tomaba la vida en serio.
–A los diecinueve años, la vida no es algo que te tengas que tomar en serio.
–Tú lo hiciste.
–No tuve elección y tú lo sabes.
–Lo sé y seguro que fue difícil, pero no conozco a nadie que hubiera estado a la altura de las circunstancias igual que tú. No tenías experiencia y aun así, te pusiste manos a la obra y levantaste el negocio.
–Te pondré en la lista de invitados cuando me nombren
caballero andante, no te preocupes.

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Sin tu mirada ( Taehyung ) BTS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora