Cap.1

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Pasaron dos, tres y cuatro años sin que Jennifer volviera a ver a Taehyung. Cada Navidad, había invitado a su padre a reunirse con ella en París. Mientras tanto, había ido ascendiendo en la compañía y había logrado un buen sueldo. Podía permitirse pagarle las vacaciones
a su padre. Y las pocas veces que había vuelto a Inglaterra, se había
asegurado de que las visitas fueran breves y de que Taehyung no estuviera cerca.
Aunque había pasado mucho tiempo desde la noche en que él se había ido de su casa, todavía le dolía. Jennifer no quería volverlo a ver y evitarlo se había convertido en un hábito. Taehyung le había enviado correos electrónicos y a ella no le había importado responder.
Pero, las veces que él había estado de viaje en París y la había llamado para verla, siempre se había buscado una excusa.
Hasta que…
Jennifer se había quedado dormida en el tren y, cuando se despertó, vio que ya estaban llegando a Kent. Tras recoger sus maletas, bajó al frío helador y nevado de su pueblo natal.
No pensaba quedarse mucho tiempo. Solo lo bastante para solucionar un problema que había surgido en su casa. Taehyung le había escrito un correo electrónico informándole de que había pasado por delante y había visto agua saliendo por debajo de la puerta principal.
Su padre estaba fuera, se había tomado unas vacaciones de tres
semanas para visitar a su hermano en Escocia.
El mensaje que había recibido había sido el siguiente:

Puedes pasarle esto a tu padre, si quieres, pero como creo que estás en el país, supongo que igual quieres verlo tú misma, para que él no interrumpa sus días de pesca. Claro, si es que puedes encontrar un hueco en tu apretada agenda.

El tono del mensaje había sido la gota que había colmado el vaso para romper su larga amistad. Jennifer había huido sin mirar atrás y en el presente el abismo que los separaba parecía insalvable.
Los correos electrónicos de Taehyung habían sido cálidos al principio, se
habían ido volviendo más fríos y más formales, en proporción directa a las tácticas evasivas de ella. Desde el último, habían pasado por lo
menos seis meses.
En París, a Jennifer no le había importado demasiado pensar
que su amistad había seguido su curso natural, como no había podido
ser de otra manera. Sus esperanzas infantiles habían sido muy poco realistas, al fin y al cabo. Un hombre rico que vivía en una gran mansión poco había tenido que ver con su vecinita más joven y pobretona.
Sin embargo, al llegar a Kent, cada vez recordaba más sus sentimientos hacia él en el pasado.
Jennifer llegó con las maletas hasta una fila de taxis cubiertos por la nieve.
Taehyung le había informado de que habían secado el agua, pero había causado muchos daños, que ella debería valorar para comunicárselo a su compañía de seguros. También, le había informado de que había encendido la calefacción para que, cuando llegara, no se quedara congelada. Sabía que él se había ido
a Singapur para unas reuniones de trabajo.
Cuando Jennifer pensaba en cómo había terminado su amistad, no podía evitar sentir un nudo en la garganta. Entonces, se recordaba a sí misma la terrible noche donde había quedado como una tonta. Si hubiera sido más fuerte y más madura, habría podido superarlo y seguir manteniendo su relación con él. Pero no había podido.
Para ella había sido una dura lección. Y no pensaba tropezar más veces con la misma piedra. Mirando por la ventanilla del taxi, Jennifer se acomodó, preparándose para el viaje de una hora que la llevaría a casa de su padre.
Hacía mucho que no iba a Kent. Su padre y ella habían pasado las vacaciones en Mallorca, dos semanas de sol y mar, y cada seis semanas, lo invitaba a visitarla en París. Le encantaba poder permitírselo. También, había quedado de vez en cuando con Hyeri, la madre de Taehyung, en Londres. Y le había dado respuestas evasivas cuando Hyeri había querido saber por qué su hijo y ella ya no se veían.
Al pensar que Taehyung había estado dentro de su casa se estremeció un poco. A veces recordaba su aroma masculino y limpio y se quedaba sin aliento. Esperaba que su olor no se hubiera quedado en la casa. Estaba cansada y tenía demasiado frío como para estar abriendo las ventanas para ventilar.
–El informe del tiempo ha dicho que seguiremos así una semana –informó el conductor del taxi cuando llegaron, señalando la carretera llena de nieve.
–No durará mucho –vaticinó ella, sin darle importancia–. Tengo que estar de regreso en Londres pasado mañana.
–Trae mucha ropa para quedarse solo un par de días –comentó el hombre, llevando su maleta hacia la puerta.
–Pienso dejar aquí algunas cosas –repuso ella, pagó y entró en casa.
Su forma de vestir había cambiado mucho en los últimos años.
Se había dejado seducir por la moda parisina. Había perdido peso y su
figura atraía silbidos y miradas de extraños. Por eso, ya no le daba
vergüenza ponerse ropas que resaltaran sus curvas. Su pelo rebelde había sido domado gracias a las expertas tijeras de su peluquero.
Todavía lo llevaba largo, pero con capas estratégicas que resaltaban
sus rizos.
La cerradura de la puerta principal estaba abierta. Dentro estaba oscuro,Jennifer entró cerró los ojos y respiró hondo, disfrutando de la
calidez que la envolvía antes de encender y tener que enfrentarse a
los daños que el agua hubiera causado.
Entonces, abrió los ojos y allí estaba él, apoyado en la puerta que daba a la cocina, iluminado por una débil luz que salía de dentro.
Jennifer se quedó petrificada.
Cielos, no había cambiado nada seguía siendo el más guapo de los hombres. Llevaba vaqueros y una campera gastada, remangada
hasta los codos. Tenía los ojos azules fijos en ella, de una forma que la hacía temblar.
Sin poder evitarlo, Jennifer se sintió otra vez como una ingenua quinceañera enamorada.

–Taehyung ¿qué diablos haces aquí? ¡Me dijiste que ibas a marcharte del país!
–Debería estar en el avión ahora, pero el mal tiempo me ha obligado a cancelar los planes. Hace mucho tiempo que no nos vemos, Jennifer…

Hubo un largo silencio. Nerviosa, Jennifer notó cómo los cuatro
años que había pasado lejos de él cortando los vínculos que la habían
atado a ese hombre se esfumaban ante sus narices. Tuvo ganas de
llorar pero la rabia fue más fuerte. Se quitó el abrigo mojado por la
nieve.

–Sí. ¿Qué tal estás? –preguntó ella forzándose a sonreír.
–Estaba esperándote. Quería asegurarme de que llegabas sana
y salva. No estaba seguro de si ibas a venir en tren o en coche.
–He venido en tren –informó ella. Había dejado el coche en Londres–. Pero no era necesario que me esperaras. Ya sabes que puedo cuidarme sola.
–Seguro que sí. Mi madre me ha tenido al tanto de tus progresos
en París.

Jennifer seguía sin moverse, como si estuviera clavada al sitio. Tomando la iniciativa, Taehyung se giró y entró en la cocina, dejándola para que lo siguiera.
No había hecho ningún comentario sobre lo mucho que ella había cambiado, se dijo Jennifer. ¿Acaso no se había dado cuenta?
Aunque lo cierto era que él nunca se había fijado…

–Estoy muy contenta en el trabajo –señaló ella, incómoda tratando de mantener la conversación con educación–. Nunca imaginé que acabaría quedándome allí cuatro años, pero cada vez he ido
aceptando más responsabilidades y me han ascendido un par de veces.
–Pareces una invitada, ahí parada siéntate. Esta noche no vas
a arreglar nada. Podemos hacer una lista de lo que necesita arreglo
mañana.
–¿Podemos? Como te he dicho, no hace ninguna falta que me ayudes. Planeo terminar mañana, pues tengo que irme pasado mañana a primera hora.

No era así como se suponía que debían actuar dos amigos que
llevaban largo tiempo sin verse. Jennifer lo sabía, era consciente de que estaba tratando a Taehyung con excesiva frialdad, pero también sabía que necesitaba hacerlo para protegerse.
Solo de mirarlo, tan atractivo y viril, su mente amenazaba con llevarla
de nuevo al mismo lugar de hacía años.

–Buena suerte con el tiempo.
–¿Qué haces en la nevera? –preguntó ella, mientras Taehyung
rebuscaba algo.
–Huevos, queso. Tienes pan también, de ayer. Cuando empezó a nevar me di cuenta de que igual me quedaba atrapado aquí o tú, por eso fui a la tienda y compré unas cuantas cosas.
–Muy amable, gracias.
–Esto es divertido, ¿no? –comentó él, sacando una botella de vino de la nevera. Sirvió dos vasos–. Hace cuatro años que no nos vemos y no sabemos qué decirnos. ¿Qué has estado haciendo en Francia?
–Ya te lo he dicho. Mi trabajo me gusta. Y tengo una casa muy bonita.
–Así que todo te ha salido a pedir de boca –observó él y se sentó

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Sin tu mirada ( Taehyung ) BTS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora