Cap.6

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–No, eres distinta –comentó él en voz baja–. No me importaría darte trabajo Jennifer. Hay muchas oportunidades en mi empresa para alguien que hable bien francés y con tu experiencia. También hay pisos disponibles para empleados. Podría buscarte uno…
–¡No, gracias! –negó ella.

Nada le apetecía menos que quedar a merced de los favores de kim Taehyung. En París había podido ser ella misma y no quería ni imaginarse cómo sería su vida trabajando con él, tendría que verlo cada dos por tres con una de sus rubias de silicona y soportar que se inmiscuyera en sus asuntos privados cuando saliera con alguien

– Quiero decir que es una oferta muy generosa pero no he tomado todavía la decisión de volver y cuando lo decida querré hacerlo por mí misma. Estoy segura de que mi jefe me dará una buena carta de recomendación –señaló y esbozó una sonrisa amplia y fingida.
–Seguro que sí –repuso él sintiéndose impotente y un poco irritado.
–He conseguido ahorrar un poco además creo que seré capaz de comprarme mi propia casa pronto. No en Londres claro, Tal vez en Kent. Puedo trabajar en Londres porque es ahí donde están las grandes compañías mucha gente viaja a diario desde aquí a la capital. Así que… gracias por la oferta de un piso pero no tienes por qué ser caritativo conmigo.
–Bien. Creo que es hora de que me vaya.

Jennifer no se lo impidió y lo acompañó a la puerta.
Intercambiaron comentarios sobre el mal tiempo y Taehyung propuso
volver allí para cenar, pues sería más fácil para él atravesar la distancia entre sus casas bajo el temporal.
Ella esbozó una sonrisa forzada y cerró la puerta sintiéndose fatal por no ser capaz de dejar atrás el pasado.
Se pasó el resto del día limpiando, recogiendo y guardando ropas viejas. Sacó un montón de cosas para tirar de su cuarto. En el fondo del armario encontró los zapatos que se había puesto en la noche de la fatídica cena y no pudo evitar recordar.
A continuación trabajó en el ordenador quería aprovechar que
todavía tenía conexión a Internet antes de que la tormenta la cortara.
Se esforzó en no mirar el reloj tratando de convencerse a sí misma de que le daba igual que Taehyung fuera a cenar o no. Bueno aunque no le sentaría mal un poco de compañía. Comer pasta a solas rodeada de nieve no era una perspectiva muy atractiva. También intentó hacerse creer que no le importaba si él se había ofendido
porque había rechazado su oferta de ayuda.
Sin embargo sabía que se estaba engañando a sí misma.
Estaba deseando volver a verlo como una adicta atraída por el objeto de su adicción, echaba de menos la forma en que Taehyung la hacía sentir.
A las seis sonó su móvil y pensó decepcionada que sería él para avisar de que había cambiado de idea.

- Si me llamas para decirme que no vas a venir a cenar no te preocupes. No hay problema. ¡Todavía no he terminado mi trabajo!
Además quiero escribir a algunas amigas…
–Jennifer, calla.
–¿Cómo te atreves?
–Tienes que escucharme. Vístete con ropa de abrigo, sal de casa y dirígete a la parte de atrás de tu jardín.
–¿Qué pasa? Me estás asustando.
–He tenido un accidente.
–¿Qué? –gritó ella presa del pánico– ¿Qué quieres decir?
–Ha habido vientos muy fuertes antes de que vinieras. Se han caído algunas ramas y un árbol está a punto de caer sobre el poste de la luz.
–¿Te has tropezado con una rama?
–¡No seas ridícula! ¿Es que crees que soy tan tonto? Cuando me fui de tu casa trabajé un poco y luego pensé que sería buena idea intentar cortar el árbol para que no cayera sobre los cables de la luz.

De pronto Jennifer recordó un día en que Taehyung apenas había tenido dieciséis años y se había subido a un árbol sierra en mano para cortar una rama quebrada mientras sus padres le habían gritado que se bajara de inmediato. Él siempre había sido temerario y amante de los retos. Y a ella le había fascinado.

–¡No puedo creer que seas tan estúpido! –le reprendió ella–. ¡Ya
no tienes dieciséis años! Dame cinco minutos y no te muevas.

Lo vio entre la nieve que no cesaba de caer tumbado en el suelo. ¿Y si se le había roto algo o si se había golpeado en la cabeza?
Podía morir sin avisar, Jennifer había oído que eso le había pasado a alguien en alguna parte.
No había forma de que un médico pudiera llegar hasta allí. Incluso un helicóptero tendría problemas en atravesar la tormenta.

–¡No te muevas! –gritó ella, llevando dos manteles en la mano– Puedes taparte con esto. Voy a buscar ese tablón que usa mi padre para empapelar las paredes. Podemos usarlo como camilla.
–No seas tan melodramática Jen. Solo necesito que me ayudes a ponerme en pie. La nieve está tan blanda que no puedo. Creo que tengo una contractura en la espalda.
–¿Y si es más grave que eso? –dijo ella, se agachó y lo miró de cerca apuntándole a la cara con la linterna.
–¿Te importa apuntar a otra parte?
–No debes moverte si crees que te has lastimado la columna –insistió ella ignorándolo–. Es lo primero que se aprende en un curso de primeros auxilios.
–¿Has hecho un curso?
–No pero estoy segura de que es así. Tus ojos tienen buen aspecto. Eso es buena señal. ¿Cuántos dedos tengo aquí?
–¿Qué?
–Mis dedos. ¿Cuántos hay? Necesito asegurarme de que no te haya afectado a la cabeza…
–Tres dedos. Y aparta la maldita linterna. Deja que me apoye en ti para ir a tu casa. No creo que pueda volver hasta la mía.
–No sé si…
–Mira mientras piensas si es buena idea o no me voy a morir de
hipotermia. ¡Tengo una contractura! No necesito taparme ni una camilla, aunque te lo agradezco. Solo necesito que me eches una mano.
–Tu voz suena fuerte. También es buena señal.
–¡Jennifer!
–De acuerdo, pero no estoy segura…
–No importa.

Taehyung se apoyó en los hombros de ella y se incorporó. Se les hundían los pies en la nieve al caminar haciendo muy difícil avanzar y mantener el equilibrio. No era de extrañar que no hubiera podido hacer el recorrido él solo.
Taehyung andaba encorvado, con la mano en los riñones y cara de dolor. Jennifer lo había envuelto con los manteles a pesar de que él había tratado de resistirse. Mientras la linterna iluminaba el camino
sembrándolo de sombras espectrales.

–Podría intentar llamar a una ambulancia… –sugirió ella sin
aliento, pues era un hombre muy corpulento y le estaba costando
ayudarlo.
–No sabía que fueras tan aprensiva.
–¿Qué esperabas? Se suponía que ibas a venir a cenar tranquilamente…
–¿No ves que no es posible caminar tranquilamente con esta nieve?
–¡Deja de hacerte el gracioso! ¡Ibas a venir a cenar y vas y me llamas para contarme que has decidido cortar un árbol y estás tirado en el suelo tal vez con la espalda rota!
–Siento haberte preocupado…
–Sí –murmuró ella furiosa con él por haberla asustado tanto– Haces bien en disculparte.
–¿Has preparado algo delicioso para comer?
–No hables. Debes conservar tu energía.
–¿Eso también lo enseñan en los cursos de primeros auxilios o se te ha ocurrido a ti?

Jennifer se contuvo para no reír. Se dio cuenta de que él estaba
haciendo todo lo posible para distraerla de la preocupación, incluso cuando debía de estar muy dolorido. Su generosidad de espíritu la
emocionó y se quedó callada por miedo a romper a llorar.

–Al fin hemos llegado –dijo ella y abrió la puerta. Lo llevó hasta
el sofá del salón.

Taehyung se dejó caer con un gemido. No tenía la columna rota ni nada fracturado. Eso lo había adivinado Jennifer mientras habían
caminado hasta allí.
Se había hecho una contractura algo doloroso pero no terminal.

–Ahora admítelo, ha sido una estupidez lo que has hecho –lo reprendió ella mirándolo de brazos cruzados.
–Conseguí hacer lo que era necesario –replicó él–. He luchado con el árbol y el árbol ha perdido. La contractura es un mal menor.
Jennifer dio un respingo.
–Tienes que cambiarte de ropa. Está empapada. Voy a traerte algo de mi padre. Te apañarás con eso mañana iré a buscarte algo a tu casa –informó ella resignada a que iban a tener que pasar la noche bajo el mismo techo.
Taehyung gimió con los ojos cerrados.
–Pero primero voy a traerte un analgésico. Papá tiene en su botiquín.
–No uso analgésicos.
–Peor para ti.

Su padre era más bajo y más delgado que Taehyung. Jennifer no sabía cómo iban a quedarle sus ropas. Eligió la camiseta más grande que encontró, una sudadera y unos pantalones de chándal.

–La ropa –anunció ella, de vuelta en el salón donde la chimenea mantenía el espacio caliente–.Y los analgésicos –añadió y le tendió un par de pastillas con un vaso de agua.
Con reticencia él se las tragó.
–Eres buena enfermera –comentó él y le devolvió el vaso de agua con una sonrisa.


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Sin tu mirada ( Taehyung ) BTS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora