Mis dulces mierdas

Segunda parte: Mis mierdas

"El verso
más
libre
de toda la poesía
será escapar
de lo que te
esclaviza"
-Chris Pueyo.

Todo eso que me esclaviza, lo que me frena, el leve suspiro después del escalofrío, los amores prohibidos y creer que lo prohibido no se puede tener nunca, creer. Todo y más, son "Mis mierdas".
Todo se resume en querer. En qué no sé querer, porque nunca pude aprender, no quise.
En qué a las personas a las que suelo querer son las menos indicadas (o eso me hacen creer), porque no me quieren, o quieren de mi solo ciertas cosas, o me quieren fuera de su vida, o simplemente me quieren, pero no me doy cuenta.
En que (sobre todo) quiero empezar a vivir, y no puedo, porque el vidrio de mi cajita de cristal ya tiene demasiadas capas, que yo no construí, no, pero tampoco me negué a ellas, porque pensé que estaba bien, que era lo correcto, y lo era, pero hasta cierto punto, hasta un pequeño límite que ya fue traspasado hace tiempo, mucho.
Quiero vivir, tengo miedo.
Quiero vivir, tengo mucho miedo.
Pero no a vivir, no. Tengo miedo a desafiar mi vida de ahora, a quienes la conforman y a quienes me dijeron que una cajita de cristal me hacía más bailarina (que es lo que quiero ser). Los quiero, a ellos, claro que los amo, porque me dieron su efímera gran vida para que no me hiciera falta nada, pero olvidaron que una bailarina no se deja los pies quietos, nunca, olvidaron que además soy humana, y que necesito de mi, vivir conmigo y aprender sola algunas cosas. Sobre todo olvidaron, que después de una vida encerrada, la bailarina se rebela y deja las salas de ensayo para pasar a los reflectores.
Eligieron olvidar que si uno no vive, de a poco muere, la muerte lenta tiene síntomas, y yo soy más dolor que mujer.
Es mi hora de pisar las tablas, todavía no sé cómo hacerlo, pero mis mierdas me ayudaron a desahogarme y convertir mis lágrimas en palabras que por lo menos ya no quedan dentro.
Al menos la explosión va a tener menos alcance.
Sigue doliendo de la misma forma, pero ya tengo una ballerina puesta y la otra en manos, cuando todo termine salimos a escena.