La Verdad

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"A partir de cierto punto no hay retorno, ese es el punto que hay que alcanzar"

Desde su comienzo en este mundo, Misato sabía lo que quería. Su mayor deseo era salvar a aquellos que no merecían morir. El tiempo pasó y aquellos días vividos le enseñaron grandes cosas, lecciones de las que aprendió. Falló múltiples veces cuando ella misma se había prometido salvar a los que amaba. Luchó incansablemente por cumplir su deseo.

Sus encuentros con Rikudo Sennin la habían guiado y ayudado en su camino pero no fue suficiente. Vivir cada día en el mundo shinobi era difícil y más aún con la presión de ser perseguido. Deseó que todo fuese más fácil.

Pero también quería saber el por qué de su existencia, si no podía salvar a los que amaba entonces, ¿cuál era su camino? Se sintió frustrada, triste y sola. El tiempo le jugaba en contra, a medida que iba adentrándose y formando fuertes lazos con sus seres queridos, su memoria sobre el futuro iba desapareciendo. Quizás una imagen llegaba a su mente pero sabía claramente que sus recuerdos se estaban esfumando.

No entendía la razón de esto, ella realmente necesitaba esos recuerdos. Si quería salvar a alguien, los necesitaba. Su cabeza dolió fuertemente al ver una imagen de Jiraiya totalmente herido escribiendo unos números en la espalda de un sapo.

Misato frunció el ceño mientras apretaba con fuerza un ungüento medicinal. A esto se refería, estaba perdiendo su camino. Algo estaba sucediendo con Jiraiya, no sabía qué pero sentía que debía saberlo.

Ella activó su kekkei genkai y detectó al Equipo Hebi que viajaba rumbo a su encuentro con Itachi. También vio al Equipo Kakashi junto a los demás persiguiéndolos. Algo en su corazón se sobresaltó, miró hacia atrás. Debía buscar a Jiraiya, en su imagen vio una lluvia torrencial. La Aldea de la Lluvia. El lugar donde residía Akatsuki.

Misato dio la espalda, y cambió su rumbo. Comenzó a correr velozmente hacia aquella aldea. A cada paso sentía la desesperación de no saber qué estaba pasando con Jiraiya.

La joven kunoichi recorrió todo el camino hacia la Aldea de la Lluvia con su chakra al máximo. El cansancio invadía su cuerpo, iba corriendo a una velocidad que ningún shinobi podría jamás ser capaz. Se teletransportó en los lugares en los que había dejado su marca. Por cada pueblo que pasó, los aldeanos se sorprendieron al ver tal velocidad y fuerza de chakra. Se sentía en el aire, la densidad de su chakra.

La desesperación que Misato sentía no tenía comparación. Jamás había sentido una desesperación a tal nivel. Aquel sentimiento provocaba que su chakra liberara la densidad física que siempre había contenido.

Cuando por fin, llegó a aquel lugar corrió, sin importarle quiénes se le cruzaran en el camino. Varios shinobi se acercaron al ver la intrusa. Misato peleó con todos ellos, dejándolos inconscientes. Intentaron capturarla pero no lo lograron, ella se safó de sus sogas y cadenas destruyéndolas con sus propias manos. Enfrentó a todo shinobi y kunoichi que intentó entrometerse en su camino.

Llegó justo a tiempo para ver cómo unos ninjas de cabello naranja y extraños artefactos en su cuerpo, capturaban a Jiraiya y lo apuñalaban con unas largas varillas negras. Al instante, Misato se teletransportó en sus espaldas, y con una mirada de completa furia, juntó una gran cantidad de chakra en sus puños y los destruyó de un golpe mientras ramas de madera los dejaban incompletos.

- Mi-isato... - Jiraiya susurró mientras la miraba por el rabillo – ojalá hu-ubiera podido mor-ir como todo-os los Hokage – Misato lo escuchó con tristeza mientras analizaba su cuerpo – creí que iba a detener a Pain, y destru-uir a Akatsuki y salvar al mundo ninja de la destrucción pero fallé... - invocó un sapo y le dejó un mensaje en base a números grabado en la espalda del sapo

Crónicas de una kunoichi: ShippudenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora