Las cosas que hago, las hago sin pensar, sin saber el daño que puedo ocasionar pero en ese momento no me paro pensar las consecuencias. Simplemente lo hago y si algún pensamiento pasa por mi cabeza, esos serian las causas del porque hago lo que hago.
Esa fiel amiga que conocí luego de aquel inmenso acto de rechazo por él, se clava en mi piel atravesándola, haciéndome sentir aquel dolor que se me es más placentero que el psicológico. Sonare masoquista pero es que esto es la pura verdad, me encanta sentir aquel metal atravesar mi piel, me ayuda a desahogarme.
Ella se desliza cortando aquella piel que se interpone en su camino. Aquel líquido rojo que tendría que encontrarse dentro de mí y no fuera, desciende por mi brazo dejando un rastro, marcando su trayecto. Las gotas llegan al final del camino, cayendo al abismo, marcando el final de este con unos minúsculos charcos rojos carmesí intenso. La cuchilla, fiel amiga, repite aquella acción dejando alrededor de unos 15 cortes en mi piel y a mi brazo repleto de sangre al igual que el blanco suelo del baño.
Siento como si lloviera sobre mis mejillas pero no es lluvia si no lagrimas, lágrimas que descienden por mi rostro, algunas caen sobre mis labios haciéndome probar ese gusto salado que tanto las caracteriza.
No se bien hace cuanto empecé con esto, pero solo se que no puedo parar. Me siento bien haciéndolo aunque luego el sentimiento de culpa me inunde. No esta bien y lo se.
Me levanto débilmente del suelo con todo mi brazo izquierdo débil y adolorido. Abro la ducha dejando correr el agua hasta que se caliente, tomo a mi amiga y la limpio, me sumergió bajo la lluvia artificial y lavo mi brazo sacando el resto de sangre seca. Arde, me fascina aquello, pensaran que soy una sádica o cosas así pero es que de eso trata el masoquismo, me encanta sentir el dolor físico, aunque odie el dolor psicológico porque ese si que me daña, el físico me da placer, es por eso que me torturo de esta manera.
Me termino de higienizar y pongo el tapón para poder llenar la bañera, al terminar de llenarla me siento y agarro a mi amiga otra vez. Repito aquella hermosa y placentera acción sobre mis muslos, la sangre fluye, pero esta vez no cae al abismo, si no que se mezcla con el agua dándole un color rojo intenso. Mis piernas se empiezan a debilitar y doler, detengo a mi amiga dejándola caer fuera de la bañera en el final del abismo blanco manchando su alrededor con sangre.
Mis ojos me pesan al igual que todo mi cuerpo, voy cerrándolos lentamente y relajándome, siento como mis fosas nasales tocan el agua. Ya no me esfuerzo por sacar mi cabeza y respirar, tampoco es que tenga la fuerza o la intención. Abro mis ojos para dirigir mi último vistazo a mi baño y cuerpo, los vuelvo a cerrar y me dejo caer en un sueño del que nunca despertare.
Lo que te hace fuerte, te termina matando