𝑒𝑠𝑡𝑢́𝑝𝑖𝑑𝑎𝑠 𝑝𝑒𝑙𝑒𝑎𝑠

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5 de Abril de 1987.

Está a punto de cumplirse el mes de tu partida y he estado preguntando todo el tiempo por ti. Hopper me ha dicho que te ha ido muy bien y eso me alegra mucho, me siento feliz por ti.

La verdad es que te espero que te esté yendo muy bien allá. Me gustaría saber si has conocido a alguien, o si otra persona ha llegado a completarte. No te lo niego, me rompería el corazón, pero quiero verte feliz.

Lo que me lleva a recordar a nuestras peleas. No esas peleas que manteníamos por girasoles, sino las primeras que tuvimos. Recuerdo a la perfección la primera.

Ni siquiera era un tema por el cual pelear. Creo que fue porque estaba haciendo tarea y no te prestaba atención. Te sentaste en mis piernas y yo seguí estudiando. Me besabas en la mejilla, en la oreja, en la cabeza, y yo seguía sin prestarte atención. Hasta que me gritaste que te prestara atención. Me dijiste que habías estado molestándome como por media hora y yo te ignoraba. Yo me encogí de hombros y simplemente te dije que estaba estudiando y tú me dijiste que eso lo podría hacer en otro momento, pero yo te contesté que el examen era importante y era para el próximo día, y que podía estar contigo en otro momento. Tú me miraste indignada y te levantaste de mis piernas. Cuando terminé de estudiar, salí y te encontré en la sala de mi casa con Will y el resto del grupo. Me acerqué a abrazarte pero tú te negaste y te rogué mucho, pero no querías acceder y empezamos a pelear, luego de habernos ido a mi cuarto para poder hablar con privacidad.

Después de esa pelea, entendías cuando tenía que estudiar, e incluso a veces intentabas ayudarme. Claro, muchas veces te quedaste esperando entender y yo solo reía. Al final, me ayudaba yo mismo al explicarte porque así estudiaba.

Otra vez que peleamos fue debido a que me comí tu cena... bueno, fue solamente el postre. Empezaste a pelear diciéndome que te había dejado muy poco postre para ti y te molestaste. Esa noche estuve haciéndote un pastel gigante y no dormí. Lo hice yo solo siguiendo una receta e incluso desperté a mamá, quien me ayudó.

Al próximo día, recuerdo que abriste tu puerta medio dormida con una bata de dormir que te quedaba hermosa, y al verme ahí en la puerta, te impresionaste por lo temprano que era, y cuando reaccionaste y rememoraste todo lo que había pasado, intentaste cerrarme la puerta en la cara. Sin embargo, no te dejé.

Te arrastré hasta el comedor y te mostré el pastel. Tú abriste la boca impresionada y pusiste tus manos en tus labios, mientras que yo puse una mía en mi cuello. Me diste un abrazo grande y me dijiste que estaba perdonado y luego me pediste disculpas. Empezamos a comer el pastel, todos en tu casa y yo, y sobró mucho debido a que era bastante. Claro, lo comimos después de desayunar.

La verdad, casi nunca peleábamos. Era muy difícil encontrarnos en una situación en la que tú estuvieses verdaderamente molesta conmigo o que yo estuviese verdaderamente molesto contigo. No sé, siempre he pensado que fuimos el uno para el otro y por eso no hacían falta las peleas. Claro, hay que exceptuar esa época mala de la relación en la que todo pasó por los girasoles, pero de resto, siempre fuimos una pareja feliz. Yo te hacía feliz y tú me hacías feliz a mí.

Al final, todas fueron estúpidas peleas que jamás llegaron a separarnos. Y a pesar de las peleas que sí fueron fuertes, nosotros quisimos seguir luchando. Tal vez teníamos miedo a estar solos, pero seguíamos amándonos con el alma, yo te sigo amando con el alma.

Espero que regreses pronto.

Atentamente,

Mike.

𝐂𝐚𝐣𝐨́𝐧 𝐝𝐞 𝐑𝐞𝐜𝐮𝐞𝐫𝐝𝐨𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora