Capítulo 25. Family

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No era el primera vez que le presentaba un novio a mis padres y a mi hermano, pero una cosa es presentarles a un chico normal y corriente, que coger y presentarle a tu familia a la futura estrella y actual joya del Real Madrid, hay un cierto punto de diferencia. Bastante grande además, porque lo cierto es que sólo de pensar en la cara de mi padre, defensor a capa y espada de su yerno y él sin saber que le calienta la cama a su hija. Recordatorio de que la expresión "calentar la cama" sigue quedando fatal.
Días antes Marco y yo habíamos meditado posibles sitios para llevarlos a cenar, así que optamos por uno conocido para ambas familias y al que solíamos ir para que jugase un poco a favor eso de jugar en casa, como quien dice.

Le había dicho a mis padres que hacía mucho que no cenábamos todos juntos en familia y que era hora de juntarnos para cenar aunque fuese, mis padres aceptaron encantados y a mi hermano tuve que sobornarlo un poco porque según él tenía una cita muy importante, tuve que decirle que sería otra chica de la que no se acordaría a la semana siguiente y que la familia iba primero, me dio la razón aunque me costó otra comida en la que invitaría yo. Pese a ser el hermano mayor siempre ha sido muy garrapata, era de la filosofía de vive de tus padres hasta que puedas vivir de tus hijos, o de tu hermana en su caso. Y eso que tiene trabajo.

Ahí estaba yo, en mi habitación frente a mi armario meditando sobre qué narices ponerme. He perdido la cuenta de las veces que he sacado ropa y la vuelto a meter en el armario porque no me convencía en absoluto lo que me iba a poner. Doy vueltas por la habitación mirando al techo como si aquello fuese a servir de algo, como si la respuesta a mis plegarias fuese a bajar del techo blanco de mi habitación por arte de magia, y obviamente la respuesta es que no, no iba a pasar y yo tenía que seguir mirando el armario si quería ir con algo más digno que una bolsa de basura. Mi vida no está hecha para ser rápida eligiendo modelos en momentos importantes, eso es algo que me había quedado cristalino en estos veintitrés años de vida.

Recuerdo entonces esas sabias palabras que mi madre usaba a diario conmigo en mi etapa adolescente en la que si podía me colgaba hasta las bolas del árbol de Navidad y me decía eso de "Emma hija ¿Sabes que menos es más?" Y a mí me daba igual porque ella era rebelde porque el mundo la había hecho así. Fueron unos años duros, pero no dejéis que me líe, porque entonces hablo aquí de mis dramas adolescentes durante horas y no creo que sea el momento.

Opto por la vía sencilla, pantalón negro, camisa blanca y mi inseparable biker negra. Para qué arriesgar cuando podemos jugar sobre seguro y salir todos bien parados. Giro mi muñeca para observar el reloj, lo que me faltaba también era llegar tarde esta noche. Había quedado en ir a recoger a mis padres y hermano a casa, una que ha nacido hija del año, que le vamos a hacer. Así que salgo casi pitando a la casa en la que he crecido hasta que decidí que era momento de salir del nido y vivir sola.
Me retoco el pinta labios en el ascensor, soy incapaz de pintármelos perfectamente a la primera, soy un desastre para muchas cosas, soy consciente. Pero sobre todo en esto de maquillarme, desde luego que ganarme la vida subiendo totorales a YouTube de como maquillarse, no sería viable.

Me aseguro de que lo llevo todo cuando salgo de coche caminando hacia el edificio donde residen mi padres. Me apoyo en el muro de la entrada y llamo varias veces al telefonillo para que bajen. La voz de mi hermano me contesta diciendo que ahora bajan. Pocos minutos más tarde escucho los pasos de mi familia y la puerta se abre. Mi padre me abraza dándome un beso en la mejilla, mi madre me da un beso de esos que duran varios segundos y mi hermano me pasa el brazo por el hombro caminando conmigo mientras mis padres van delante nuestra, igual que cuando éramos pequeños.

Llegamos al restaurante y abro la puerta dejando que entren todo delante de mía. La camarera amablemente se acerca hasta nosotros y sonríe al vernos, es lo que tiene ser cliente habitual.
Nos guía hasta la mesa y mi madre es la primera en fruncir el ceño nada más ver que no hay cuatro platos en la mesa, sino que hay siete. La camarera amablemente se retira y mi madre me mira cuestionando que no haya dicho nada al respecto.

(Un)Lost | Marco AsensioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora