EL CHOFER

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Aunque aquello era extraño, sabíamos que el lugar no era el adecuado, así que nos apresuramos por llegar donde se encontraban nuestros padres, porque aunque estábamos iniciando la adolescencia, el estar cerca de nuestros progenitores nos hacía sentir protegidos, después de todo no existe fuerza más poderosa que el amor fraternal de un padre. Al llegar, no los encontramos, fuimos a buscarlos en el bar, donde se supone que íbamos a ir nosotros; efectivamente, sentados en la mesa del centro, por ser la más grande, se encontraban conversando. Al vernos mi padre, se levantó diciendo:

-Les dije que aparecerían-; su tono era burlón y despreocupado

-¿Dónde se habían metido niños?-; preguntó la madre de Tomas

-Los buscamos por todo el colegio y no los encontramos-; informó la madre de Kenia

Nosotros callados nos acercamos a la mesa diciéndoles en donde habíamos estado todo este tiempo, pero la respuesta que nos dieron no la podíamos creer:

-Pero nosotros los fuimos a ver en el auditorio, hasta el último rincón buscamos, allí no estaban-; había reclamado el padre de Kenia

-Si esto es una broma suya, no me parece nada graciosa niños, nos preocupamos demasiado por ustedes, así que al menos díganos en donde estuvieron-; replicó el padre de Tomas

-Pero si ya se lo hemos dicho en donde nos encontrábamos todo este tiempo-; dije pero entonces me callé

Reflexioné y me di cuenta que mientras más refutáramos, más nos estaríamos incriminando. Al parecer esa lógica ya les había llegado a la mente de Kenia y de Tomas, porque ninguno de ellos intento defenderse. Todos quedamos en silencio, en el ambiente un aire de tensión absoluta; que necesitó de varios minutos para disiparse. Mi padre fue quien rompió con tanto silencio, afirmando:

-Ordenemos algo para comer que tengo hambre-; se tocó el estómago para reiterarlo

Todos reímos...Incluso yo, aun viendo a la niña a lo lejos caminar entre los árboles del bosque, junto a los demás cadáveres infantiles que por la lejanía apenas se podían apreciar...

En el resto de las vacaciones tuvimos varias reuniones en donde discutíamos la situación, intentábamos buscar respuestas. Si aquellos cadáveres no querían matarnos, entonces debíamos encontrar a quien sí quería hacerlo, pero porqué aún no lo había hecho, porqué a Alejandra le había matado la misma noche que vio a los muertos:

-Ellos dijeron que ella no los había escuchado, es verdad, a nosotros nos consta que estaba muy asustada esa noche, pero entonces se nos viene la interrogante...-; inicié pero no pude terminar porque mi madre me llamó

Al regresar ellos habían ya discutido el punto:

-Sabes, he leído que existen personas que tienen más desarrollados un sexto sentido, que permite ver a las almas que han muerto y no se resignan y que se resisten a irse de este mundo, quizás Alejandra pertenecía al grupo de esas personas, y sea por esa razón que en el agasajo solamente ella pudo observar a los muertos en el escenario, y por eso se desmayó, luego el miedo le hizo correr, intentaba huir y por eso murió

Pero en mi mente comenzaron a conjeturarse nuevas opciones, según lo que habíamos visto, nuestra amiga esa noche había sido impactada por un camión, esa era realidad, pero entonces recordamos que el conductor afirmó siempre que no fue su culpa, que no la había visto, que apareció de la nada. Eso resultaba difícil de creer, pero si había un ente más allá de nuestro entendimiento, entonces deberíamos encontrar una explicación y sabíamos que el conductor era el único que podría dárnosla:

-Tenemos que interrogarlo-; dijimos los tres al unísono

En primer lugar nos dirigimos a la hemeroteca de la ciudad y solicitamos los periódicos publicados el día siguiente a la muerte de Alejandra, de ese modo supimos que el nombre del conductor era Mateo Mercado. Luego de haber conseguido la información, nos dirigimos en un taxi a la cárcel en donde cumplía su sentencia y solicitamos a un guardia conversar con él, nos advirtieron que solo teníamos cinco minutos cuando lo tuvieron frente a nosotros. Al ver el denigrado rostro de aquel señor, con la mirada completamente pérdida; hizo que mi culpabilidad se hiciera una espina en mi alma. Lo hicieron sentar, nosotros hicimos lo mismo:

-¿Quiénes son ustedes y que quieren de mí?-; preguntó mirando a la mesa

-Somos compañeros de la chica que usted...-; me detuve, sin saber cómo suavizar las últimas palabras

-¡Yo no la atropellé!-; se adelantó el reo con gran seguridad

-Sí, claro..., lo sabemos, pero necesitamos que usted nos diga exactamente lo que vivió esa noche, su declaración nos será útil

-No me creerían, además son unos niños, no pueden hacer nada-; indicó

-Le vamos a creer, no tenga dudas de eso-; aseguró Kenia

-Bien, recuerdo esa noche, había llenado el tanque en una gasolinera a unos doscientos metros del colegio, no había recorrido ni cincuenta metros cuando vi a un tipo en la calle, de gran altura y contextura ancha, completamente calvo y de piel grisácea, aquel hombre pedía un aventón, me detuve porque me dio pena contemplar los harapos que llevaba puesto, además al entrar al carro apestaba como si ya se estuviera pudriéndose, de hecho así era, ¡si hubiera sabido el horrendo ser que era, no me hubiera detenido, era un zombi. A simple vista difícil de detectar pero teniendo una gran cercanía, hasta la persona con el olfato menos desarrollado lo podría identificar, cuando quise pisar el acelerador nuevamente, no pude, él ya había subido y se encontraba sentado a mi lado, ni siquiera sé por qué se los estoy contando, no le he dicho a nadie esta historia, me tildarían de loco. El hecho es que después de darme las gracias con una voz demasiado retumbante (pensé que estaría afónico), se quedó sentado mirando al frente por veinte segundos y luego con una mano esquelética, pero fuerte, me agarró del cuello y me dijo: "que pena que tenga que culparte de algo que no vas a hacer". Me levantó del puesto, sofocándome, con la cabeza completamente pegada al techo del camión y las piernas pataleando en el vacío, aquel engendro pisó el acelerador y condujo con la mano que le quedaba libre, riendo a carcajadas, hasta que por fin se desvaneció, dejándome allí completamente falto de aire, sentado, sin tener siquiera fuerzas para poder huir-; su mirada estaba completamente perdida

Aquella historia nos dejó conmocionados, en otra situación nos hubiera parecido absurda, pero allí sentados, sabíamos que todo lo que nos había dicho era la verdad, no hablamos por varios segundos, el resto de la historia ya la sabíamos. No nos pareció apropiado pedirle que continuara o que nos diera más detalles, pues de sus ojos salieron lágrimas de impotencia, le entendíamos. Ser acusado y estar encerrado por un crimen que no cometiste, y peor aún tener una declaración que nadie creería y sin pruebas, era vivir una pesadilla. Le agradecimos por lo contado, pedí a mis amigos que salieran y cuando me quedé con él a solas, le pedí disculpas, sin darle más detalles; él las aceptó desconcertado, en su mirada apareció un enojo entrecortado con la tristeza. Tenía un nudo en la garganta al saber que por un acto de inocente irresponsabilidad había un hombre encarcelado y una amiga muerta, y lo peor de todo es que no podía hacer nada por reparar el daño, solamente me quedaba la esperanza de tomar acciones para mantenernos con vida.

Ahora sabíamos el aspecto que tenía el malvado, el aspecto del verdadero culpable de la muerte de Alejandra, pero aún teníamos que averiguar la identidad del mismo y también la manera de deshacernos de él. Nos parecía una misión demasiado compleja como para resolverla nosotros que apenas éramos unos simples colegiales. Nos seguimos reuniendo hasta que fue nuestro primer día de clase, y hasta el momento nos había frustrado el no haber descubierto información nueva, a parte del hecho de que el fantasma solamente podía asesinar si se encontraba en los alrededores de la institución educativa, pero aquella no nos parecía una hazaña honorable, puesto que eso era evidente al vernos vivos aun después de haber pasado el tiempo, así como también era evidente que aquel día en que nos fuimos a inscribir en el colegio, nos habían protegido de él los espíritus de aquellos niños. Y aún nos quedaba la gran interrogante de averiguar: ¿Qué relación tenían aquellos espectros que observamos en el auditorio con el fantasma que intentaba asesinarnos?

LA OUIJA DE PAPELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora