MUERTE DE UN AMIGO

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Acordamos que los tres nos protegeríamos mutuamente (ese día esquivamos juntos un cable eléctrico y la ventana de la estancia que estuvo a punto de caerse encima de mí con tal fuerza como para decapitarme), no nos separaríamos más que para ir al baño, un error de nuestra parte. Tomas habría entrado allí y ni pasado diez segundos empezó a gritar, Kenia me ordenó ver qué era lo que pasaba. Todas las puertas de los retretes estaban cerradas, pero la última era golpeada una y otra vez:

-¡Tomas, Tomas, abre la puerta!-; le pedía intentando abrir la puerta, sin obtener ningún resultado, ni una respuesta de parte de mi amigo;-¡No te preocupes, voy a entrar como sea!

En ese momento sentí que el piso se humedecía, vi mis pies y pude observar que desde el otro lado de la puerta comenzaba a crecer un charco de sangre:

-¡Tomas, mierda, resiste amigo!-; supliqué pensando lo peor

Dejé de insistir con la puerta y abrí de un golpe la puerta de al lado, estuve a punto de vomitar al ver que algún desconsiderado no había bajado la palanca luego de hacer sus necesidades. Yo lo hice y bajé inmediatamente la tapa del retrete, para poder pararme encima de este y así apreciar el cubículo donde se había metido Tomas. Lo que vi me estremeció y aterrorizó: Lorenzo tenía agarrada la cabeza de mi amigo y lo golpeaba una y otra vez contra la puerta, que estaba completamente manchada de su sangre, grité con todas mis fuerzas pidiendo ayuda; el fantasma del pederasta dejó caer el cuerpo sin vida de Tomas y se abalanzó contra mí, así lo último que recuerdo de ese día fue que perdí el equilibrio y me golpeé la cabeza, luego todo fueron tinieblas...

Cuando por fin pude abrir los ojos, cuando recuperé la conciencia, habrían ya pasado dos días. Al principio todo era borroso, aun así, distinguí mi habitación. A mi lado, sentada y dormida sobre el borde de la cama (como en un pasado mi madre había cuidado de mí), Kenia. Estiré mi brazo y roce su rostro, se despertó con una amable sonrisa, como era de esperar. Acerqué mi cara a la suya y le di un beso. Luego me vinieron los recuerdos del baño cuarenta y ocho horas antes, acompañado con un dolor de cabeza:

-¿Qué te pasa mi amor?

-¡Tomas, Tomas!-; me apretaba fuertemente las sienes;-¿Qué le pasó?, ¡Dime que lo pudieron salvar, dime que se encuentra bien o al menos que está vivo!

-¡Él...falleció, ese maldito logró matarlo!

Nos abrazamos y lloramos en silencio, consolándonos mutuamente, lamentando el fatal destino de nuestro compañero y gran amigo; deseando que en el cielo hallara a Alejandra y añorando que estuvieran juntos por toda la eternidad. Sentí que mi madre entraba en el cuarto con gran sigilo, con el teléfono en la mano:

-Mis niños espero me sepan disculpar, pero tu mamá te llama, Alejandra

Alejandra asintió con la cabeza y enjugándose el llanto emanado de la tristeza, tomó el teléfono, agradeciendo a mi madre y salió de la habitación:

-Sé que debe ser difícil despertar y enterarte que tu mejor amigo ha muerto, hijo mío, pero debes ser fuerte, debes sacar fortaleza para ayudar a Alejandra a superarlo, ambos se deben ayudar, deben ser el pilar del otro

-Lo sé mamá, eso estamos haciendo, pero es que yo lo vi morir, yo vi como era asesinado

-¿Tú sabes entonces quién fue el asesino?, deberías declarar para que no quede en la impunidad

-Créeme, este caso sea como sea quedaría en la impunidad-; me levanté de la cama y me dirigí a abrazarle;-¿Cuándo es el entierro?

-Esta tarde Aurelio, a las tres es la misa, y luego la procesión al cementerio general

Incluso el cielo lloró esa tarde, las gotas de lluvia eran gruesas y mojaban hasta al más precavido que hubiese llevado una sombrilla. En el cementerio general de la ciudad abrieron el ataúd para permitir verlo por última vez a quien lo deseara. Kenia y yo, después del llanto de sus padres, salimos con nuestras manos entrelazadas. Al ver el pálido rostro de mi amigo, con la herida oculta bajo las vendas, nuevamente recordé la escena en la que perdí la conciencia e inconscientemente apreté con fuerza la mano de mi querida princesa, abrí los ojos al sentir que ella hacía lo mismo, al regresar a la realidad, o al menos a lo que creo fue la realidad, me di cuenta el porqué de su reacción: El difunto había abierto los ojos y había escupido el algodón de dentro de la boca:

-¡Irá por ustedes ahora!-; un negro en sus ojos engrandecía sus pupilas, como si el infinito del espacio y de la maldad se aprovecharan de su muerte para raptarlo a las sombras;-¡mierda, tienen que detenerlo, muchas vidas dependen de ello, si no lo hacen matará a diestra y siniestra en el colegio, además ya no los protege Diana, ahora que lo pienso esa puede ser la respuesta, no puede ser, ya no me dan más tiempo!

Cerró los ojos y apretó sus músculos faciales, quizás sentía que moría por segunda vez y tal vez la segunda muerte es mucho más dolorosa...Luego quedó quieto...Esta vez para siempre.

LA OUIJA DE PAPELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora