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¿Tener miedo o vivir con miedo?

Es una pregunta bastante sencilla cuya respuesta es igual de compleja si la basamos en sucesos pasados, inseguridades presentes y errores futuros. Puede doler entender que nada es perfecto y que algunas idealizaciones pueden llegar a ser enfermizas, como es el caso del amor.

– ¿Tengo qué hacerlo? – preguntó Sabrina Byrne un poco frustrada, a su novio Maxwell.

– Te queda camino al trabajo – respondió el castaño en un suspiro, mirándola fijamente – sólo tienes que llevarlo, hablar con la doctora y ya está – dijo con una sonrisa irónica, como si fuera lo más sencillo del mundo.

– ¿Y no lo haces tú porque...? – la chica pálida preguntó caminando hacia él con sus brazos cruzados.

– Porque te queda camino al trabajo – repitió en tono obvio tomando una de las tostadas de su plato.

– Es tu hermano – respondió con una pequeña risa – debería ser tu responsabilidad, no mía – bromeó.

– Y no lo es, Sabrina – contestó de igual manera antes de morder la tostada – es sólo que yo me tengo que ir – dijo con la boca llena. Sabrina negó con su cabeza.

– No hables con la boca llena Maxwell, es desagradable – rió un poco al verlo comer de manera tan insistente.

– La misma boca que besas – bromeó después de tragar y darle un pequeño beso en sus labios que la chica correspondió levemente – ahora sí – dijo tomando la taza de café y tomar un largo trago – me tengo que ir. Gracias por llevar a Ethan al doctor –

– No entiendo por qué tiene que ir al doctor – se encogió de hombros siguiendo a su novio, quien caminaba hacia la puerta – yo lo veo muy bien – el chico se detuvo para mirarla.

– Nuestros padres murieron – le respondió mirándola confundido antes de tomar la manija de la puerta para abrirla – tal vez yo no era muy unido a ellos, pero Ethan sí – suspiró – y ella lo ayudará con su depresión y esas cosas del duelo. Te veo en la cena, amor – se despidió cruzando la puerta y cerrándola tras él. Sabrina suspiró pesadamente, no porque no quisiera a Ethan, de hecho era un niño de trece años muy cariñoso que últimamente estaba decaído y desinteresado; era simplemente el hecho de que llevarlo con la doctora, podría hacer sentir al niño que no era importante para su hermano mayor.

– Ethan – lo llamó suavemente entrando a la habitación donde dormía – oh, estás despierto – sonrió al ver que ya estaba listo, de pie frene a la cama – ¿Quieres que te prepare algo de comer? – el niño negó con su cabeza.

– ¿Podrías llevarme con la doctora? – preguntó sin ánimos – no tengo mucha hambre – murmuró.

– Claro, vámonos – respondió simplemente, no iba a cuestionarlo, aunque últimamente no estuviera comiendo bien.

El tiempo en el auto camino al hospital donde trabajaba la doctora que atendería a Ethan era silencioso e incómodo, aunque con quien compartía el auto fuera un niño de trece años.

– ¿Hoy no irás a la escuela? – le preguntó Sabrina al niño que tenía la vista perdida en la ventana del copiloto.

– No lo sé, se supone que después de la cita con la doctora, Max vendrá por mí – se encogió de hombros tímidamente – espero que ella sea agradable – susurró, pero Sabrina pudo escucharlo.

– A lo mejor lo es – respondió intentando darle seguridad – es bueno tenerte estos días en el departamento – le comentó sinceramente. Ethan asintió.

Christina Darcy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora