Sabrina estaba lista, su maleta también lo estaba, su relación al fin acabó y dolía, pero lo que más le dolía estaba reteniendo sus lágrimas justo frente a ella.
– Hey, no llores, rubio – le dijo acariciándole el cabello. Ethan alzó su mirada para ver los ojos de la chica que estaba agachada mirándolo tan tiernamente y con profundo amor.
– No quiero que te vayas, Brina – dijo sin querer limpiar sus lágrimas – quiero que te quedes aquí conmigo, no importa si Max ya no es tu novio, puedes quedarte en mi habitación – hizo un puchero. Sabrina sonrió un poco.
– No es como si fuera a olvidarme de ti – respondió suavemente – vamos a volver a vernos, sabes que te quiero tanto – Ethan negó con su cabeza.
– Sí me quisieras no te irías – sollozó. Maxwell suspiró apartando su mirada, estaba en el marco de la puerta esperando a Sabrina, al menos la llevaría a casa de sus padres.
– Sabes, esta es la oportunidad perfecta para que Maxwell y tú se acerquen – le dijo luego de un par de segundos – además, yo me voy de casa, pero no de tu vida – Ethan sonrió al escuchar esas palabras – así que no más lágrimas – el niño negó con su cabeza antes de envolver su cuello con sus brazos – te quiero mucho, Ethan –
– Y yo a ti – le respondió sonriendo – el próximo año quiero intentar estudiar en la escuela donde trabajas, con los mayores – susurró haciéndola reír un poco.
– Eso me parece muy bien, en la otra sección – respondió. Ethan terminó el abrazó y mientras asentía, sacó del bolsillo del pantalón de su pijama un pequeño broche.
– Era de mamá – le dijo sonriendo – ahora es tuyo porque desde que murió, fuiste la única persona que siempre estuvo allí conmigo. Siempre te voy a querer, Brina – rió sonrojado. Sabrina sintió sus propias lágrimas formarse en sus ojos, era cierto, siempre estuvo para él, siempre acompañándolo a dormir cuando tenía miedo, siempre calmando sus pesadillas, siempre ayudándolo con sus deberes, siempre escuchándolo, siempre en cada momento que la necesitó, allí estuvo para él y era valioso de sobremanera – a veces las segundas oportunidades vienen en forma de personas – se encogió de hombros. Sabrina ladeó su cabeza – me lo dijo la doctora Darcy – rió reconociéndolo. Sabrina rió con él, sonaba como algo que Christina diría, quizá en un momento en el que estaba más concentrada en ella que en la conversación.
– Christina es muy inteligente, ¿No es así? – preguntó divertida.
– Y muy hermosa – suspiró sin dejar de sonreír – es demasiado bonita, Brina – Sabrina rió, lo sabía muy bien.
– Te quiero mucho, Ethan – le dijo antes de besar por un segundo su nariz, provocándole reír – no olvides hacer tus deberes. Le recordaré a Maxwell cómo te gustan los waffles, el tocino y el café. Sé que estarás en muy buenas manos – Ethan asintió sin dejar de sonreír, extrañaría a Sabrina pero debía respetar su decisión – nos veremos pronto – se levantó para caminar hacia la puerta y tomar su maleta. Dio la vuelta para mirarlo una última vez antes de irse.
– Te quiero también – dijo sacudiendo su mano – mucho, Brina – Sabrina asintió, extrañaría tanto a Ethan.
– Vamos – le susurró Sabrina a Maxwell una vez cruzó la puerta. El hombre asintió tomando la manija para seguido a eso cerrarla, y caminar juntos hacia el estacionamiento.
–
– Sabes que no tienes que irte, Sabrina – rompió el tan incómodo silencio que había dentro del auto.
– Nosotros ya no somos novios – respondió simplemente sin quitar su vista de la ventana – no tenemos que vivir en el mismo sitio –
– Pero también es tu casa, amor... – dijo inconscientemente, suspiró al darse cuenta – también es tu casa, Sabrina – la miró, pero ella no lo miraba a él.
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Christina Darcy.
Ficção AdolescenteSabrina nunca imaginó que, acompañar al pequeño hermano de su novio, con la excusa de sufrir secuelas debido a la muerte de sus padres, al doctor, también la llevaría a la vida de una mujer sin brillo en sus ojos que aparentaba ser feliz. Sabía que...