22.

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– No debiste continuar la pelea, Max – le dijo Sabrina mientras presionaba la herida de su ceja con un algodón, herida causada por Jacob Darcy, herida que casualmente era muy parecida a la que Christina tenía semanas atrás. Maxwell hizo un gesto debido a que le ardía.

– ¿Y qué querías que hiciera? – volvió a preguntarle – ese imbécil me golpeó primero, además, tú viste cómo trató a tu amiga – bufó – no podía simplemente dejarlo así –

– A mí también me molesta Jacob – suspiró sinceramente – pero mira cómo te dejó, rompió tu rostro – dijo dolida. A pesar de ya no amarlo, seguía siendo una persona muy importante para ella.

– Y yo rompí el de él – respondió orgulloso – ¿Le viste la cara? Ese imbécil no volverá a meterse con nosotros – hizo un gesto al sentir el ardor en su ceja cuando Sabrina quitó el algodón.

– Sí, Max, pero debes ser más prudente – le dijo dejando el algodón en la mesa para tomar una venda – recuerda que ese imbécil, como le decimos, vive con Christina, y me preocupa mucho que quiera saciar su ira con ella – Maxwell suspiró pesadamente antes de volver a sentir el ardor en su ceja cuando Sabrina le puso la venda.

– ¿Sigues pensando que él la golpea? – le preguntó confundido. La chica lo miró fijamente – digo, sí la golpeara no creo que ella habría sido capaz de hablarle como lo hizo allá – se encogió de hombros – piénsalo, amor, su relación es tóxica, sí, pero no creo que pase al maltrato físico – Sabrina rió irónica, lo había visto con sus propios ojos.

– Claro – sin embargo suspiró simplemente, no tenía ganas de discutir en general.

Sabrina continuó curando el rostro golpeado de Maxwell, sin poder dejar de preguntarse qué estaría haciendo Christina Darcy en ese momento. Lo que menos quería era tener que curar sus golpes de la misma manera y causados por la misma persona.

Christina Darcy se miraba a sí misma en el espejo del baño del sitio donde vivía, antes de iniciar su rutina diaria e ir a su consultorio para que Sabrina pudiera verle su destrozado rostro, ella quería verlo antes.

Tenía ojeras pronunciadas debajo de sus ojos, el moretón de su ojo izquierdo estaba a punto de desaparecer al igual que el que tenía en su mejilla, en cambio la herida de su labio seguía siendo permanente. Bajó un poco el cuello de su blusa y suspiró al ver el moretón que tenía debajo de su clavícula. Quitó la blusa de su cuerpo para ver con libertad todas las marcas que tenía en él. Abdomen, pecho, brazos.

– Tengo que... – ladeó su cabeza dejando que su cabello se interpusiera en la vista de sus heridas faciales, mientras contorneaba un moretón con su índice, con su mirada fija en ella misma a través del espejo – quizá sí... – a Christina ya no le provocaba absolutamente nada verse con golpes, antes lloraba en silencio hasta quedarse dormida, y ahora simplemente era normal verse con ellos. Miró su mano, su dedo anular específicamente, aquel anillo que debía sellar una vida llena de felicidad, solo la aprisionó en una miserable historia infeliz.

Eran las cuatro de la mañana, el clima era frío y eso la animaba un poco. Sonrió al pensar en Sabrina, debía ir ese día a su consultorio a verla. Afortunadamente no se encontraría con golpes nuevos, hasta ese momento.

Cuando terminó de ducharse, salió del baño con su bata puesta para caminar hacia la habitación que compartía con Jacob, sólo para verlo mirarse al espejo mientras acomodaba su saco. Entró sin ningún tipo de interés en lo que hacía.

– Ese imbécil de Maxwell de verdad me hizo hacer el ridículo ayer – dijo tomando un pequeño peine del tocador que había a un lado. Christina asintió tomando la blusa que había sobre la cama, Jacob había escogido su ropa de nuevo.

Christina Darcy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora