Sísifo

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Sísifo. Llamé a mi hámster así por el rey castigado de la mitología griega. Sísifo, rey de Éfira, fue castigado por su arrogancia siendo forzado a cargar una gran roca por una colina sobre sus hombros, por toda la eternidad, para que resbalara de nuevo cuando llegara a la cima y tuviese que empezar una vez más. A veces pienso que he condenado a la pequeña criatura por haberle dado ese nombre -siempre está dando vueltas y vueltas en su pequeña rueda sin ir a ningún lado-. Aunque pensándolo bien, esa es una de las cosas que tenemos en común: no vamos a ningún lado.

—¡Anna, tienes un invitado!—. Oí a mi madre gritar escaleras abajo.

Me siento bien, pero a mi cuerpo siempre le gusta estar en mi contra. Cuando me levanto, siento un fuerte dolor recorriendo mi cadera y me quedo inmediatamente sin aire. Rápidamente me doy por vencida y me siento en el borde de la cama. Después de un tiempo me siento aliviada y relajada de nuevo. Me pasa todo el tiempo, y naturalmente, también aquella vez. Y todo aquello me toma siempre varios minutos, minutos perdidos en una batalla sin sentido. Mi madre entró a la habitación. Llevaba puesto un vestido rosa y verde de flores brillantes, y un sombrero de paja que cubría una parte de su rostro.

Obviamente, sin falta,también llevaba su tulipán amarillo detrás de su oreja decorando su expresión. Se veía hermosa. Me miró y se sentó al lado mío en la cama.

—¿Estás bien?—Me preguntó.

—Sí, mamá, estoy bien, ¿quién está aquí?

—Es solo Christina, ¿le digo que vuelva después?

Christina es mi amiga del cáncer. Todos mis amigos son del cáncer. Y no, no significa que todos ellos tengan cáncer. La que tiene cáncer allí es solo una chica (yo) y, bueno, Christina es la excepción. Todos me tratan como si viviera del cáncer, para el cáncer, por el cáncer, cáncer, cáncer, cáncer. Aunque no voy a culparlos, es algo automático. No hay nada que puedan hacer.Mis interacciones con ellos son innecesarias charlas a base de sonreír, unas pocas palabras, y una extraña tensión. Pero con Christina al menos es un poco diferente. Ella también tiene cáncer (como ya dije), y por eso podemos ser de otra cosa y no del cáncer cuando estamos juntas.

—No, está bien— Le contesté.

Mi madre me miró. Había preocupación en su rostro.

—Mamá, estoy bien.

—Chris puede venir en cualquier otro momento, cariño, lo sabes...

—Mamá...— La corté, dándole una mirada.

—¡Bueno, bueno!—Exclamó—. Te está esperando abajo, baja cuando estés lista.

—¿Podrías decirle que suba? Estoy un poco agotada de ver a Sísifo en su jaula... ya sabes...

—¡Anna...!— Elevó el tono de su voz.

—¡Madre!—Elevé mi tono de voz a la par—. ¿Si digo que estoy bien es porque estoy bien, entendido?

—Cariño, yo...—Ella empezó a disculparse, aunque no tenía que hacerlo.

—Sí, sí—La interrumpí, sintiendo un nudo en el estómago—. ¿Puedes decirle a Christina que estoy aquí y que suba?

—Por supuesto.

Mi madre salió de la habitación. Raramente pierdo mi temperamento con ella, pero ese día estaba fuera de control. No se por qué. Me sentiría mal después. Ahora mismo no me importaba. Unos segundos después, Christina entró a mi habitación usando unos pantalones de ejercicio grises y una camisa azul. Ella solo tiene unos cuantos cabellos en la cabeza gracias a la quimio.

—Hola—Dijo sin más—. Alguien está de mal humor hoy.

—Siento que hayas tenido que escuchar la charla con mi madre.

—No importa. No deberías ser tan dura con ella. Está intentando—Continuó—. Hablándole a tu madre así... ¡Deberías estar castigada!

No podía hacer nada más que reír ante su comentario. Era nuestro pequeño chiste. Los chicos con cáncer no pueden estar en problemas. Era una de las cosas que estaba en lo que nosotras llamábamos "Las ventajas del Cáncer".

—Já, ¡sabes que no puedo estar en problemas, Christina Gates!—Exclamé—. Tengo cáncer, ¿quieres robar un banco conmigo?

Ella rió.

—Tal vez otro día—Me sonrió— ¿Cómo has estado?

—Bien, creo, hasta ahora he estado con Sísifo por allá—Señalé la jaula del hámster en un rincón del suelo de mi habitación.

Christina caminó hasta la esquina.

—El pequeño Sísifo... ¿Lo puedo tomar?

Asentí. Ella lo tomó y lo sostuvo en sus manos por un tiempo. Después, lo dejó en la cama y él se escabulló.

—¡Oh, no, Sísifo!—Exclamé dando un salto.

Christina no parecía preocupada.

—¡Cálmate! ¿A dónde podría ir?

—¡Oh, no sé! Quedará atrapado en algún lugar y morirá. O mejor aún, hará sus necesidades en mi cuarto...

—¡No te preocupes! Lo encontraremos. ¿Entendido?

—Bueno...

Ella se sentó al lado mío.

—¿Que tienes, Annie?

—Nada—Miré el suelo, esquivando sus ojos.

—Vamos, dime, ¿qué piensas?

—Solo estoy cansada, creo—Solté por fín.

—Deberíamos hacer algo...

La miré.

—¿Como qué?

—¿Quieres ir al café por un Frappe gratis?—Me ofreció.

—¿Gratis?

—Ajá... ¡Ventajas del Cáncer! Hay un chico muy agradable. Bebidas gratis todo el tiempo.

—No lo sé...

Sísifo salió de debajo de mi cama. Lentamente me levanté y lo atrapé entre mis manos.

—Sísifo puede venir, si quieres—Christina agregó.

—Dudo que dejen entrar hámsters a los cafés.

Ella sonrió.

—Sí, sí dejan.

Le devolví la sonrisa.

—Claro que dejan—Dije—. Tengo cáncer.

~~~~~~~~~~

Cuando llegamos de vuelta, le dije adiós a Christina y subí a mi habitación. Tomé a Sísifo de su pequeña jaula de mano, y lo puse en la grande. Fue derecho a su pequeña rueda y empezó a girar y recordé por qué lo llamé así. Quizá él sí tenía un poco de esperanzas. Tal vez en realidad él sí estuviera yendo a algún lado. Más adelante sabría que ese "algún lado" no era el que yo imaginaba que era.

Un Dolor ImperialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora