Rata de laboratorio en la ciudad de Bayport

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Cuando Jett Lauren me preguntó que si quería ser su novia, le respondí que no tenía sentido que se enamorara de una chica con una enfermedad terminal.

Y cuando descubrí lo que el Tulipán Holandés y mi madre me habían hecho, me desmoroné desde mi interior, segura de que no me iba a curar en ningún futuro próximo.

Me estoy rompiendo.

Pero supongo que debo comenzar desde el principio.

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—Yo te conozco.

Estiré mis manos para alcanzar mis libros de texto. Caminé hasta la puerta y noté a Jett a mis espaldas, siguiéndome al pasillo después de clase. Mi mente era un caos y hubiera matado para poder conseguir un momento de soledad conmigo misma donde no tuviera que pensar en eso.

—Mira, estoy realmente cansada y nunca te había visto en mi vida— Mentí.

Jett mantuvo su expresión.

—No— Él dijo—d Sí lo has hecho.

—¡Si eso quieres creer!—Rodé los ojos—. Ahora, si no te importa, tengo un largo camino que recorrer para encontrar mi próxima clase.

—Puedo ayudarte.

—No. No. No tienes por qué hacerlo. Sólo nos vimos en la fila del hospital, no estás obligado a ser mi amigo—Inconscientemente, había recordado dónde había visto a Jett y había hablado sin pensar. Me di cuenta de mi error y recosté mi frente en los libros que llevaba. Inhalé profundamente.

—Así que me recuerdas— Dijo Jett con una sonrisa de victoria.

—Bueno, sí. Creo que recuerdo haberte visto en... el hospital. Fuiste algo grosero conmigo si no estoy mal.

—En mí defensa, te estabas saltando la fila.

—Tenía algo importante que hacer, ¿bueno?— Le miré burlonamente con los ojos entrecerrados— Y parece que sobreviviste ese agonizante minuto extra en la fila. Te aplaudo, valiente soldado. Ahora, me tengo que ir.

—Sí, yo también. ¿Te veo después?

—Claro— Respondí.

Después de eso, mis interacciones con Jett fueron episódicas, sin embargo, las disfrutaba cada vez más. Algunas veces, podía pasar todo un día entero sin dirigirme la palabra, y otros días, parecía como si fuera la única persona en su mundo. Cada vez que hablábamos, era casi como si estuviéramos transcendiendo en el tiempo. No en una manera espiritual, tampoco romántica. No, no funcionaba de esa manera. Solo que cada vez que hablábamos, era una cosa totalmente diferente. Nunca continuábamos conversaciones antiguas, incluso si no las terminábamos. Una vez nos alejábamos, todo lo que habíamos vivido ya no existía. Podíamos viajar en la línea del tiempo; encontrarnos con el otro cada vez que deseábamos sin tener una razón concreta.

Sí, fue agradable mientras duró.

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Todo lo que puedo decir es que todo lo hago por mi madre. Todo lo hago por ella. A veces pienso que mi vida no es nada más que un castigo inminente para ella, y lo digo de la mejor manera que puedo. Así que cuando me dijo que quería probar en mí un nuevo tratamiento, dentro de mi cabeza, yo solo podía quejarme pero en el exterior actué como si en realidad pensara que podía llegar a hacer algún cambio. Lo que su pobre alma no podía entender era que yo conocía mi cuerpo mejor que nadie. Conocía mi cuerpo mejor que todos los doctores con sus costosas máquinas y podía sentirlo agotándose lentamente. Le hubiese podido decir, pero su mente no lo hubiera aceptado. Hubiera rechazado este pensamiento. Como siempre lo hace.

Un Dolor ImperialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora