En realidad no sé qué era lo que me esperaba. Algo sorprendente quizá. Algo sorprendente y planeado. Debió haber sido como una escena en alguna película; una heroína con una misión noble y un buen final feliz. En cambio, mi primer día en la escuela fue algo así como la tostada que tragué con esfuerzo esa mañana: seca y algo gris.
Mi madre estaba probablemente más nerviosa que yo. Se enredaba con sus palabras y cruzaba sus dedos mientras hablaba.
—Escucha, Anna, no tienes nada de qué preocuparte ¿está bien? Si no te gusta, puedes volver a hacer escuela en casa. No me importa en absoluto. En serio, Anna, no me importa. Si empiezas a sentirse... Eh... Si tú... Si no te sientes bien entonces ve a la oficina. Puedes hacerlo, hablé con ellos. La señora en el teléfono... Eh... La de la oficina... ¡Oh, Anna, no puedo recordar su nombre!
Sitúe mis manos en sus débiles hombros.
—Mamá—Dije despacio.
—¿Sí, Anna?
—Estaré bien. Te lo prometo. ¿Me crees?
Ella suspiró y se liberó de mis manos. Su cara se congeló y tragué el silencio mientras esperaba su respuesta. Cuando finalmente salió del trance, con sus palmas me atrajo hasta su pecho enredándome en un apretado abrazo. Al principio traté de resistirme, pero al final dejé que me consumiera. Casi podía oír el delicado latido sordo de su corazón mientras respiraba en mi cabello. La rodeé con mis manos atrayéndola incluso más cerca. Podía sentir su nudosa columna contra la suave piel de mi brazo.
—Siempre he creído en ti—Lo dijo con una voz casi irreconocible. Tan débil.
No le había preguntado si creía en mí, sólo si me creía, pero ella lo había dicho y era exactamente lo que necesitaba. Tal vez, secretamente, era lo que realmente le había preguntado.
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Betty. Ese era el nombre de la señora en la oficina.
Había estado escuchando a Carolyn sobre qué era lo que tenía que hacer si me sentía mal, de qué hacer si me perdía, de cómo Dael en serio había querido estar allí para escoltarme en mi gran día y como había sido llamado para algo importando en el negocio, en el trayecto del carro.
Pasé al lado de varios grupos de amigos solo hablando para decir "disculpa" y evitando al máximo hacer contacto visual con alguno de ellos. Sabía que Carolyn me miraba desde el carro mientras entraba en el enorme edificio. Aceleré el paso tratando de escapar de su mirada y de estar rodeada de tantos adolescentes. Iba vestida con colores grisáceos para resaltar menos a propósito. También me había aplicado algo de maquillaje para tratar de ocultar el tono pálido que tenía mi piel. Empecé a sentir calor y mi maleta se sentía más pesada con cada paso. Había imaginado ese momento un millón de veces antes en mi cabeza y jamás imaginé que estaría tan nerviosa. Me sentía estúpida. Dejé escapar un suspiro de alivio cuando me hice camino hasta la oficina.
Betty era una menuda señora asiática con una personalidad algo pretenciosa. Tan pronto como llegué a la oficina, acomodó su cabello y supo de inmediato quién era yo.
—Debes ser Anna.
Bajé la mirada y alisé mi camisa.
—Sí... Eso creo.Betty me dio una mirada de fastidio. El surco desconocido de sus cejas casi me sorprendió. Se supone que no puedes fastidiarte con alguien que tiene cáncer.
—¿Eres tú o no?
—No... Es decir, sí... Soy Anna... Nolan—Dije mientras hundía mis uñas en la palma de mi mano y daba unos pasos hacia su escritorio.
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Un Dolor Imperial
Fiksi PenggemarMi nombre es Anna. Tengo dieciséis años y tengo cáncer. Pero no te preocupes por mí, estoy perfectamente bien. Deberías preocuparte, al contrario, por mi madre obsesionada con los tulipanes, por su amante misterioso, El Tulipán Holandés, y por mi...