Capítulo 7

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-Aquí tienes tus papeles -le dijo, Alfred, cansado, lanzando la carpeta a la mesa del despacho.

-Muchas gracias, mon ami Alfred -agradeció, Francis, y cogió la carpeta entre sus manos para revisar el contenido de los papeles-. ¿La leíste? -preguntó, dejándola en la mesa de nuevo otra vez cerrada.

-No, ¿por? ¿Acaso debía hacerlo? -cuestionó, de vuelta, esperando que Francis no le entretuviera más. Quería irse cuanto antes a su habitación de la residencia para descansar. ¡Había caminado demasiado y todavía quedaba ir a la residencia!

-Non, non, no debías -contestó, negando a su vez con la cabeza-. En fin, muchas gracias por traerme los papeles. Me ahorraste soportar a Arthur enfadado -dijo, emitiendo una leve carcajada después.

-Pues sí wey, no mames -contestó, Alfred, con la frase de aquel meme que una vez vio-. Además, me dijo que te pegara una patada en los huevos. Pero como soy un héroe, no lo voy a hacer -informó, inflando el pecho orgulloso por su acto heroico.

-Honhonhon... Que carácter tiene mi viejo amigo... Bueno, muchas gracias por tu benevolencia. Ya no te entretengo más -le dijo, el francés, haciéndole un gesto con la mano para que se marchara ya de una vez por todas.

-Okay -Alfred no dijo más y salió del despacho, pero en el momento en el que iba a cerrar la puerta escuchó unos murmullos por parte de Francis.

«Arthur tiene suerte que no recuerde nada»

El americano no quiso hacerle mucho caso a las palabras de su profesor, pero no pudo evitar hacerlo. Es decir, escuchas algo así de sospechoso en un murmullo de alguien como Francis y lo mínimo que haces es pensar sobre ello e intentar darle un razonamiento a sus palabras.

«¿Por qué tiene suerte? ¿Quién no recuerda nada? ¿Por qué? ¿Tendría que ver con los papeles que le dio?». Esas eran las principales preguntas que recorrían su mente mientras preparaba su cena (precocinada, claramente) en su cuarto. Todo un misterio que resolvería de la forma más simple de todas: preguntarle mañana a Arthur sobre el tema.

Aunque teniendo en cuenta las últimas palabras que le dijo Arthur, no creía que fuera a tener mucho tiempo para preguntarle sobre un tema así; y, tampoco creía que se pudiera a atrever a preguntarle en el momento de la verdad. Pero, bueno, por intentarlo no perdía nada... A no ser que Arthur se enfadara, pues entonces podría perder muchas cosas.

Y así, con rapidez tomó su cena para irse pronto a dormir (por raro que parezca). Mañana debía madrugar bastante para hacer preparar las cosas que iba a llevar a casa de Arthur, es decir, mañana sería viernes por lo que se quedaría allí a dormir la noche del viernes y la noche del sábado, por mucho que Arthur le hubiera dicho que no necesitaba llevar la ropa. Uno debía ser precavido, sobre todo por los extraños gustos del inglés respecto la ropa.

-Listo -dijo, muy animado, una vez su mochila estaba preparada. Cuando terminaran mañana las clases, vendría rápido a dejar las cosas de clase y cogería la ropa guardada (junto algún que otro videojuego).

Se puso el pijama y durmió tranquilamente toda la noche, a pesar de haber tenido algún que otro sueño subidito de tono con cierto inglés. Lo mismo de cada noche, menos en las cuales tenía algún sueño sobre aquel vago recuerdo de su amor y amigo de la infancia.

-Shut up -gruñó, el americano, al apagar la ruidosa alarma de su móvil. ¿Por qué pondría la canción predeterminada de los móviles Nokia antiguos? Era realmente absurdo, como su existencia.

El día pasó rápidamente entre clases y charlas con sus compañeros y "amigos", los cuales la mayoría eran ex parejas. Y, al fin, llegó la hora de ir a la residencia a coger las cosas. Su inglesito querido le esperaba en su castillo para ser salvado.

Fantasías de un inglés malhumorado [Au/UkUsUk]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora