2.

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Kagome no podía estar más enfadada consigo misma en ese momento. Por fin, después de terminar el verano y haber empezado las clases, volvía a ver a Inuyasha en persona, y no pudo pasar de la educada conversación sobre dónde estaba viviendo, qué le parecía la universidad y cómo estaban sus padres.

Qué triste, de verdad.

Pero eso no fue lo que la hizo enfadarse tanto. Lo que pasó fue que, de pronto, empezó a sentir la mirada de alguien clavada en su nuca. No era una sensación de miedo, era más bien incertidumbre y odiaba no saber quien estaba poniendo sus ojos sobre ella en esa casa llena de gente.

Decidió volver con su amiga Kikyo quien estaba pasando un buen rato con Rin mientras bailaban, ambas animaron a Kagome a hacer lo mismo.

- ¿Lo conseguiste? - gritó Kikyo para que se oyera su voz

Pero Kagome negó con la cabeza algo alicaída. 

Su amiga la sonrío mientras la abrazaba tiernamente y Rin se unió al abrazo. 

En ese momento los ojos marrones de Kagome se fijaron en cómo Inuyasha se encontraba en la pista de baile, obviamente bailando, y no estaba solo. Una chica un poco más alta y delgada que Kagome, con melena castaña ondulada y peinada en una larga coleta acompañaba al único amor de su vida mientras sus caderas se acompasaban y sus miradas detallaban el cuerpo del otro.

La azabache se disculpó y corrió a la cocina a refugiarse de aquella visión que la había enfadado. Claro que no estaba enfadada con aquella chica, ella no tenía la culpa, estaba enfadada con ella misma, por no ser capaz de decirle de una buena vez lo que sentía al chico de ojos dorados y pelo plateado.

Se agarró a la mesa con fuerza mientras suspiraba. Lo sabía, Inuyasha era un mujeriego, y si ella y él no mantenían una relación no tenía que decirle nada porque no era su vida. Pero aún así dolía, y mientras intentaba no llorar por su amor no correspondido y pasar página como bien había dicho su amiga Kikyo volvió a sentir aquella mira clavada en su nuca. Entonces vio al dueño de esos ojos azules centelleantes que recorrían su cuerpo sin vergüenza alguna, los ojos del dueño de la casa, los ojos de Bankotsu Mashima.

- Hola, preciosa, creo que no nos han presentado... - habló él mientras se acercaba a la encimera

- Hola

Tenía una voz dulce, y al chico de la trenza le encantaban las cosas dulces.  Se acercó a ella sigilosamente, cual depredador mientras no dejaba de mirarla a los ojos.

Kagome no se movió mientras este se acercaba a ella, necesitaba hablar de cualquier cosa con alguien, aunque ese alguien pareciera un tonto libertino. Además, gracias a la música, si ambos querían decirse algo sin perder la voz en el intento tenían que estar cerca.

A la azabache no le gustaba el alcohol, pero cuando Bankotsu señaló con la cabeza a una nevera llena de cervezas no se lo pensó dos veces y tomó un par, para ofrecérsela a él y para tomarse ella.

Bankotsu no dijo nada mientras la joven bebía, la mano que tenía apoyada en la encimera poco a poco fue cortando la distancia hasta dejar a Kagome entre sus brazos, la chica se dio la vuelta aún con la cerveza en la mano topándose con la sonrisa ladina que le había sacado suspiros a más de una, pero en vez de suspirar, para sorpresa de Bankotsu, esta solo lo miró sorprendida por su cercanía.

- He visto como miras a Taisho, ¿de verdad te interesa ser su perrita y estar detrás de él aunque no te haga caso?

- ¿De verdad te interesa tanto la vida de una desconocida? Porque si es así, tu vida debe de ser muy triste.

El chico sonrió, tenía carácter y eso le gustaba. Sin alejarse lo más mínimo de ella dejó la cerveza que Kagome tenía entre sus manos en la encimera para después volver a colocar sus brazos para que no se fuera.

- A mi parecer llevas enamorada de él un tiempo y Taisho no te ha hecho ni caso- contestó encogiéndose de hombros.- ¿O me equivoco?

- No es de tu incumbencia.

- No me equivoco.- entendió

Volvió a sonreír, esta vez de lado. Había conseguido la manera de conseguir algo que podía hacer rabiar a Taisho, Kagome. La chica no era fea a su parecer y besar esos labios pintados de rojos tampoco iba a hacerle nada malo.

- Creo que me voy a ir yendo con mis amigas...- susurró ella colocando una de sus manos en el hombro del jugador para apartarlo.

Pero este se resistió y lo que hizo fue pegarla a su cuerpo y besarla fervientemente. Sus labios se amoldaron a los rojos de la chica y comenzó a moverlos con vehemencia, repartiendo pequeñas mordidas que luego suavizaba al pasar su lengua. A Kagome le costó reaccionar y colocó ambas manos en sus hombros para apartarle pero, finalmente decidió dejarse llevar cuando la voz de su amiga diciendo que debía de olvidarse de su primer amor salió a flote en su cabeza.

- ¿Qué te parece si pasas página conmigo?- susurró tan cerca de su oído que sus labios rozaron el lóbulo de su oreja y la estremecieron.

- ¿Estás loco? - murmuró mientras los labios del chico acariciaban con suavidad su cuello.

 - Vamos, muñeca...- susurró en su oído- solo es una noche...- sonrió pícaro, olía a vainilla- solo eso... una noche...  

Las manos del ojizarco acariciaron su cintura y los brazos de Kagome se enredaron en su cuello mientras ambos volvían a besarse. El moreno disfrutaba de lo dulces que eran sus labios mientras Kagome pensaba que, por una vez, se dejaría llevar y haría lo que quisiera.

Cuando se vio sentada en la encimera de la mesa, con las piernas entreabiertas para que él cupiera en medio de ellas se sonrojó y no pudo evitar sonreír al escuchar una de sus canciones favoritas sonando a todo volumen en el salón.

Bankotsu decidió dejar atrás ese sentimiento tan reconfortante de los latidos de su corazón acompasados con el ritmo de la música para intentar escuchar los suspiros que robaba a la azabache.

- Solo una noche...- murmuró Kagome mientras el chico de la trenza se separaba de su cuello después de haber dejado una marca.

- Solo una noche. - concluyó Mashima antes de agarrar su mentón con una mano y volver a besar sus labios.

Propuesta Indecente. [BanKag]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora