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La verdad es que el baño de la universidad no había tenido tanto uso desde la época de exposiciones de fin de curso. Obviamente, no eran los únicos servicios de todo el campus, pero eran los más alejado del recinto y el menos moderno. Kagome podía recordar a la perfección como una vez casi salta del susto al encender la luz y escuchar un ruido ensordecedor por culpa de la antigua red eléctrica.

Pero ahí estaban de nuevo, dos semanas después de la famosa fiesta, la joven azabache con las piernas entreabiertas y sentada sobre el lavabo y el chico de la trenza entre sus piernas y con sus manos en sus caderas dibujando círculos con sus dedos. Sus manos subieron por sus brazos desnudos hasta acunar su cara para besarla y apretarse más contra ella. Las manos de Kagome se aferraron a sus hombros para besarle mejor mientras cerraba los ojos y se dejaba llevar por esa electricidad que le recorría la columna.

Bankotsu abrió los ojos justo unos segundos antes de que Kagome lo hiciera, y qué vistas... Sus pestañas rozando sus mejillas, sus labios hinchados, su piel levemente enrojecida, Dios... esta niña le estaba encantando.

- Como hoy vuelves a no llevar chaqueta, tendré que asegurarme de que te caliento lo suficiente, ¿no, muñeca? – habló mientras acariciaba sus muslos sobre las medias y colaba sus pulgares dentro de la falda para alzarla.

El lavabo era lo suficientemente largo para que la azabache pudiera apoyar su espalda sobre él, así que, apoyó sus codos e inclinó su cuerpo hacia atrás mientras las manos de Bankotsu se hacían cargo de sus medias y se las bajaba hasta los tobillos. Se puso de rodillas y sus grandes manos sujetaron sus rodillas mientras su lengua trazaba un largo camino por sus muslos, llenándolos de besos, saliva y alguna que otra mordida. Pronto llegó a su centro y deposito un beso sobre la tela de su ropa interior, antes de que sus dedos se colasen entre sus piernas y retirasen esa última barrera. Siguió son su camino de besos por el otro muslo en lugar precipitarse sobre ese lugar deseoso de tacto.

Kagome tuvo que morderse el labio para no chillarle que empezara de una vez, en vez de tenerla así, revolviéndose sobre el lavabo sin conseguir lo que quería. Se apoyó por completo y sus manos bajaron para enredarse entre el pelo negro del chico y destrozar su trenza. Bankotsu pilló el mensaje enseguida, pero no fue tan rápido para acatarlo.

Dos dedos rozaron levemente su clítoris con la yema de los dedos, continuaron su camino hasta introducirse en su interior haciendo que soltara todo el aire. Comenzó a meterlos y sacarlos en un vaivén tortuoso y lento. La joven estaba envuelta en sus palabras de aliento, mientras susurraba lo guapa que se veía en ese momento y lo bien que se sentía él al tenerla así.

- Eres mi perdición, Kagome. 

- ¿Estás seguro?

Bankotsu sonrió mientras la miraba a los ojos. Después de quedar durante casi medio mes todavía se le escapaban cosas de la personalidad de su compañera. ¿Realmente la conocía? Solo sabía sus gustos en la cama, que tenía una gran amiga que no estaba en su misma facultad y... bueno, que estaba colada por Taisho. Tampoco podía exigir saber más, él tampoco se había dado a conocer y lo único que le había dicho era que prefería lo salado a lo dulce. Ella ya sabía qué estaba estudiando, en qué curso estaba y que formaba parte del equipo de la universidad.

Después de terminar su sesión diaria, ambos estaban apoyados en el lavado que anteriormente habían utilizado. No habían puesto la calefacción en ese edificio así que Kagome se abrazaba a sí misma como podía para mantener el calor. Al ver esto, el chico de la trenza decidió tenderle su sudadera.

- No pasa nada. Tengo un cambio de ropa en la taquilla del gimnasio, cogeré la sudadera del equipo y me la pondré.

La azabache asintió mientras deslizaba la prenda por encima de su cabeza y pasaba los brazos. Cuando se levantó, se dio cuenta de que por poco la tela no le cubría las rodillas. Volvió a mirar a su acompañante que también se había percatado del gran tamaño que parecía tener la ropa en su cuerpo y la mirada con una sonrisa infantil.

- ¿De verdad?

- Es mejor así. Prefiero que no pilles un resfriado. No quiero que mientras follemos se te caigan los mocos.

Higurashi se limitó a pegarle en el pecho y salir de allí, tenía que llegar a su primera clase del día. No supo más del jugador durante toda la mañana. Supuso que terminaría llevándose la sudadera consigo y ya se la devolvería lavada el día siguiente o cuando lo llamara. Recibió un mensaje en su correo, su profesor de última hora no asistiría por un imprevisto. Se acordó de que Bankotsu y los demás tendrían algún entrenamiento o una práctica más o menos a la hora de comer y pensó en tomar algo en la cafetería del campus y pasarse por el gimnasio para devolver la prenda. 

Tampoco corría prisa, lo sabía, pero tampoco le gustaba deber cosas a la gente y prefería agradecerle y devolvérsela antes que llegar con eso a casa y que Kikyo entrara en modo detective para averiguar todo lo que había pasado esta jornada.

Cuando se quiso dar cuenta, ya estaba caminando hacia el gimnasio. Era un camino de tierra que muchas veces usaban para correr en los entrenamientos. A cada lado había distintas canchas para distintos deportes, una para tenis, otra con canastas para baloncesto, otra que parecía para jugar voley y la más cercana al gimnasio, la de fútbol. Se sorprendió al ver a una figura caminando sola por esta última pista. Conforme se iba acercando, reconoció a la silueta y su corazón dio un vuelco.

Era Taisho, Inuyasha Taisho.

Y no parecía demasiado contento.

Habían sido amigos desde siempre. Se llevaban pocos años pero los suficientes para que el mayor solo viera en ella una gran amiga y una hermana pequeña a la que proteger. O al menos eso había dado a entender durante todos sus años juntos. Se conocían demasiado, tal vez mejor que a sí mismos, pero las cosas cambian y, cuando llegó el momento de que Inuyasha se fuera a la uni y Kagome continuara en el instituto, todo cambió bastante. Pero Kagome seguía sintiendo lo mismo por él cada vez que lo veía, y él parecía querer mantener esa amistad.

En cuanto sus orbes dorados se fijaron en ella, sus piernas comenzaron a correr en su dirección. Kagome sonrió tímidamente mientras sacudía su mano para saludarle a pesar de la distancia, pero no se esperó su tono demandante.

- ¿Qué haces con Mashima?



:3 Ahhh, qué emoción

¿qué creéis que pasará?

gracias por leer.¡ 

Propuesta Indecente. [BanKag]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora