4.

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Kagome abrió los ojos con lentitud, todo estaba en completo silencio y no había luz por ningún sitio, todo el lugar estaba sumido en la oscuridad. Su cuerpo pesaba y, como siempre que quería dormir otro rato, se dio media vuelta y cerró los ojos. Pero esta vez fue distinto.

Al darse la vuelta su frente chocó con algo, y al abrir sus ojos marrones se topó con el fornido pecho de nada más y nada menos de Bankotsu. Miró hacía arriba encontrándose con su tez morena y sus ojos cerrados.

Su cuerpo se encogió un instante al recordar toda la noche anterior. La fiesta, Kikyo, Inuyasha, la cocina y, finalmente, su lío con Bankotsu. Cuando ella misma se dio cuenta de su nerviosismo, se lo reprochó mentalmente y se calmó. Era una adulta, acostarse con alguien una noche no era nada fuera de lo normal, y menos en la vida de una universitaria.

Mientras seguía repitiendo estas frases en su interior, el cuerpo del joven se removió en la cama y su brazo agarró el cuerpo de la chica y la acercó a él.

- Buenos días, preciosa, ¿qué tal has dormido?

Kagome miró de reojo al muchacho antes de alejarse de él con ayuda de sus manos, se sentó al borde de la cama y no se molestó en taparse, total, ya se habían visto sin ropa.

- Bien, ¿tú? - contestó mientras miraba al suelo.

Estaba segura de que su ropa tenía que estar regada por el suelo de la habitación. Pronto encontró sus bragas y su sujetador. Cuando se los puso, caminó por la habitación buscando su vestido.

- Muy bien - dijo Mashima mientras miraba su trasero al agacharse para coger el vestido con una sonrisa pícara.- ¿Te acerco a casa, preciosa? – preguntó saliendo de la cama.

Kagome se quedó pensando mientras se abrochaba el vestido. Tenía que llamar a Kikyo de todas formas porque no le dijo nada y debía de estar preocupada. Pero finalmente accedió, lo mejor sería quedar con su amiga en su cafetería favorita para que no la riñera demasiado.

- Si no te molesta, podrías llevarme al centro...- accedió mirando cómo se ponía los pantalones.

Bankotsu asintió y entró al baño, se echó colonia y salió de allí con la colonia en la mano. Pillando a Kagome desprevenida, la roció con ella antes de abrir la puerta y esperar a que ella saliera primero. La guio hacia la sala de estar, donde todavía se encontraban algunas personas durmiendo, subió las escaleras para llegar a su habitación y coger las llaves de su coche y bajó con rapidez para caminar junto a Kagome hacia la salida.

El coche de Bankotsu era negro, con las llantas oscuras y el interior de color crema, la tapicería de cuero de ese color contrastaba con la pintura del coche oscura, pero era un contraste que no desentonaba, si no que le daba un aire moderno y futurista. Además, era todoterreno y poseía una baca metalizada.

Ya en el coche, el chico de la trenza encendió la radio y una canción de Charlie Puth sonó consiguiendo que ambos sonrieran. Cuando salió a la carretera y condujo dirección a la ciudad miró de reojo a su acompañante y preguntó:

- ¿Dónde te llevo?

- A la calle del Café Goshimboku

Él asintió y pisó el acelerador. Kagome decidió bajar el cristal y la brisa mañanera despejó su mente unos instantes. Miró el móvil, las doce de la mañana. Miró de reojo a Bankotsu cuando pararon por culpa de un semáforo, él se puso unas gafas de sol y ella escribió a su amiga.

Minutos después, ambos se encontraban en el centro de la ciudad, el coche caminaba por las calles grades y medio peatonales hasta pararse frente a dicha cafetería. El ojizarco sonrió de lado mirando a Kagome.

- Gracias. – murmuró antes de salir del coche.

- No es nada.

Antes de cerrar la puerta del todoterreno, la chica lo miró una última vez.

- Kagome Higurashi.

- Bankotsu Mashima.

- Adiós, Bankotsu.

- Hasta luego, Kagome Higurashi.

Cuando el coche desapareció de su campo visual, la joven agarró su teléfono y llamó a su amiga.

- ¡Kagome! ¿Dónde estabas? ¡Estaba muy preocupada! - se escuchó por el teléfono

- Perdón por no haberte avisado, no me ha pasado nada, tranquila.

- Me lo tienes que contar todo, tía

- Vente al Goshimboku y hablamos. Te espero en nuestra mesa.

- De acuerdo, ahora mismo voy.

Cortó la llamada y entró en el local. Kikyo y Kagome se conocía desde pequeñas, pero no se hicieron amigas hasta los últimos cursos en el instituto. En esa época, se juntaban en ese café para estudiar y para hablar. Su mesa favorita era una del fondo, ya que en ese lugar debías de subir dos escalones y las cinco mesas del fondo estaban rodeadas de estanterías con libros y decoradas con luces y algunos objetos de decoración. Se sentó allí y se alisó el vestido, era cierto que no se había aseado nada desde que se despertó, pero tampoco quería quedarse tanto tiempo por allí, total, solo se habían acostado. La colonia de Bankotsu inundó sus fosas nasales y agradeció que le echara un poco antes de salir. Con un coletero que tenía en su muñeca se hizo una coleta medio baja antes de que si amiga apareciera.

El camarero también hizo acto de presencia y ambas pidieron lo de siempre.

- Bueno, bueno... ayer no estuviste conmigo... ni tampoco con Inuyasha. ¿Qué hiciste, Kagome Higurashi?

La nombrada suspiró antes de hablar.

- Ayer me acosté con Bankotsu. - murmuró

- ¿Qué? – susurró su amiga con los ojos como platos

- Si quieres más detalles, acompáñame al baño. Quiero quitarme el maquillaje.

Propuesta Indecente. [BanKag]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora