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El peliplata estaba completamente sudado. Su respiración era irregular y se le marcaban las venas de los brazos porque tenía las manos cerradas en puños. Pero sus ojos dorados, grandes y afilados, no separaron la mirada de Kagome. La menor se sintió nerviosa, intranquila, más bien, acorralada por esa expresión que pocas veces había visto en el rostro de su amigo y mucho menos dedicada a ella.

Escondió sus manos en las mangas de la sudadera con facilidad y trató de dar un paso atrás para mirarle mejor a los ojos. Pero en su pie se deslizó hacia atrás, todo el cuerpo de Inuyasha avanzó, así que, decidió mirarlo y no apartarse más si lo no se lo iba a permitir.

- ¿A qué te refieres, Inu?

Segundos después Inuyasha sonrió sarcásticamente y miró hacia el gimnasio, antes de agacharse a la altura de la joven.

- No tengo ni idea de lo que te ha dicho ese gilipollas, pero no deberías juntarte con él.- ante la mirada de confusión de Kagome, él chasqueó la lengua- Llevas su puta sudadera. Sé que os conocéis.

La joven se miró y luego volvió a dirigir su vista a Inuyasha que se había vuelto a erguir.

- Nos llevamos bien, ya está. No tienes que preocuparte y velar por mí. – sus ojos se suavizaron al decir:- Lo aprecio mucho, pero sé cuidarme sola.

Inuyasha negó con la cabeza y agarró a Kagome por los hombros zarandeándola levemente.

- No sabes dónde te estás metiendo, Kag. No puedes enamorarte de él, no puedes.

El ceño de la chica se frunció mientras trataba de apartar al peliplata.

- ¿Te crees que porque me haya dejado una sudadera estoy colada por sus huesos y me voy a casar con él? ¿Es en serio? Inu, pensaba que me considerabas una persona más lista. Pensaba que tú también eras más listo. Es una maldita chaqueta, me la dio porque tenía frío, ya está. No ha hecho nada malo.

- No lo entiendas Kag, no es eso. No estoy hablando de la sudadera...- los ojos de Inuyasha fueron capaces de helarle la sangre.- Es un mujeriego. Tratará de acostarse contigo y luego te dejará. Se olvidará de ti. ¿Lo entiendes? Aunque parezca que te muestra algo de atención, es todo mentira.

Kagome resopló mientras se cruzaba de brazos. ¿De verdad le estaba dando un sermón rollo padre? No tenía porqué regañarla. No entendía por qué se estaba poniendo así por una tontería. Terminó por suspirar y, sin romper el contacto visual, poner sus manos sobre las del muchacho que descansaban en sus hombros.

- Inuyasha, somos adultos, hacemos lo que nos da la gana. Tú estás haciendo lo que quieres, déjame a mí vivir mi vida.

- Pero no deberías acercarte a él.

- ¿Y con quién quieres que esté? – le increpó en la cara- ¿Es que vas a decidir quiénes son mis amigos y quienes no? No me esperaba esto de ti.

- ¡Mashima no es un buen partido! ¡Todo lo que hace es para meterse entre tus piernas!

Sujetó las manos del jugador y las deslizó por sus hombros hasta zafarse de su agarre. Una vez libre, decidió caminar en dirección opuesta y volver por donde había venido. Inuyasha gritó su nombre y una disculpa al aire, pero tampoco le hizo demasiado caso. Necesitaba despejar su mente, tal vez Rin estaba libre y podían pasar algo de tiempo juntas. Sí, necesitaba dejar de pensar que Inuyasha Taisho estaba enfadado con ella. No lo entendía, si tenía novia, si no habían hablado desde las vacaciones de verano de ambas familias... ¿qué le pasaba?

Por su parte, Inuyasha caminó hacia el gimnasio. El entrenador ya se había ido, pero aún quedaban chicos entrenando en pequeños grupos o charlando de cualquier cosa sentados en las gradas. Siguió su camino hacia las duchas, y allí se encontró con quien andaba buscando. No podía permitir que Kagome se enamorara de él. Siempre había sabido de sus sentimientos hacia él desde pequeños, y, aunque se habían distanciado un poco y él había tenido ya varias novias, siempre le quedaba el consuelo de que Kagome estaría ahí para él, para siempre. Sonaba extraño, no le parecía correcto pensar eso, pero lo que sí sabía era que no podía ver a Mashima con Kag.

- Mashima, sal de donde coño estés. Tenemos que hablar.

El murmullo típico del baño de tíos se silenció en el momento en el que escucharon hablar a Taisho. Es más, algunos abrieron paso a Bankotsu para que se acercara a al capitán. El nombrado estaba usando su teléfono móvil. Le hizo un aspaviento con la mano de que esperara un segundo y, cuando terminó, se guardó el teléfono en el bolsillo. Sabía que quien lo estaba buscando, pero prefirió darle dramatismo y buscar entre sus compañeros a la persona que lo había llamado. Cuando se encontró con un Inuyasha bastante molesto y con los brazos en jarras no tuvo más remedio que sonreír con sorna.

- ¿Te pasa algo, capitán?

- Sabes lo que me pasa, vamos a hablarlo ahora mismo.

El chico solo sonrió mientras se ponía una camiseta y dejaba la toalla en el cesto de la ropa sucia. Claro que sabía a qué había venido eso. No podía creer su suerte. Encontrar a una chica tan despampanante como Kagome y, al mismo tiempo, conseguir hacer rabiar a su querido capitán.

Negó con la cabeza y se colgó su bolsa de deporte al hombro.

- Lo siento mucho, Taisho. No puedo quedarme contigo, otra vez será. – dijo apoyando una mano en su hombro mientras se acercaba a la puerta.

- ¿Se puede saber qué es más importante que esto?

El chico de la trenza se paró en seco. Se dio media vuelta y sus ojos azules se enfrentaron a la asesina mirada que le dirigía el otro joven.

- Higurashi. – dijo sonriente.- Kagome Higurashi.

Inuyasha sintió un fuego creciente en su interior, su estómago se revolvió mientras lo veía salir. ¿Era eso a lo que se había acercado Kagome al gimnasio? ¿Para quedar con él? No podía, no debía seguir con él. Tendría que volver a hablar con ella para que lo entendiera de una vez.

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⏰ Última actualización: Dec 13, 2019 ⏰

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