Diez: Hazlo reír

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SEGUNDO ACTO: 

La mierda se prende. Y no sólo la mía.

La mirada de Jordan me pesó. 

Sus ojos siempre me resultaron algo atractivo porque nunca había sido capaz de descifrar el color o atreverme a mirarlo el tiempo suficiente como para descubrirlo ¿Verdes, grises, talvez?, ¿celestes?

Yo era muy bueno mintiendo, pero en aquel momento, con él tan atento, no me atreví a inventar algo. No porque creyera que no iba a creerlo, sino porque estaba un poco cansado ¿Qué más daba si lo sabía? ¿Qué tan grave podría llegar a ser?

Me eché en el asfalto a su lado y cerré la puerta del auto con mi pie mientras pasaba la llave entre mis dedos. Luego tendría que devolverla a su llavero si no quería perderla antes de regresársela a Jordan.

Presioné los labios con fuerza antes de atreverme a hablar.

—No se lo digas a Lola —le pedí—. No sabe nada.

Permanecimos un rato en silencio, con la vista fija en el cielo, pero no era capaz de ver estrellas entre la gran masa de nubes. Parecían estáticas. Como si el tiempo no quisiera avanzar.

Él se encontraba a tal vez medio metro de distancia de mí. Podía sentir la presencia  de su cuerpo, pero no me atreví a mirarlo ¿Qué se suponía que debía hacer ahora?

—¿Estás... estás enamorado de mí? —preguntó finalmente. Su voz se sintió casi como un alivio después de tanto silencio; y quise decirle que sí, asentir con energía y dejarlo todo en sus manos. Que él decidiera qué hacer conmigo—. ¿O es sólo algo pasajero? —Hubo otro momento de silencio hasta que su voz volvió a surgir, esta vez con un deje de diversión— Si me corto el cabello ¿Seguirás amándome?

Tragué saliva.

Se estaba burlando de mí. Qué imbécil que era.

—Cállate. —Me pasé las manos por el rostro y fue mi turno de dejarlas allí. El asfalto me congelaba la espalda, pero mis mejillas estaban ardiendo—. ¿Te parece gracioso? —Como única respuesta recibí una carcajada de su parte. Su risa me dejó un regusto amargo en la profundidad de la garganta—. Pedazo de imbécil.

—Mírame.

No lo hice, mas quité la mano de mi rostro. No quería decir nada al respecto pero allí estaba él, presionándome para hablar. Y sabía que no era correspondido, que probablemente luego me dijera de quedar como amigos ¿Qué más quería de mí?

Jordan se incorporó sólo un poco. Lo suficiente como para apoyar el codo en el asfalto y poder mirarme desde arriba, demasiado cerca para mi gusto. Ya no estaba riendo, ni parecía querer golpearme como lo quiso hace algunos minutos. Se veía más bien curioso y el cabello caía sobre su frente. Hizo una mueca de molestia y se lo apartó con un ademán desinteresado.

Necesitaba que dejara de pasar de una emoción a la otra tan rápido. Mi corazón no podía con eso.

—Si me corto el cabello, ¿dejaré de gustarte? —volvió a preguntar.

Verdes.

Sus ojos eran verdes.

No podía con eso.

Romeo, Marco y JulietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora