Veintitrés: No enfades a Farrah

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Me coloqué la capucha del impermeable amarillo y salí al exterior, aunque la lluvia ya era apenas perceptible y ni siquiera molestaba. Nadie se estaba cubriendo de ella.

No quería volver a casa, pero tampoco tenía ganas de preocupar a mamá y a papá fugándome a algún bar o escondiéndome en las escaleras de emergencia para fumar. Así que creí que sería buena idea ir a comprar un café luego de avisarle a Kit dónde estaría.

Apenas llevaba una calle caminando cuando me encontré con Jordan metiendo su equipo de lacrosse dentro de su auto. Pasé a su lado, él levantó la cabeza y me miró. Me detuve. Abrió la boca, como si quisiera decirme algo, o disculparse, no lo sabía, pero se veía algo nervioso de tenerme a menos de un metro.

—Hola—dije simplemente.

Él se mantuvo con la mano en la manija de su auto.

—Hola—respondió y se quedó mirándome. Como si aguardara a que yo dijera algo más. A que yo definiera qué sucedería a continuación.

Bueno, Jordan, te vas a joder. Ni siquiera soy capaz de definir mi sexualidad.

Decidí que culparlo por lo sucedido no sería lo más indicado. En especial porque él había tenido razón. Sí, dar la idea de echarme fue muy bajo, pero su punto había sido correcto. Y si quería poner todo mi desastre en orden, tendría que comenzar haciéndome cargo de mi caos.

—Tú no... ¿No llevas a Farrah a su casa hoy? —pregunté con curiosidad.

El castaño deslizó su mano por el techo del vehículo para que algunas hojas de los árboles se cayeran.

—No. Debe trabajar hoy.

Cerró la puerta del auto y se apoyó en él, dispuesto a seguir hablando, pero por un momento no supe qué más decirle.

A veces me ponía un poco nervioso que se viera tan tranquilo, porque lucía como el tipo de persona que tenía toda su mierda resuelta. Y sabía que eso no era cierto, pero me dejaba sin palabras. Después de todo, Jordan era mi crush de la infancia.

Y se sentía un poco extraño seguir sintiéndome así luego de todo lo que había sucedido.

Afortunadamente, fue él quien dio el siguiente paso.

—¿Quieres venir a mi casa? —preguntó y agregó—: A beber café, o lo que quieras.

Asentí sin decir nada más. No quería cagarla, o decirle de nuevo que lo amaba.

Él entró a su auto y yo me senté en el copiloto. Encendió la radio, puso a The Who, y yo bajé la ventana para sacar un poco la cabeza.

Permanecimos todo el viaje en silencio hasta que llegamos a su casa. En parte no me molestó, porque me moría de sueño, y para cuando me quise dar cuenta, Jordan me estaba tocando el hombro para que me despertara.

Aquí va el paso veintitrés: No te duermas cuando tu crush te está hablando.

—¿Te has dormido? —me preguntó.

Abrí los ojos despacio. La lluvia había cesado, pero el cielo seguía cubierto de nubes y había olor a tierra mojada. El auto se encontraba estacionado frente a su casa y él me miraba con la boca entreabierta, como si estuviera asombrado.

Me refregué los ojos.

—¿Qué te hace creer eso? —le respondí. El sonido de mi voz salió menos estable de lo que pretendía.

El castaño soltó una risa corta y apagó la radio.

—¿Quieres que te regrese a tu casa?

Negué con la cabeza y me pasé las manos por el rostro para espabilar un poco. Él me alzó las cejas en respuesta, como si no me creyera capaz de permanecer despierto y atento, pero cedió y se dispuso a abrir la puerta para salir.

Romeo, Marco y JulietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora