[6] Piscis

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"Caprichosamente perfecta"

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El santo de Piscis mantuvo la calma. No se apuró, ni se precipitó y menos en caer bruscamente en un tema de desesperación.

Tal vez era uno de los pocos que sí adjudicó la calma y asimiló ese dictamen de su superior en un buen sentido. O quizás lo aceptó como un capricho soso de un viejo hombre que perdió a cordura de la situación o su propia vida. Él sí tenía en consideración que los ancianos se volvían orates en esa última fase de la vida, más aún si el viejo vio tantas cosas desde su cómodo trono como para llegar a perder el juicio.

Y entonces Afrodita echó la cabeza hacia atrás. A diferencia de sus compañeros, él sí se dio el lujo de acostarse en su cama para descansar y olvidar su decisión final, y es que a diferencia de todos sus compañeros, tal parecía que no le iba a ser tan difícil cumplir el mandamiento.

Bueno, solo existía un pequeño detalle y quizás el motivo del porque todos fijaron su vista en él. ¿Acaso seguían con el absurdo disparate de su comportamiento o inclinación sexual? Bufó. A esas alturas nada le sorprendía por parte de sus camaradas o el rumor que se corría por todo el Santuario.

—No tenía conocimiento que el cuidado personal fuera un delito—musitó el peliceleste tras masticar una jugosa uva—; no todos expresamos vulgaridad en las acciones.

De acuerdo. Él si se consideraba un hombre aunque no podía negar que a veces se pasaba del límite de cuidado a su físico. Tampoco era homosexual. No poseía culpa alguna por heredar tan bello rostro, ni una figura espléndida, menos en guardar elegancia y glamour a la hora de emitir sus expresiones.

—Estimo que todo este rumor fue salido de la boca de Kanon y Death Mask—frunció el ceño mirando el techo de concreto sólido—; si ellos supieran mi secreto tal vez dejarían de murmurar a cuestas de mí.

Se levantó un poco solo para retener los recuerdos. En cierta parte sabía que tenía la culpa en dejar que esos chismes recorrieran como el viento en todo el Santuario, pero prefería mil veces ese rumor negro que traía consigo su reputación de ser alguien venoso y narcisista, a cambio de que todos se enteraran de su vida íntima y privada, puesto que si de algo detestaba era el ser tildado como un mujeriego sin corazón.

Bueno, tampoco podía excusarse que hacia un tiempo siguió los malos pasos del guardián de Cáncer pero con el tiempo comprendió que sus acciones eran tan viles y despiadadas que prefirió abstenerse a cometer ese tipo de maldades.

Empero, la verdad de ese cambio llegó por culpa de una simple misión que la propia Saori Kido le ordenó –fue en ese momento que él comprendió que todo fue montado para darle una lección– viajar al otro lado del mundo y, al parecer por una razón inexistente.

—Mujeres, siempre tan cautelosas—suspiró tras digerir la última uva—, caprichosas y gruñonas.

Abasteció. Felizmente en su habitación nadie podía saber su secreto o tan siquiera imaginarse lo que se escondía tras esas duras paredes de concreto. Porque Afrodita de Piscis prefería mantener toda su vida inmersa en profundo misterio a diferencia del ser la comidilla en los chismes de todos aquellos insolentes que se burlaban a su espalda.

Porque tampoco le pareció agraciado que sus camaradas de la elite supieran sus andanzas, en mínimo dejó que la propia Athena intuyera sus acciones a modo de no negarle las sospechas.

—Considerando su cambio abrupto de humor con el tema del embarazo.

Apoyó la barbilla sobre muñeca, cruzó las piernas aún sentado en la cama. Sabía que la precaución era el papel importante para llevar a cabo sus planes. No. Afrodita no estaba pensando en jugar sucio, de hecho, estaba dispuesto a cumplir los protocolos para traer un niño o niña al mundo. Desde buscar una mujer, enamorarla, comprenderla, formalizar, llevarla al altar, y el pasar una vida a su lado; el tema allí no solo concernía en dar un heredero de sangre, la razón principal que él captó en toda la explicación de Shion era el de conocer un poco más de las libertades en ser humano.

—Añadiendo que no tengo mucho tiempo para buscar una mujer ideal—también era un quisquilloso para elegir la chica perfecta—. Tiene que ser hermosa, inteligente, audaz, digna y que guarde la compostura—tal vez su mayor razón abarcó en buscar una candidata—; sobre todo debemos confiar el uno con el otro.

Frunció el ceño. Meditó por unos minutos. La mujer por lo menos digna debía de satisfacer la mayor cantidad deseos y gustos que él exigía, y únicamente –con el dolor de orgullo– existía una solo persona que poseía las agallas de domarlo sin manifestar nada ante otros. Era el tipo de mujer que él podía odiar tan intensamente como el hecho de amar.

—Tal vez conocer mujeres elegantes y buenos atributos sería la elección de todo vanidoso pero...—musitó al darse el golpecito en la frente—. Alguien que posee esos rasgos merece una compañera que le haga pisar firmemente a la tierra, aunque sea la mujer más insoportable y orgullosa que jamás en mi vida me había encontrado.

De un solo movimiento se bajó de la cama. Vestía sencillamente con una camisa blanca y unos pantalones holgados pero con detalles cuidadosos de no arrugar la tela; Afrodita se acercó a su estante de libros, buscó con cuidado uno en especial para arrojarlo sobre su escritorio.

El empastado azulado era el único texto que guardó con cuidado. No era un hombre que desechaba los trabajos de alguien que ponía empeño en lo que hacía, además de darle esa fragancia exquisita de rosas que solo ella podía emitir.

—Odio decirlo pero serás una maestra de las flores y plantas—abrió el cuaderno, tocó la primera hoja donde el nombre grabado de esa chica relucía en una esquina. Ella había sido bastante genial en regalarle un pequeño diario hecho a mano—, sin omitir tu habilidad en las manualidades.

Jaló una silla para sentarse, encendió la lámpara y sacó un bolígrafo con mucho cuidado. Se frotó los ojos y volvió a repasar la carta que ella le escribió. No sabía si todo el relato en esos cinco papeles era un desfogue de la presión de la universidad, o provocarle ciertas molestias.

—Aprovecharé mi turno para pedirle una cita—bostezó, sin vergüenza alguna escribió su pedido imaginándose la expresión de horror, molestia y sonrojo sobre la cara de la muchacha a la que detestaba pero a su vez la estimaba—. Le estaré haciendo el honor de conservar mi semilla.

Y con un sutil apodo –como una marca personal que él le impuso a ella– comenzó a escribir una simple y directa petición. Afrodita ya se había dado cuenta que esa simple juego de odio y cariño era uno de los requisitos para iniciar un romance. Aún si esa chica discrepaba en todas sus ideas.

—Sin duda alguna, con sus defectos atroces, será una buena esposa y una grandiosa madre.

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Como aviso especial quiero aclarar algo: Esta Colección se convertirá en un FanFic completo, solo que por el momento estoy planteando toda la trama de la historia. Ojalá mi idea un poco peculiar sea de su gusto.

[Finalizado] Razones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora