RUMORES DE DEMONIOS ⎈

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El espejo permanecía en la pared, su superficie brillante y limpia, reflejando la habitación completa. Era un espejo hermoso, rodeado por un marco de oro con grabados de bosques, montañas, pequeñas y detalladas aldeas, dragones alzando el vuelo, elfos, enanos, úrgalos y humanos; era más alto que un kull y tan ancho como la cabeza de Saphira cuando solía meterla por la parte posterior de la tienda de Nasuada durante la campaña de los vardenos en contra de Galbatorix. Eragon sonrió al recordar la causa de que Nasuada hubiese decidido abrir la parte posterior de su tienda para que Saphira pudiera participar de las reuniones. Recordaba cómo la dragona había destrozado casi todo en el interior de la tienda de la líder de los vardenos en su excitación por volver a ver a Eragon después de que habían pasado un tiempo separados.

Nada iba a impedirme ver que estuvieras a salvo por mi misma, pequeño, dijo Saphira con un bufido al captar los pensamientos del chico.

Tengo casi cien años de edad, ¿cuando vas a dejar de llamarme 'pequeño'?

No has envejecido ni un año. Además sigues siendo pequeño a mi lado.

Eragon le envió una impresión de lo que opinaba de eso, lo que provocó la diversión de la dragona.

¿Qué piensas que los está demorando?

¿Quién sabe? Los bípedos son extraños, se preocupan por cosas que no son importantes.

Eragon notó a través del vínculo que compartían —el cual era mucho más fuerte después de pasar tantos años juntos— que Saphira se dedicaba a lamer sus garras para limpiarlas y hacerlas brillar con una belleza mortal. También notó que ese término satisfacía a la dragona.

Ambos continuaron esperando, pero el espejo continuó aparentando ser completamente normal.

Habían pasado setenta años desde que había abandonado Alagaësia junto con Saphira, los Eldunarís en los que residían las conciencias de los dragones de antaño, Blödhgarm y otros nueve hechiceros elfos que habían decidido partir con él para ayudarle en su tarea y, los huevos de dragón que habían sobrevivido a la batalla de Vroengard donde tantos dragones y Jinetes habían muerto a manos de Galbatorix y los apóstatas; en lo que posteriormente se conoció como la Caída de los Jinetes.

Cien años habían pasado, luego de la Caída de los Jinetes, así como las muertes de los trece apóstatas antes de que un nuevo Jinete de Dragón fuera creado. Ese había sido Eragon. Después de que Saphira lo eligiera desde el huevo y eclosionara para él, los eventos se habían precipitado, luego de un tiempo, un segundo Jinete había aparecido, éste bajo el control de Galbatorix. Al final, había sido gracias a la ayuda de éste segundo Jinete, Murtagh, y su dragón Thorn que Eragon y Saphira habían logrado vencer a Galbatorix y su colosal dragón Shruikan.

Y ahora los Jinetes ascendían de nuevo. Había sido una tarea ardua al principio, los Eldunarís que habían permanecido en poder de Galbatorix estaban enojados, confundidos y heridos; atacaban a todo y a todos.

En un esfuerzo conjunto y prolongado, Eragon, Saphira, Blödhgarm y los otros elfos, así como los Eldunarís sanos habían logrado calmar y sanar al resto de los Eldunarís, la mayoría seguía con ellos protegiendo y enseñando a los nuevos dragones, instruyendo a los nuevos jinetes, ayudando al renacer de su raza. Algunos, no habían podido superar el pasado y habían pedido que sus Eldunarís fueran destruidos, para liberar sus conciencias a la nada. Fue una petición que nadie se sintió capaz de negar.

Eragon sintió a Saphira manteniendo un silencio solemne ante sus tristes pensamientos.

Lo siento, no pretendía hacerte sentir mal.

Valdr Wyrda (An Eragon FanFiction)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora