Capitulo 33: La marcha de los malditos, parte III

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Wind: Sobrevolando un viejo bosque desconocido para ella. En las Islas del Oeste; precisamente en el Gran Bosque Flotante.

Wind volaba en línea recta a una velocidad impresionante; buscando entre los árboles o las colinas el rastro de alguna persona que demostrara ser emisaria del Nether. Ciertamente el bioma del bosque tenía un relieve bastante defectuoso; lleno de colinas, ríos, rocas y árboles frondosos de todo tipo. Los ojos de la chica brillaban de color ámbar; pues el poder solar predominaba en los astromantes a la luz del día. Ella seguía volando, atravesando uno tras otro los cuerpos gaseosos que habitaban en los cielos, casi cansándose y dudando de que en realidad hubiese un miembro del Nether llegando. —¿Y si tome el camino equivocado? —Se preguntaba con inquietud, y aunque quería cambiar de rumbo seguía yendo hacia delante.

Pasaban las horas, aun no encontraba a nadie, definitivamente ya estaba exhausta, asi que decidió dejar de seguir adelante para quedarse levitando en un solo punto; observando el paisaje por todos lados.

«¿Debería regresarme?» Pensaba una y otra vez. Las ráfagas de viento eran frías, podía escucharse el canto de los pájaros desde los árboles y podían verse algunos avedragones rondando por ahi; estaba indecisa. —Sí, mejor vuelvo y les informo que no hay nadie por aquí —entonces da la vuelta y se impulsa de regreso utilizando sus alas. Pero de soslayo logró visualizar un gran conjunto de árboles extraños debajo de sus pies, asi que se detuvo nuevamente para ver con eficacia de que se trataba. Dichos arboles eran circuncidados por arboles mucho más altos, lo que hacía parecer que estuviesen hundidos en la tierra; aunque lo único observable en ellos era su follaje.

—Qué extraño ecosistema —murmuró la chica descendiendo hasta esa depresión. Al pasar dificultosamente a través de la frondosidad, admiró maravillada lo que era aquel bosque. —¡Wow! —Exclamó—.

Se trataba de un colosal y profundo cráter poblado por incontables y enormes árboles y plantas. Muchos años atrás, antes de que los Man'hezir llegaran a Aethar; un pequeño asteroide impactó con este dejando ese gran cráter que con el florecimiento de la vida fue llenado. La muchacha siguió descendiendo; pues tenía una profundidad imperceptible desde arriba. La luz del Sol difícilmente entraba debido a las densas hojas de los árboles, los cuales eran realmente los más grandes que Wind alguna vez había visto, por el simple hecho de plantarse en el suelo del cráter y crecer hasta la superficie. Si no estuviesen en ese agujero, seguramente se podrían usar como columnas para la construcción de comunidades y castillos. Un breve tiempo después, la chica llego hasta el plano abisal; estaba húmedo y crujiente, inundado por una castaña hojarasca. La luz Solar apenas entraba a esa profundidad, pero era porque había hongos enormes que iluminaban el ambiente.

—Qué lugar tan precioso... —susurró Wind mirando los alrededores y caminando hacia delante, cuando de repente por no concentrarse en el camino siente que su pie cayó en una superficie baja, que después de un susto aprecia como un hueco, pero al analizarlo bien se da cuenta de que en realidad es una gran huella. «¡¿Acaso viven gigantes aquí?!», pensó. Entonces cuando levantó la mirada para ver el camino frontal, observo como eran muchísimas huellas las que marcaban el suelo. «!El Emisario del Nether!»

La chica usando sus alas vuela a una velocidad moderada siguiendo las huellas, hasta llegar a lo que aterrada contempló como una pequeña aldea recién devastada. —¡¿Qué demonios pasó aquí?! —Gritó aterrada. Había muchas manchas de sangre en el suelo y torrentes de la misma que salían de los cuerpos de unos pequeños seres tirados en el suelo. —¡Qué horror! —Exclamó la chica. Repentinamente se escuchó la voz de hombrecillo gritando, Wind volteo a la dirección desde la que venía el sonido y vio como aquel sujeto se acercaba sollozante hasta ella.

—¡Por favor! ¡Ayúdame! —Suplicaba llorando hasta caer postrado a los pies de la chica. Su apariencia era parecida a la de un humano diminuto y bastante flaco, su piel es de tonalidades frías y sus brazos y piernas largos. Su cabeza era bastante peculiar; poseía hocico como el de un león y ojos brillantes. Portaba ropajes de piel animal, pulseras, ornamentos de madera y un gran collar plateado; características bastante tribales. —¡¿Que ha pasado aquí amiguito?! —Le preguntó Wind agachándose y sobando su cabeza—.

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