Capitulo 38: El fin de la academia

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El polvo de las rocas y el mármol destruido rebosaba en el ambiente. Gran parte del titánico castillo estaba hecho ruinas ante todas las fuerzas destructivas con las que lo atacaron. Guerreros netherianos penetraban en cantidades incontables y en grandes hordas a través de las puertas exteriores y las enormes grietas en los muros. El suelo estaba lleno de cadáveres; de ambos bandos, los cuales desprendían ríos de sangre que caían llenando los agujeros y las paredes. Casi todas las máquinas de asedio y defensa estaban destruidas, en el gran campo podían observarse cientos de torres de humo que ascendían desde montones de roca y madera. Incendios en un lugar tras otro y ruinas aterrantes. Los pocos soldados del Aether que estaban vivos daban todo de sí, rebatiendo con todo su poder a las grandes hordas de netherianos que ingresaban a la plaza exterior del castillo; el camino que conducía al interior, donde está el Núcleo de Sangre. Los líderes estaban supremamente estresados y furiosos, temían una derrota, pero a pesar de eso utilizaban todo el poder que poseían, ciertamente asesinaban a cientos de enemigos pero estos parecían ser infinitos. En el cielo atracaban los majestuosos jinetes aetherianos en sus verdugos dragones, quienes escupían fuego sobre sus enemigos y liberaban desgracia sobre el Nether. Algunos soldados netherianos trataban de derribarlos con arco y flecha o con manipulación, pero las armaduras que estos portaban eran impenetrables. Por otro lado estaban los doow, montando sus salvajes bestias con las que derribaban un número considerable de tropas, mientras que otros guerreros luchaban a mano armada; pareciendo incluso más salvajes que las bestias. Había unos cuantos arbocenizos, pero rápidamente eran eliminados. Muchas de aquellas naves de batalla plateadas estallaban; pues eran destruidas por las embarcaciones flotantes del Nether y viceversa. Las detonaciones de energía celeste o carmesí eran majestuosas y sus impactos contra el suelo eran desastrosos.

—¡No sé si podré seguir peleando por más tiempo! —Exclamó uno de los profesores después de arrojar una potente ráfaga de lava sobre un gran grupo de Netherianos; pues era un vulcanomante y de contextura bastante endomorfa. Su barba estaba manchada de sangre y su armadura evidenciaba estar rota casi en su totalidad.

Alzos, el Comandante de la batalla contra las Fuerzas de Huesonegro, estaba cerca de él, lanzando tajos luminosos utilizando su Halomancia, al escucharlo le gritó: —¡Resista! ¡No podemos caer!

Dothraxxias, acompañado de Phobus y sus hermanos (los que no han muerto) miraba desde su posición y con gran placer, como lentamente sus fuerzas irrumpían en el castillo; sentía que la victoria era inminente. —Es cuestión de tiempo para que nos llevemos ese gran poder. Entonces dominaremos todo aquello que con nuestros ojos podamos ver y lo que no.

Había una parte muy peculiar a las afueras del castillo, una zona con llamas extremadamente brillantes y poderosas; pues ahí estaban luchando Alba y Huesonegro.

—¡Maldita engendra! —Gritó Huesonegro del dolor y la ira que le provocaba estar cortado por la mitad; tirado en el suelo. La chica lo había vuelto a cortar por la mitad.

—¿Qué no ibas a matarme? Me das asco —le dijo ella acercándose hasta estar justo frente a él, observándolo ahí en el piso con desprecio y soberbia—. Te sacare de tu agonía.

La sangre que brotaba del despreciable ser le manchaba los escarpines. Asqueándose, empezó a cargar un poderoso ataque pyromantico; todo el fuego del lugar procedió a moverse hasta poseer el mandoble de la chica, quedando este resplandeciendo de la gran energia infundida y desprendiendo efímeras llamas que demostraban sus capacidades devastadoras. Después de eso la justiciera y enojada joven agarró la empuñadura con sus dos manos hasta levantarla encima de su cabeza, con el fin de descenderlo y asi provocarle la muerte a su rival —eres tan despreciable —susurró. Huesonegro frente a eso cerró sus ojos lentamente y recostó su mejilla en la tierra, al parecer esperando la muerte; pero de repente, decenas de tentáculos carnosos emergieron desde el charco de sangre en los pies de la muchacha, amarrándola e inmovilizándola por completo.

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