Día 18.- Algo Triste

874 107 3
                                    

Estaba renuente a entrar al Instituto. Se había quedado parado en la entrada del edificio con los brazos cruzados mientras que Takao había ido a recoger algunas cosas dentro del aula que compartían todavía en segundo año.

Hoy era la ceremonia de graduación de Shutoku.

Dejó salir un suspiro suave mientras cerraba los ojos sin dejar su postura rígida y apretaba en una de sus manos aquel pañuelo de color verde brillante que era su amuleto de la suerte de ese día. Casi lo había olvidado de no ser que el propio Takao se lo había dado cuando venían de camino al Instituto.

Es que... de verdad odiaba las Ceremonias de Graduación.

Siempre despertaban ese lado sentimental que tenía y que no podía contener. Los recuerdos se amontonaban en su cabeza mientras que su pecho terminaba siendo apretado con dolorosa necesidad de querer salir de ahí.

No había tenido tales sentimientos si no hasta tres años atrás, justamente cuando terminó el segundo año de secundaria para pasar a tercero, el año en donde la cúspide de la "Generación de los Milagros" estaba en lo más alto. Nijimura-sempai se había despedido de ellos con unas palabras realmente vacías, después de aquello nunca más supo de él.

De alguna forma supo que el que Nijimura se fuera, todo comenzaría a cambiar, y eso fue lo que sucedió. La pesadilla que lo atormentaría toda su vida, comenzaría en ese momento. El Infierno de Teiko.

Dejó salir un suspiro de frustración y recordó vagamente todo lo acontecido en el tercer año. Como desmereció a Aomine, como despreció a Murasakibara, como odio a Akashi, como ignoró a Kuroko y como se alejó de Kise. Apretó sus manos contra su saco negro del uniforme de Shutoku, arrugandolo en el proceso.

La Graduación de Teiko fue algo que aun ahora siente que nunca debió de aceptar. Es decir... la Generación de los Milagros se separarían, se enfrentarían, se... romperían los lazos que alguna vez tuvieron y el orgullo los hizo realmente odiarse entre ellos. Se quisieron masacrar en la cancha sin piedad.

Luego vino el primer año en Shutoku, cuando conoció a todo el equipo el cual aprendería que de verdad el trabajo en equipo era importante, que habían personas que valían la pena. Conocío a Takao, recibió los consejos de Otsubo, los consuelos de Kimura y las amenazas de Miyaji, y así como aprendió a valorarlos, así se graduaron.

Fue triste, por que hasta Miyaji lloró. Los amenazó con una piña si no vencían a Akashi, Otsubo le dijo que le deseaba suerte y Kimura le encargó al equipo. No pudo evitarlo, ese día también sintió que perdía algo. Había aprendido a convivir con ellos, al fin de cuentas. Aunque su mente le dijera que era absurdo... para él fue realmente como si los perdiera para siempre.

Pasó a segundo año de la mano de Takao. Conoció lo que era realmente desbaratarse en un abrazo, derretirse en un beso, desarmarse con una palabra y perder toda la habilidad de moverse con una mirada. Supo lo que eran los celos, la vergüenza de enfrentar sus miedos , el miedo de lo que no sabía expresar.

Había aprendido a estar con takao de una forma que con nadie había aprendido jamás, y estaba realmente feliz y volvía ahora otra vez, otra graduación.

era como si la vida le dijera que iba a cambiar algo otra vez. Y sabía que así sería. Y francamente, no quería, se negaba a ello, no quería que cambiara, no quería perder a Takao, no quería seguir acercándose a la recta final. No quería pasar a tercero.

Yuya ya se lo había dicho un par de semanas antes de que la graduación se diera, inclusive, Takao había hecho una locura para tranquilizar sus ansias. Sabía que no había nadie más cualificado para tomar ese puesto más que él, pero infantilmente no quería, se negaba, no quería más cambios en su vida.

─ Shin-chan, es hora de irnos. ─ la voz de su pareja lo trajo a la realidad después de tantos recuerdos, sus ojos verdes se clavaron en esas bonitas joyas de platino que le miraron con ternura.

No había necesidad de palabras, ya lo sabía. Takao lo entendía hasta con el más mínimo de los silencios. Y pensar que solo les quedaba un año... solo un año más.

─ Deja de pensar tonterías, Shintaro. ─ regañó, imitando su voz cuando el escolta se lo decía para que dejara de estarse comiendo la cabeza con ideas que solo lo entristecía.

─ ... ─ sus manos, aun cuando solo la izquierda se mantenía vendada como antes, se estiraron hacia las mejillas del menor. ─ Deja de imitarme, Bakao. ─ susurró con una voz que no reconoció como la suya.

─ Yuya-sempai no quiere verte así. ¿Recuerdas el año pasado que Miyaji-sempai amenazó con lanzarte una piña si este año te veía otra vez así? ─ el mayor solo cerró los ojos y pegó sus frentes en total silencio, luego lo abrazó.

Tenía miedo. No quería que se repitiera lo de Teiko en Shutoku por culpa suya. No quería que Takao terminase alejándose de él. No quería romper el orgullo del equipo que tanto cariño le tenía. No era alguien que se dejara llevar por sus emociones de esa manera, pero es que las graduaciones siempre eran algo sumamente triste para él.

Significaban finales, significaban cambios, significaban separaciones.

Apretó a Takao todavía más.

─ ... no quiero separarme de ti. ─ le murmuró muy bajito, sorprendiendo al menor que se quedó completamente quieto. Midorima no le permitió decir nada más, se separó de ese abrazo, recompuso su porte arrogante y engreído que siempre tenía y comenzó a andar hacia sus superiores que estaban por decir adiós a la Preparatoria.

Se tragaría sus inseguridades, se guardaría sus sentimientos, se atragantaría con sus recuerdos. Hoy era el día de la graduación de sus superiores.

.

.

.

.

.

.

.

Extra

─ Nos iremos este año con el orgullo de haber quedado en segundo lugar del torneo. El orgullo del Rey nunca será quebrantado. ─ las palabras del -todavía- capitán- estaba golpeandolos a todos los presentes.

Takao y Midorima estaban frente de todo el equipo. Se notaba que estaban aguantándose las ganas de llorar. Sus ojos estaban cristalinos, pero sus semblantes estaban serios, rígidos. Volvían a quedarse solos.

─ Dejamos el equipo en tus manos. Midorima. A partir de hoy, tú serás el capitán. ─ los labios del alto chico se apretaron en una fina línea para tragarse sus emociones. ─ Takao, espero que no le causes problemas como subcapitán del equipo. Eres el único que puede lograr que no los asesine hasta que lleguen a ganar la copa del año entrante. ─ simplemente los ojos de Takao no soportaron.

Midorima hizo una profunda reverencia acompañado por todos los demás que se quedaban con él par aportar el orgullo del uniforme anaranjado.

─ ¡Muchas gracias por todo! ─ a él, a todos los demás que se graduaban en ese momento y Midorima apretó los dientes para aguantar. Ahora él era la cabeza de Shutoku,

El Rey era coronado, y el bufón, a su lado dejaba caer lágrimas de orgullo y de despedida para sus superiores. Iban a ganar, costara lo que costara. 

30 días ContigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora