Capítulo 4

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Habla Carina

Llegué a pensar que Luca se había olvidado del trabajo y de mí. Bueno, supongo que lo último no era muy difícil… No le volví a ver por el instituto en todo lo que quedaba de semana. Ni siquiera se dignó a aparecer en nuestra clase de literatura. En serio, me veía haciendo el trabajo de Romeo y Julieta yo sola… De no ser porque el sábado por la mañana, al despertarme, vi ese mensaje de texto en el teléfono móvil, le hubiera dado por muerto.

“¿Lista para una fiesta rememorando a Shakespeare? Llámame cuando quieras que te vaya a buscar, princesa. Luca”.

¿Princesa? Estaba comenzando a plantearme seriamente los problemas patológicos que podría estar sufriendo ese chico. Pero no me paré por mucho tiempo a pensar en ello. Hoy era sábado, y un día clave: el día de la cena con mi padre. Maldecía el momento en que mi madre decidió que fuera él quien viniese a vigilarme mientras ella estaba con la abuela. Sinceramente, yo misma podía ser auto suficiente por mi cuenta. Con el aquí solo sería una boca más que alimentar. Y podría parecer que estoy exagerando, pero…

¿Sabes de esas personas que llegan a los cincuenta años y se sienten como adolescentes de dieciocho? Bien, ese es mi padre. Pero la cosa no acababa allí. Era muy… místico. Del tipo hippie pero no tan hippie… Raro de explicar… De hecho, se ganaba la vida como escritor, tras abandonar su último trabajo. No es que sea muy centrado tampoco. Una vez leí una de sus obras. Sin comentarios. Digamos que no era recomendada para mi edad. Y sí, fue él quien me regalo el libro.

Me pasé el resto del día de la televisión al ordenador y del ordenador a la televisión. No fue hasta que mi madre me obligó a tomar una ducha y vestirme decentemente que me forcé a mi misma a salir de mi aislamiento. No estaba contenta. No quería a mi padre aquí, para nada, y quería que lo notaran. Me vestí con unos simples pantalones vaqueros cortos y un polo azul, atando mi pelo en una trenza. No maquillaje, no ropa bonita. Pero cuando llegó mi padre, eso no pareció importarle…

—¡Carina! ¡Cuánto has crecido!

Vestido con unos viejos pantalones vaqueros y una camiseta oscura, un hombre de baja estatura y robusto, con barba crecida de dos semanas y el cabello despeinado caminó hacia mí. Me abrazo cuando llegó a mi lado, rodeándome fuertemente. ¿Cuánto había crecido? Se sentía como una broma pesada. Yo era una de las cosas más enanas del mundo, tenía que estar bromeando.

—Hola papa —me obligué a saludarle, sintiéndome bastante extraña con su presencia—. ¿Está bien el hotel?

Allí estaba mi padre, frente a mí, después de tanto tiempo sin verle. En cierta parte estaba feliz por ello. Es decir, era mi padre, me gustaba verle. Pero también era una especie de extraño, un recuerdo de mi niñez.

El torció el gesto. Por el día de hoy se quedaba en un hotel cerca de casa, hasta mañana que mama se fuera. Pero yo sabía que él detestaba los hoteles. Decía que todo estaba demasiado ordenado y limpio.

—Demasiado sacado de revista —anunció separándose y caminando hacia dentro de la casa—. ¿Eso qué huelo es pollo al horno?

—¡Josh! —Le saludó mamá apareciendo en el pasillo—. Cuanto me alegro de que hayas podido venir hoy.

Y el resto de la cena pasó sin mucho más que contar. En efecto, era pollo al horno. Seguramente mi última comida saludable para lo que me quedaba de vida. Moriría antes de que mi madre regresara. Adiós, vida cruel.

Casi no participé en la conversación de la sobremesa. Ellos hablaban y yo asentía. Mamá le daba órdenes absurdas que ambas sabíamos perfectamente no obedecería. Pero el desastre llegó cuando mencionaron a Jake…

Tu + Yo = Imposible ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora