Nada más salir de la cabina telefónica, un niño había chocado contra él, tirándolo de golpe a la fría nieve. El chaval llevaba una pelota.
- ¿Te has hecho daño, chaval?
El pequeño sonrió y se levantó corriendo.
- No, perdón señor.
Sin pensarlo, el niño puso pies en polvorosa y se alejó del rubio.
Edward miró su reloj. Las tres y veinte. Elyon seguro que estaría preocupada, puesto que el rubio se había marchado dos horas atrás diciendo que volvería en veinte minutos.
Así que se apresuró en volver a la posada.
Caminar por las calles de aquel pueblo rodeado de nieve era relajante. No había muchas personas fuera de sus casas, puesto que era invierno y las ventiscas en aquella zona eran frecuentes.
Sin embargo, algo era distinto. Edward pudo darse cuenta de que el ambiente tenía una tensión que le ponía nervioso, inseguro.
No fue hasta que giró a la derecha en una de las calles, que sintió que su corazón se detenía por un segundo.
Allí mismo, rodeando la posada en la que se alojaba, había todo un despliegue de soldados.
Estaban armados, y allí, en medio de todo ese panorama, estaba Elyon. Una Elyon que llevaba tiempo sin ver. Fría, dura y orgullosa.
Sin embargo, a pesar de la cantidad de soldados que había, ninguno quiso acercarse a ella.
Edward, con el corazón desbocado de miedo, se acercó a la posada utilizando los tejados de las demás casas, intentando hacer el menor ruido posible.
Cuando estuvo en el tejado de la casa que estaba en frente de la posada, se escondió tras la chimenea, preparado para actuar si alguno de ellos intentaba tocarla.
- Elyon Black, está acusada de un delito de uso prohibido de la alquimia, se procederá a su derención y posterior traslado a Ciudad Central.- leyó una orden uno de los soldados. Debía ser jóven e inexperto, pues le temblaban las rodillas.
- Mi nombre es Elyon Black, si. Pero imagino que lo que de verdad os importa no es mi nombre, sino el peligro que represento para vuestra patética vida.- la voz de la morena se escuchó clara, decidida y burlona. Edward sabía bien que ella podía apañárselas si ellos no intentaban utilizar la violencia contra ella.
- De nuevo, le sugiero que acepte voluntariamente su detención.- recalcó otro de los soldados. Ella le dedicó una sonrisa irónica.
- Ya os han avisado de qué clase de persona soy. Sabéis que puedo mataros sin hacer el mínimo esfuerzo. No os dejéis en evidencia. Me iré del pueblo hoy. ¿Qué os parece si dejamos pasar este mal momento y os vais todos vivitos a casa?
Edward casi sonrió por un segundo. Ella estaba actuando demasiado bien. Era casi cómico ver a doce soldados con fusiles asustarse de una chica menuda de 16 años.
Y en ese momento sonó un disparo. Ese sonido heló la sangre al rubio, que se lanzó sin pesarlo del tejado, aterrizando mal y torciéndose un tobillo.
Necesitaba saber qué había sido aquel disparo.
Los soldados tardaron apenas unos tres segundos en percatarse de su presencia entre ellos, pero de inmediato el blanco pasó a ser él.
- ¿Elyon?- bramó su nombre, ignorando los fusiles que le apuntaban, corriendo hacia ella, que estaba sentada en el suelo.
Tenía un ligero rasguño en su brazo izquierdo, pero sangraba demasiado para el gusto de Edward.
- Estoy bien, estoy bien. No pensé que dispararían. Lo he esquivado, no te preocupes.- la chica de ojos azules tenía una expresión de preocupación. Él se giró hacia los guardias, sin poder ocultar el sentimiento de ira que le consumía.
Se acercó a una de las tuberías del canalón de la posada y la convirtió en un enorme bastón usando alquimia.
- Ella no iba a haceros daño, inútiles. Pero yo no soy tan considerado.- les dijo, acercándose.
- Detente, Edward Elric. Roy Mustang ha solicitado que os traslademos vivos a Central.- el que parecía ser el comandante, habló. El rubio le miró detenidamente. No sabía si podría vencer a doce soldados rasos y a un comandante él solo.
- Nos dejaréis ir. No buscamos problemas, sino más bien la solución a uno de ellos. Es mejor hacer esto por las buenas, no quiero matar inocentes por nada.- aclaró Edward, controlando su enfado. Si perdonar el hecho de que habían herido a Elyon era la forma de sacarla de aquel lugar con vida, lo haría.
Elyon por su parte, estaba tensa. No le dolía la herida, y además tan solo era superficial. Pero la cara de Edward si que le preocupaba. Estaba realmente enfadado, y sin embargo era lo suficientemente razonable como para dialogar con el enemigo.
Su héroe si que era asombroso al fin y al cabo.
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Elyon Black: el misterio de Sophie.
أدب الهواةPorque Elyon era diferente. Era fría y dulce; era cálida y despiadada; era sencilla y complicada; era luz y era sombra; era realidad y era sueño. Ella lo era todo y nada.