Capítulo 1: Corazón Congelado

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Un año después de que la princesa Elsa fuera coronada reina de Arendelle.

El frío calaba hasta en los huesos. No importaba cuantas capas de ropa te hubieras puesto, el frío encontraba la manera de colarse en tu interior incluso hasta tu alma, pero hace mucho que mi alma se había enfriado.

La ventisca hacía difícil el poder caminar y los copos de nieve que se arremolinaban con furia dificultaban la vista. No se podía ver nada a más de tres metros, pero no iba a detenerme hasta encontrarla.

A lo lejos divisé la silueta de la reina Elsa.

Esto tenía que acabar aquí y ahora. Sería una pena, ella era una mujer muy joven y demasiado hermosa, si tan solo...

Sacudí la cabeza apartando aquellos pensamientos.

Ella se dio media vuelta y me vio con horror. Quería alejarse de mí, pero no la iba a dejar marcharse. No con el clima así.

— ¡Elsa! —Grité su nombre para que pudiera escucharme sobre el rugido del viento—. ¡De esto no puedes escapar!

Ella se giró y pude ver el dolor y el miedo que había en su mirada. Esos mismos sentimientos que hacían que la nieve y el viento se arremolinara sobre nosotros con una rabia devastadora.

—Solo cuida de mi hermana y ya.

— ¿Tu hermana? Regreso de la montaña débil y helada. Dijo que congelaste su corazón.

—No.

—Yo trate de salvarla, pero era demasiado tarde—ella ni siquiera me miraba a los ojos, pero podía ver que estaba intentando procesando las cosas—. Su piel era de hielo su cabello se tornó blanco. ¡Ella ya no existe! Por tu culpa.

Arrojé cada palabra cargada de odio y de veneno.

Había dejado a Anna en aquella habitación del castillo para que muriera. Hubiera podido quedarme a verlo, pero no iba a resistir tal pena. No iba a soportar ver aquellos hermosos ojos convertidos en hielo. Hubiera dado lo mismo sí la besaba o no. No estaba enamorado de Anna, así que no iba a ser ese acto de amor que la salvara.

La mirada torturada y cargada de culpa en Elsa hacía que me doliera el corazón, pero tenía que ignorarlo. Tuve que hacer todos mis sentimientos a un lado. Doce hermanos mayores no me daban muchas oportunidades de conseguir un trono en mi hogar. Casarme con una heredera o reina era lo mejor, pero no era bueno conquistando mujeres. Tal vez matando sería la única forma de conseguir un trono.

—No.

Elsa cargaba con su propio dolor, con la muerte de la persona que era su única familia y que la había amado. Las piernas le fallaron y cayó de rodillas en el agua congelada del fiordo. Al tiempo que se dejó derrumbar la ventisca se detuvo, los copos de nieve quedaron suspendidos en el aire y hubo un silencio sepulcral.

La reina comenzó a llorar la muerta de su hermana menor. Estaba tan destrozada y todo esto lo había causado ella.

Cerré los ojos y me concentré. Este debía ser mi momento. No había otra forma. Mi madre dijo que quería que fuera rey y yo iba a cumplir la última voluntad de mi madre sin importarme el costo. Además, así le ahorraría sufrimiento a Elsa y terminaría con el crudo invierno que azotaba al pueblo de Arendelle.

Mi reino.

Desenvainé mi espada y ella no hizo ningún movimiento. Sé que ella había escuchado a la perfección el sonido de mi espada, pero Elsa se iba a dejar morir. Mejor para mí. No dejé de sentir como si un puño tomara mi corazón y lo estrujara, pero luché por ignorar esos sentimientos. Vamos, Hans, es por el bien de todos. Ella quiere morir. Arendelle está por caer en la ruina. Todo era por un bien común. Sentí en mi pecho el peso de mi helado corazón y dolió.

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