Capítulo 41: Los juegos del hambre.

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<<Flashback de hace aproximadamente 4 meses atrás...>>

El temor de perder a alguien al que amas con cada fibra de tu ser puede ser tan tormentoso... es un pensamiento que no abandona nuestra cabeza de la noche a la mañana.

Estaba en la azotea de la casa, miraba atentamente todos los grandes y largos edificios de Nueva York, tenía una vista increíble desde aquí

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Estaba en la azotea de la casa, miraba atentamente todos los grandes y largos edificios de Nueva York, tenía una vista increíble desde aquí. Intentaba distraerme un poco y dejar de atrofiarme con mis temores e inseguridades pero era algo muy difícil para mí, sentía que iba a romperme en cualquier momento.

¿Qué haces aquí tan solitaria, bonita? Aquella voz tan masculina y ronca se escuchó detrás mío, el dueño de aquella voz era nada más y nada menos que el chico al que tanto miedo tenía de perder.

—Sólo pienso, cariño.—Sonreí de lado y volví a darle la espalda nuevamente.

Escuché sus pasos acercarse a mí y a los pocos segundos cesaron, en su lugar sentí sus fuertes brazos rodearme de la cintura, dejó caer su cabeza sobre mi hombro izquierdo y beso dulcemente mi cuello.

—Dime que tienes, por favor... eres incapaz de ocultar tus sentimientos. Sé qué hay algo que está en tu cabecita que no te deja tranquila.—Musitó acomodando mi cabello detrás de mi oreja.

Solté un suspiro en señal de derrota, el me conocía tan bien.

—Tengo miedo... miedo de que un día me digas que en realidad no sientes lo mismo por mí.—Dije con la voz quebrada y las mejillas a punto de ser mojadas por mis lágrimas.

—Pequeña... mi pequeñita, mi Tate, yo estoy contigo porque te amo y siempre voy a hacerlo, nunca dejaría de amarte. Jamás.—Suavizó su voz poco a poco y me regaló una sonrisa reconfortante y sincera. Me apretó más contra su cuerpo, abrazándome de una manera tan dulce que me hacía sentir llena de vida, que nada ni nadie podría hacerme daño.

—¿Lo prometes?.—Me abracé a sus brazos que estaban a mi alrededor mientras miraba su perfil izquierdo.

—Te lo prometo.—Al decir aquello soltó mi cintura con delicadeza e hizo que yo me girara para quedar frente a frente.

—Te amo tanto.—Sonrío dulcemente mientras con la yema de sus pulgares limpió mis mejillas, quitando el rastro de algunas de mis lágrimas.

—Vienes aquí siempre que algo te pasa. Lo haces porque no te gusta que nadie te vea llorar, aunque no entiendo el motivo, especialmente tú.—Acarició ambas mejillas con su mano.

—¿Por qué?—Pregunté con voz tenue y entrecortada por mi llanto.

—Porque te ves hermosa incluso cuando lloras.—Sonrío dulcemente pasando uno de sus pulgares por mi labio inferior.

¿Cuatrillizos?®  [Dylan O'Brien] [Reeditando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora