Capítulo 3

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KIRSTEN

La noche anterior no había podido dormir casi nada, aunque nunca lo hacía. Era una extraña manía mía la de quedarme despierta hasta tarde, aunque en Nueva York no había mucho problema, pues estábamos en casa y podía despertarme a la hora que quisiese, pero ahora, aquí en Georgia, a las siete de la mañana ya debía estar lista para asistir al nuevo instituto.

Debía admitir que estaba un poco nerviosa, aunque nunca lo iba a demostrar a menos de que las circunstancias le ganen a mi orgullo.

Media hora más tarde de que me levanté, ya estaba lista para recibir mi desayuno. Al llegar al comedor, me encontré con Natasha, mi padre, Percy, Adara y Alena, la última ya estaba devorando su sándwich.

Me senté al lado de Adara y con las sirvientas, con tan solo verme, corrieron a darme el desayuno. Se notaba más trabajadoras que las que nos atendían en Nueva York.

— ¿No vas a decir Buenos días? —se quejó Natasha, yo me mantuve en silencio mientras comía del sándwich —. Oliver, querido, no se que le pasa a Kirsten conmigo, desde hace un tiempo ha estado así —se quejó Natasha ante mi padre.

Si ella hubiese sido más atenta con todas sus hijas y no solo con Leah, se hubiese dado cuenta que cada minuto de mi existencia he sido así de cortante, antipática y terca con ella. Pero mejor para mi si ella no se daba cuenta, no perdería mi tiempo explicándolo.

Leah entró al comedor con un vestido azul marino y unas zapatillas negras. A veces me preguntaba cómo hacía ella para llevar siempre un vestido y no morir en el intento.

A Leah le sirvieron menos comida que a todos por petición de Natasha. Y lo que le sirvieron, sólo contenía unos pocos frutos rojos. Ambas, desde hace un tiempo, habían empezado una dieta nutritiva, pero todas nos negamos. Yo, porque no quería estar cerca de mi madre, Alena, porque no se imaginaba una vida sin la comida y Adara simplemente se negó porque en ese entonces estaba trabajando con mi padre en las empresas.

Cuando todos hubimos terminado, los sirvientes recogieron nuestros platos y pudimos al fin levantarnos de la mesa y salir de la mansión.

Estuvimos más de diez minutos esperando a que Leah saliera de la mansión. El clima era cálido, ni tan frío, ni tan caliente, lo suficientemente agradable.

Al darme cuenta de que Leah aun no salía, decidí ir a buscarla. A pesar de que Adara dijo que me quedara allí, yo la ignoré y entré a la mansión. Aun no me acostumbraba a lo espaciosa que era, por lo que me perdí unas cuantas veces en él caminó, hasta finalmente llegar a la oficina de mi padre.

Quería preguntarle a mi padre donde había quedado Leah, pero al momento en que intenté abrir la puerta me fijé en que estaba estaba entreabierta, sentí unas voces y me detuve a escuchar, pude distinguir las voces de Natasha y de Leah. Sabía que estaba mal escuchar conversaciones ajenas, pero la curiosidad me mataba.

— ...tienes que comportarte, quiero que seas la mejor de tu promoción. No quiero a nadie por encima de ti, ni siquiera a tus hermanas, ¿de acuerdo?

— Sí, mamá.

Me asomé un poco por él espacio abierto de la puerta. No pensaba en las consecuencias que habrían si me descubriesen, tan solo pensaba en escuchar aquella conversación y agregarla a las razones por las cuales debo odiar a Natasha Thyssen.

— Tus calificaciones no fueron las mejores en Nueva York. Por lo tanto, quiero que tu hoja de notas esta año sea la mejor —dijo Natasha mientras pulía el vestido de mi hermana—. Tu padre piensa que la más capacitada para tomar la responsabilidad de las empresas es Adara, pero yo quiero que seas tu.

Las hermanas ThyssenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora