Capítulo 5

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LEAH

Habían pasado casi cuatro horas desde lo ocurrido, Percy había dejado de llorar y ahora nos encontrábamos riendo por algunas anécdotas del pasado.

— ¡Si! Y entonces Alena dijo "no es mi culpa, el plato se cayó solo" — relató Adara entre risas, fingiendo una voz.

— ¡Es verdad! ¡Se cayó solo! —se defendió la mencionada.

—Si claro, el plato tiene vida propia —se burló Percy. Me gustaba ver a mi hermano reír, aunque nunca estuviese con él y nunca demostrase afecto hacia él, sigue siendo mi hermanito menor y mi deber como hermana es defenderlo.

Nuestras risas fueron interrumpidas por un toque en la puerta. Estábamos molestas con nuestra mamá y sobretodo con nuestro padre. Bueno, ellos estaban molestos con mamá, pero yo no podía estarlo pues no arruinaria la preferencia que tiene hacia mi por una tonteria.

Al no obtener respuesta de nuestra parte, la persona que estaba del otro lado de la puerta volvió a tocar.

— Es hora de la cena, niños—escuchamos la voz de Anne, una de las trabajadoras de la casa.

Percy amaba a esa mujer, y nosotras no nos quedabamos atrás. En el poco tiempo que llevábamos en Georgia ella había sido la más amable de las sirvientas de la mansión.

Alena se levantó del suelo, dejando de abrazar a el oso de peluche de Percy y abrió la puerta. Observamos a una mujer de alta estatura, delgada y con las mejillas rosadas. Anne no tenía más de treinta años de edad, creo que tenía la misma edad de nuestros padres, su cabello castaño siempre iba recogido en un mono desprolijo y sus ojos grises siempre irradiaban felicidad.

Todos soltaron un quejido al escuchar que la cena estaba lista. Anne arqueo sus cejas.

— ¿Que ha pasado? Sus padres actuan muy raro y ahora ustedes también.

Nadie quiso decir nada, pero Kirsten, como siempre, no se pudo contener y empezó a relatar todos los hechos soltando una que otra mala palabra, provocando que Adara tapar a los odios de Percy.

Anne se mostró disgustada por lo ocurrido. No estuvo del lado de nadie, pero se mostraba más claro que el agua que opinaba al igual que nosotros y que nuestra madre había cruzado la raya.

Nos obligaron a bajar. Percy iba con la mirada baja y tomado de la mano de Kirsten. Desde el otro lado de la puerta de comedor de podían escuchar las voces de mi madre y nuestro padre.

Con tal solo poner un pie en el lugar, reinó un silencio incómodo. Mamá dejó de platicar de lo que sea que hablaba y dio una mirada de soslayo hacia nosotros, para luego seguir degustando su spaghetti y su vino.

— Hijos, ¿como están? —preguntó papá intentando sacar tema, pero fue en vano.

Cada uno se sentó en su silla correspondiente. Yo al lado de mi madre.

— Mama, ¿está buena la comida? —intenté sacar tema, pero fui ignorada.

A lo largo de unos cinco segundos la mirada de mi madre cambió totalmente. Anteriormente estaba ignorándome y de un momento a otro sonrió y me miró.

— Esta deliciosa, hija.

Tal vez mi madre y yo no podíamos estar peleadas. Yo era y siempre sería su niña favorita y eso no podía cambiar.

Después de una incómoda cena, todos subimos a nuestras respectivas habitaciones y con tan solo tocar la almohada, caí dormida en espera de un día tan largo o más agotador que este.

Las hermanas ThyssenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora