ADARA
Eran alrededor de las tres de la madrugada cuando mi padre entró a mi habitación para despertarme, avisando que el momento había llegado, no pasaron ni diez minutos más cuando ya me encontraba en la puerta de la casa.
Aquella mañana había despertado un poco nerviosa, mi pie golpeaba inconscientemente el suelo causando un ruido molesto, se sentía un poco extraño dejar la gran casa donde me había criado desde que tenía memoria, y todo esto por un suceso ocurrido hace ya más de dos años.
Desde el interior de la mansión podía sentir el flash de las cámaras, que me habían seguido a lo largo de mi vida. Mi padre paso uno de sus brazos por mis hombros en señal de protección y me guió al exterior, inmediatamente las preguntas comenzaron a taladrar mi mente, perdiéndome en mis propios pensamientos.
—¿Por qué la familia mas adinerada del país está dejando todo por lo que trabajo para irse a otro lugar? — preguntas como esas hacían que mi cabeza diera vueltas, aumentando mis ganas de llorar. Pero no debía hacerlo, debía mantener la serenidad ante todas estas personas como desde muy pequeña me habían enseñado.
Dos de los guardaespaldas abrieron paso entre la multitud para que mi padre y yo pudiéramos llegar tranquilamente al auto. Segundos después, de la gran mansión salieron mi madre y mi hermana Leah tomadas de la mano. Contrariando mi actitud, Leah expuso una gran sonrisa dispuesta a responder las preguntas que hacían los paparazzis, sin embargo, mi padre conociéndola perfectamente, se devolvió a tomarla de la mano y llevarla hasta el auto rápidamente antes de que cometiera alguna estupidez.
Una vez que entré al auto, pude sentir el cuero negro chocar contra mi piel y el olor a nuevo. Leah y mi madre entraron allí y se sentaron a mi lado, entablando una conversación animadamente sobre que la cantidad de camarógrafos había aumentado desde la última vez que habían salido.
Mi padre intento subirse al auto pero hizo una mueca recordando que dos de sus hijas aun se encontrabas en la mansión. Dio media vuelta y volvió a entrar, saliendo segundos después con Alena y Kirsten, quienes intentaban cubrirse de los flashes que habían aumentado en esos pocos segundos.
Una vez que estuvimos todos en el gran auto, me tome un momento para observar a las personas que se encontraban a mi alrededor. Sentada a mi izquierda estaba Leah, quien jugueteaba en su celular.
Siempre me había gustado aquel tono verdoso que poseían sus ojos, que hacia contraste con su cabello castaño lacio. Desde pequeña, Leah tenía una sonrisa coqueta que adornaba su rostro, dándole un aspecto de picardía.
En cambio, mi hermana Kirsten, tenía unos ojos entre verdes y mieles, y su cabello castaño oscuro estaba recogido en una coleta alta. Ella siempre contaba con esas características, no se esforzaba en cambiar diariamente su peinado o su vestimenta, si a ella le gustaba así, así seria y se podía ver claramente en la forma en que Leah llevaba un vestido rosado pálido, pues le gustaba resaltar entre la multitud, y, en lo contrario, Kirsten vestía unos simples jeans y una camiseta negra.
Alena, lucía un cabello ondulado rubio heredado de su padre, y unos grandes ojos azules grisáceos. Ella irradiaba energía y felicidad, motivaba esperanza a través de una sonrisa que siempre tenía en su rostro, incluso en los peores momentos. Minutos antes de salir, luche contra Alena, pues se negaba a despertar tan temprano y descarte la posibilidad de que pudiera cambiar su pijama de Minnie Mouse por algún vestido más decente.
El viaje al aeropuerto se baso en risas por parte de Alena y en el silencio sepulcral que había luego de estas. A veces admiraba a Alena por eso.
Me fijé en el rostro de mi madre. Aquellos ojos azules eran los que había visto desde que era una pequeña bebé. Nunca pude decir que mi relación con mi madre era mala, pero tampoco era la mejor, pues aunque ella dijera que no, a distancia se notaba que ella tenia cierta preferencia por Leah. En cambio, mi padre, nos quería a todas por igual, aunque mis hermanas dijeran que yo era su pequeña niña por ser la mayor y la mas centrada en los asuntos importantes.
Mis padres, Natasha y Oliver, habían sido dueños de dos importantes empresas desde jóvenes. Al cumplir la mayoría de edad, mis abuelos decidieron unirlos en matrimonio para que las empresas pudieran mejorar y producir mas dinero. Y así fue, luego de eso, el dinero bastó y sobró en nuestra familia y hasta el día de hoy, los Thyssen son reconocidos por tener mucho dinero y empresas.
Por estar perdida en mis pensamientos, no me di cuenta de que ya estábamos estacionados frente al aeropuerto. Él chófer del auto se bajó rápidamente y abrió la puerta de mi padre y luego la de mi madre. Leah, Kirsten, Alena y yo bajamos después de ellos.
Como siempre, no podían faltar el grupo de paparazzis con sus cámaras y las molestas preguntas. Los guardaespaldas hicieron el mismo procedimiento de alejar a la multitud para nosotros poder pasar.
Sin embargo, al momento de poner un pie dentro del aeropuerto, una punzada golpeó mi cabeza de manera inmediata y recordé algo importante.
— Creo que falta alguien —solté de repente, todos se detuvieron en seco.
Mi padre, quien miraba al suelo como si tratara de recordar algo, dio un brinco y una mueca de preocupación se dibujó en su rostro.
— ¡Percy! —gritó, y todos los paparazzis parecieron levantar aún mas sus oídos para escuchar que pasaba. En la mirada de mi padre se podía descifrar el arrepentimiento y la pena. Percy, era nuestro hermano menor y por ende él mas pequeño de los Thyssen, si tuviera que descubrirlo, lo nombraría como un niño con modales e independiente.
Todos estábamos tan ocupados en nuestros pensamientos, que nos habíamos olvidado de que faltaba Percy. Cuando mi padre estuvo a punto de salir corriendo a buscarlo, otra camioneta negra igual a la que vinimos nosotros se estacionó del otro lado de la calle.
De allí, bajó un niño de siete años. Tenía un hermoso cabello negro tal cual azabache, y unos ojos verdes muy parecidos a los de su hermana mayor, Leah. Un guardaespaldas se situó a su lado, dispuesto a ayudarlo a cruzar la calle.
Él pequeño no parecía molesto, tenia una mirada neutra. Al momento en que el gran hombre intentó ayudarle a cruzar, el niño dio unas cuantas palmadas en su pierna y dijo con voz calmada:
— Tranquilo, no necesito que me ayudes de ahora en adelante. Pero gracias por todo —los paparazzis escuchaban todo atentamente y los flashes reinaban en la escena—. De todas formas, ya me acostumbré a esto.
Eso fue como una punzada al corazón de mi padre. Mi madre no parecía verse afectada por todo el asunto, en cambio, se encontraba conversando tranquilamente por su celular, como si fuera ajena a la situación.
Percy cruzó la calle solo,y mi padre para evitar que los rumores se agrandaran, lo alcanzó, para tomarle la mano y desde la mitad de la calle caminar juntos, seguidos de los miles de paparazzis y sus flashes.
Ya se podía observar en él titular de un periódico "LOS THYSSEN OLVIDAN A SU HIJO MENOR", seguido de los miles de rumores de porque estábamos abandonando la ciudad. A pesar de eso, Oliver Thyssen se mantuvo sereno y se negó por segunda vez en el día a responder las preguntas.
Por mas que opinaran que esta familia se estaba yendo por el borde, era mejor hacer oídos sordos a los comentarios egoístas.
Estábamos dispuestos a olvidarnos de todo lo que nos hizo mal. Así nos costara mucho tiempo, un mes, un año, no nos importaba. Los Thyssen estaban decididos a dejar atrás él pasado.
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Las hermanas Thyssen
Novela JuvenilNo sabía cómo sentirme en ese momento. No era la mejor sensación del mundo ver como tus hijas eran interrogadas por un oficial. Sentía furia, rabia, y ganas de vengarme ante aquellas personas que había dañado a mis hijas. Ellas habían sido un blanco...