Capitulo 3
Otro día.... Otro día... No podía pensar en esa palabra de su amiga. Sabiendo que jamás otro día podía devolverle todo aquello que había perdido al convertirse en aquella absurda mentira que se había convertido en frente de lord Collingwood.
A la mañana siguiente despertó. Encontrándose con un ramo hermoso en la mesa de noche de su habitación.
— Al fin has despertado... ¿Ya te sientes mejor? —le había dicho Sandra, quien se encontraba en su habitación, contemplando con una sonrisa burlona aquellas rosas que adornaban la habitación de su amiga.
— Sí...Mejor... ¿Qué haces en mi habitación? ¿Y a qué debo esa sonrisa?
— ¿No has mirado a tu mesa de noche?... Han acabado de llegar. Son de lord Collingwood... Realmente se ha preocupado por ti...
— Será por ti... Tú eres la verdadera Sandra. No yo...
— Pero él ha puesto sus ojos en ti... ¿Acaso si la rosa dejara de llamarse rosas dejarían de serlo?
— ¿A qué viene ese argumento?— preguntó con cierta curiosidad, mientras miraba aquel ramo de rosas que le habían enviado.
— ¿Dejarían de gustarte? ¿O las dejarías de apreciar al llamarme con otro nombre, por ejemplo: flor silvestre?... ¿Verdad que no?
— No... Pero, ¿eso a qué viene con lo que estamos haciendo?
— Que, de las dos, quien impresionó a lord Collingwood fuiste tú... Simplemente tú...Sin importa tu nombre. Seré la verdadera Sandra, pero a quien miró realmente él cuando se cruzó contigo, fue a ti... Luego fue que se enteró de quien eras...
— No se impresionó al verme, sin conocer mi nombre... Sino más bien cuando dijeron quien era yo. O mejor di, finjo ser...
— ¿Te ha impresionado también? —la miró fijamente con impertinencia.
— No quiero mentirle... Simplemente eso... Aunque sé que dije que te ayudaría. No es justo no decirle la verdad, antes que él se ilusione. Como tú misma lo estás haciendo... Es mejor que acabemos con este juego, por el bienestar de todos.
— ¿Y perder la oportunidad que estoy teniendo?... Sabes que si lo haces, él a quien buscara es a mí... Y no se permitirá conocerte...—expresó con petulancia—. Conocer a la verdadera flor silvestre que se niega ser una rosa. Aunque lo sea...
— Sandra... Ya no me parece gracioso seguir jugando a ser quien no soy y jamás seré. Es tu prometido...
— No puedes echarte para atrás... Lo sabes. Y sabes porqué...Mandaré a llamarte a una doncella. Es momento de que te levantes... Es probable que nos vuelva a visitar el día de hoy...
— Sandra... Por favor. Ponte en mi lugar... Yo...
— Caroline... Y tú ponte en el mío. Desde pequeña he tenido que lidiar este asunto de estar bajo un compromiso que me impusieron al nacer. Mi primer baile de presentación me tuve que limitar a ser solo presentada y se me prohibió que un caballero joven se acercara a mí, porque en mi frente estaba grabado: Prometida de lord Collingwood. Y dicho caballero jamás ni siquiera se interesó en ir a aquel baile... Ahora, sé que no es gracioso mentir. Pero quiero tener un matrimonio de amor. No de conveniencia. ¿Acaso pido demasiado? ¿Acaso no me merezco una oportunidad de cambiar mi futuro?... Caroline...
—Solo quiero que recuerdes que es un execelente partido. No todas logramos tener un buen compromiso, sea por amor o conveniencia. Hay quienes tendremos siempre grabada en nuestras frentes: Familia arruinada, sin posibilidades de un buen matrimonio—respiró hondo—. Está bien... Seguiré con lo acordado...
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Blanca Mentira (Editada)
Historical FictionEdward Collingwood, conocido como Lord Collingwood, es el hijo mayor del marqués de Cambridge y su único heredero. A su edad de seis años fue comprometido con la hija del mejor amigo de su padre, a quién por cierto no recuerda. Y con la cuál tendrá...