Capítulo 18

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Capítulo 18

     Allí se encontraba. En medio de la nada. En frente de aquel pequeño niño que ciertamente le agradaba.



— ¿Me acompañaría al jardín, Señorita Peyton?

— ¿Quieres ir al jardín, Alan?

— Sí...

— Está bien...— dijo al sonreír, mientras buscaba un chal para colocarse. Afuera hacía un poco de frío y ella sentía un pequeño malestar. Pero no quería negarse a salir al ver la dulce mirada de aquel niño.



     ¿Había sido una coincidencia o así estaba escrito, que deberían suceder las cosas que le deparaba aquel día?


     El carruaje en que lord Edward Collingwood se había dirigido a la casa del señor Thomas, sin imaginar aquella casualidad de la vida, se detuvo en aquella propiedad.


      Caroline se disponía a bajar las escaleras que daban a la sala principal, mientras el ama de llave hacía entrar a su propiedad a aquellos caballeros que habían ido a reunirse con el señor Thomas, en su despacho.


     Fue un encuentro inevitable que hizo que la verdad que había estado oculta por tanto tiempo saliera a la luz.


    Edward Collingwood se encontró con la mirada de Caroline Peyton, colocando una opresión en la atmósfera. Ella era la niñera del hijo de aquel hombre agradable. Una simple sirvienta, inferior a la joven que había pretendido ser ante él y quien le había destrozado el alma.


     Ella era quien le había borrado de su diccionario la palabra "amor".


— Lord Edward Collingwood...— susurró sorprendida, mientras sus piernas temblaban.

— Señorita Peyton...—susurró al mirarla con tanto disgusto y desprecio.


     Las horas más aterradoras de sus vidas habría de llegar en ese momento.


      Sus ojos miraban a Edward sin saber si había visto una cruel visión. Estaba cerca de él. De su pasado. Del único hombre que había amado y jamás le correspondería. Su corazón se estremeció, mientras su respiración se agudizaba un poco. A su vez que sus piernas empezaron a temblarles y a hacerle perder el equilibrio. Haciendo con ello que ella se resbalara cuando intentó regresarse a su habitación.


     Cayó en aquellas escaleras, sintiendo un dolor que le atravesaba como un rayo. Se sentía mareada, y de pronto, ya no sentía nada, el mundo se ponía gris en frente de ella.


—Deberíamos pedir ayuda, Edward...

—Caroline...—expresó sintiéndose estático. Estaba viendo sangre en su frente.


    Había querido marcharse de allí, después de verla. Pero al instante en que el señor Thomas con una expresión pálida informaba que Caroline no se encontraba bien, su respiración se agudizo, mientras su corazón empezaba a latirle fuertemente.


    Caroline estaba mal. Su pálido rostro la hacía ver tan frágil, como una hermosa bella durmiente, que había expirado su último aliento.


— Señorita Peyton, no nos haga esto... No ahora... No precisamente ahora. Usted es aún joven... Por favor, no nos haga esto. ¡Manden a llamar al médico del pueblo! ¡No reacciona! ¡Está muy pálida!­— expresaba con desesperación el señor Thomas, después de acudir a su ayuda como un caballero, mientras los demás se quedaban estáticos en su sitio.


     Cuando lord Edward Collingwood se entero como Caroline Peyton había ido a parar a aquel lugar, por primera vez, sintió que la vida se le iba. Recordándose a sí mismo, que también todo aquello había sido su culpa. Si se hubiese permitido buscarla con anticipación. Si se hubiese permitido escucharla, quizá todo aquello que en ese instante ocurría fuese diferente.


     Se odiaba. Se odiaba aún más al saber toda aquella verdad que en ese instante le rodeaba. Su mente se nubló. Dejó de tener pensamientos coherentes. Ella estaba mal. El verlo de nuevo la había llevado a aquello.


— El doctor la está viendo en este momento... Ella está mal. El golpe ha sido muy fuerte...— le informó el señor Thomas con la voz entrecortada—. Se debate entre la vida y la muerte... Está muy mal.


      Lord Edward Collingwood tragó en seco. Se sentía completamente incompetente. Se sentía mareado. Intentado mantenerme de pie. Aquellas palabras resonaban en sus oídos, como si alguien le estuviese hablando desde una gran distancia, mientras el señor Thomas continuaba hablando.



     En algún rincón distante de su mente todavía estaba asombrado... ¿Quién habría pensado que eso podría suceder?



     Y después de tanto tiempo, a pesar del dolor causado, podía admitirse que sí se había enamorado de ella. Y ahora, no tan solo ella se encontraba en medio de la vida y la muerte, sino él también, si la perdía de nuevo, pero en esa ocasión para siempre.


     El señor Thomas pronto le guió hacia aquel lugar, después de que el médico saliera de su habitación. Y le diera aquel informe de que ella no se encontraba bien. Que debía seguir en observación, ya que su estado era muy delicado. Caroline se encontraba inmóvil y tan pálida. Sus ojos estaban cerrados.


    ¿Ella seguía viva o le habían mentido para hacer el dolor aún más leve?


      Una emoción cruda oprimió su corazón. Sus pulmones ardían y no podía respirar. ¡Caroline no podía estar muerta!


    En un segundo se arrodilló a su lado. Un sonido ronco escapó de su garganta pronunciando su nombre.


— Por favor... No te vayas. Se fuerte... Necesitamos hablar... No te alejes de nuevo de mi vida. Te perdono... Esto también ha sido culpa mía...Debí escucharte cuando acudiste a mí...


     Sin embargo, las horas siguieron siendo tan frías. Ella estaba allí, en aquella cama, sumergida en aquel sueño tan profundo que la distanciaba de aquella realidad.


     Ahora no podía asimilarlo. Aquel viaje a Southampton se había transformado en el más desolador de su vida, sin habérselo esperado. Simplemente había iniciado como un simple viaje de negocios, en el cual acompañaba a su buen amigo Harold, encontrándose ahora, en medio de aquella cruel verdad. Algo que le había hecho aprender que nadie nace preparado para un momento como ese. Un momento que le hacía ver lo frágil que podía ser la vida, en un abrir y cerrar de ojos, cuando todo lo que había amado se encontraba entre la vida y la muerte.


     ¿La vida le permitiría cumplir aquella promesa que había sido creada dentro de un corazón que había encontrado la palabra "perdón" en lo profundo de su interior?

Blanca Mentira (Editada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora