Capítulo 11
Al ver que ella no se encontraba bien, lord Edward Collingwood se rehusó a que se marchara en esas condiciones. Haciendo que aquella engaño creciera, al ver como la señora Anne Blackmore seguía fingiendo que era la tía de Caroline, mientras ella estaba en su hogar, tras su imagen de "Sandra".
— Buenos días... ¿Se puede entrar? — preguntó lord Collingwood, antes de entrar a su habitación, mientras la señora Anne Blackmore desayunaba.
— Buenos días, lord Collingwood... Sí, puede pasar...
En ese instante entró, encontrándosela de pie. Vestida, dispuesta a marcharse ese día.
— ¿Cómo amaneció? Se ve un poco mejor...
— Sí, gracias... Me siento más fuerte para regresar a casa de mi tía.
Medio sonrió, se sentía tan culpable, por lo que miró hacia la ventana. Mirando con sus ojos, aquel hermoso día.
— ¿Le gustaría salir un momento a caminar?
— Disculpe... — dijo al no saber si había escuchado bien.
— Discúlpeme a mí... — sonrió — . La acabo de invitar a caminar en mi jardín y en sus senderos... Bueno... Si usted me lo permite.
De pie ante la ventana, con la mirada aún perdida en aquellos pensamientos que le aturdían, quizá esa sería su última oportunidad de decirle lo que guardaba en su silencio, antes de herirle con aquella verdad, se forzó a concentrarse en que era lo correcto. En cuanto a lo demás, no había mucho que pensar, a su parecer lord Collingwood se había enamorado de una mentira: Ella. Y ella sentía que no tenía el derecho de que se enamorase de ella realmente. No cuando con la verdad le iba a romper el corazón a aquel caballero. Y pondría al descubierto que la verdadera Sandra no deseaba aquel compromiso. Ni mucho menos casarse con él. Caroline sabía que no iba a rescatar a su familia de la ruina con esa farsa que no era justa para nadie.
No... No iba a usar algo tan bajo.
A pesar de su error, no era una persona naturalmente falsa; jamás pensó en tener que engañarlo de ese modo. Si alguna vez él se daba cuenta... Y le permitía conocerla. Esperaba que observará y descubriera que ella se había arrepentido de todo corazón y nunca había estado por completo de acuerdo de ese absurdo y abominable plan.
Con un suspiro profundo, se apartó de la ventana. La sensibilidad ya no era su fuerte; toda inclinación que hubiese tenido en esa dirección había sido erradicada cuando había caído en aquel juego del cual quería escapar sin lastimar a nadie. Sabiendo tan bien que el primer lastimado sería su corazón y luego aquel caballero. Tardó apenas unos pocos segundos para recordarse que lord Collingwood esperaba una respuesta.
— Perdone, sí, por supuesto...
Llegaron hacia la casita de té del lago que estaba en su propiedad, algo retirado de su casa. Era como privado, para momentos en que se quería estar retirado. Pasaron con todo cuidado por entre las hierbas crecidas que bordeaban el camino hasta la puerta. Y entraron a aquel lugar...
— ¿Te gusta este lugar?
— Es realmente precioso...
— Me agrada saber que te guste... Cuando nos casemos he pensado mudarnos a una propiedad como ésta.
— ¿Cómo ésta?
— Amo los lugares que expresen paz... — confesó al tomar su mano derecha—. Al igual que amo que hayas sido tú mi prometida... Jamás pensé que sería tan bendecido. Y no puedes imaginar cuanto ansío el día de nuestra boda.
Ella sonrió, aun cuando su mirada expresara tristeza, al mismo tiempo en que su interior expresaba: << Yo también... Pero no soy quien crees. Y es tan cruel saber que me he enamorado de ti...Siendo para mí un completo imposible...>>
Se acercó a ella, mientras sus ojos lo miraban. Y sin querer incomodarla, al no saber los sentimientos que había dentro de ella. La besó en los labios, haciendo con ello que su estómago sintiese una consternación.
— Realmente te has convertido en la dueña de mi corazón...
Caroline apretó fuertemente las manos que tenía juntas en la falda, tratando de dominarse. Ella no se podía seguir permitiendo sentir aquellas emociones por aquel caballero. Ella no era realmente a quien lord Collingwood decía amar.
— ¿Sientes tú lo mismo por mí, Sandra?
Caroline se tensó. El corazón no había parado de retumbarle durante todo el rato. Trató de ordenar sus pensamientos y examinar sus sentimientos, para entenderlos con claridad. Una parte de ella se sentía dichosa por haberle oído que la amaba. Recordándose, al mismo tiempo, quien creía aquel caballero que era ella.
— Te amo... — susurró sin ella esperárselo de sí misma. Sonrojándose después, al comprender lo que había dicho.
Caroline ya tenía la respiración entrecortada. Sus defensas comenzaban a desmoronarse, a rendirse. Comprendiendo que estaba completamente perdida al decirle que le amaba. No lo había expresado quien ella intentaba ser. Sino quien era realmente.
No sabía que hacer. Lo amaba, sabía que lo amaba. Se había sentido conectada con lord Collingwood desde su primer encuentro. Y durante todo ese tiempo había intentado negárselo.
Un anhelo avasallador, casi papable, impregnaba el aire que los separaba cuando la miró de nuevo a los ojos. Ahuecó su mano bajo su mentón, manteniéndola cautiva con el brillo de su mirada, y besó, en ese instante, de nuevo sus labios. Caroline sintió brotar del fondo de ella una energía y osadía que ignoraba poseer. Pronto, a causa de ello, la estrechó en su cuerpo y la abrazó.
Y todo aquello fue lo que motivo aún más a Caroline a decir la verdad, cuando se marchó de aquella propiedad y de Bath.
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Blanca Mentira (Editada)
Historical FictionEdward Collingwood, conocido como Lord Collingwood, es el hijo mayor del marqués de Cambridge y su único heredero. A su edad de seis años fue comprometido con la hija del mejor amigo de su padre, a quién por cierto no recuerda. Y con la cuál tendrá...