Watch it go

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(Regina)

Arropé a Henry, pero escuchamos un ruido procedente del piso de abajo, y supe que algo iba mal. Le hice meterse en el baño y encerrarse, y le di mi móvil para que llamara a Emma. Ni siquiera lo pensé antes de decírselo. Lo normal hubiese sido que le hubiera dicho que llamara a la policía, no a su madre. Le hice prometer que no saldría hasta que no se lo dijera expresamente, escuchara lo que escuchara. No me gustaba tener que decirle eso, pero tenía que asegurarme de que estaba a salvo. Yo bajé las escaleras en silencio. Las luces seguían encendidas, y nada parecía fuera de lo normal. Pero entonces sentí esa mano sobre mi boca, y alguien tiró de mí.

Apenas pude gritar, pero no hubiera servido de nada. Mejor que Henry no lo escuchara. De pronto tenía ese brazalete en mi muñeca, y no podía utilizar mi magia para quitármelo de encima. Era fuerte, más fuerte que yo, y me hacía daño. Tenía un cuchillo. Susurró algo a mi oido, pegando su boca a mi pelo y oliendolo de un modo repugnante. No quería que me tocara, pero no podía soltarme. Me empujó al suelo y me pegó una bofetada que me hizo caer con las manos por delante. ¿Qué hacía este hombre en mi casa? Cuando me di cuenta lo tenía encima, se arrodilló sobre mí para que no pudiera levantarme y trató de desabrochar los botones de mi camisa. Como si yo solo fuese un objeto. Intenté impedírselo, pero era mucho más fuerte que yo.

Conseguí alcanzar el candelabro que había caído al suelo, y le pegué con él en la cabeza. Pude despistarlo lo suficiente como para levantarme y echar a correr. Para entonces ya solo llevaba la ropa interior puesta. Necesitaba ganar tiempo hasta que llegaran. Pero apareció y me agarró de los hombros. No pude evitar dejar escapar un grito del susto. Me empotró contra la pared, clavando sus sucios dedos en mi piel y pegando su cara a mi cuello.

-No te resistas...-

Intenté quitarmelo de encima, pero era inútil. Entonces empezó a besar mi cuello, y a descender por mi escote. Y era horrible, porque no podía detenerlo. No servía de nada que pataleara y me sacudiera. Tal vez este era mi castigo. Tal vez me lo merecía. Le pegué una patada en la entrepierna y él se encogió, dejando ir un quejido de dolor. Pero me agarró de nuevo y me empujó al suelo. Me llamó puta, y se me tiró encima. No podía quitarmelo de encima, y no podía respirar. Agarró mis muñecas y pegó mis brazos al suelo para que no pudiera defenderme, y el peso de su cuerpo bastó para mantenerme inmóvil. De ese modo podía disfrutar del sabor de mi piel sin que yo opusiera resistencia. Me retorcía de dolor. Entonces me di cuenta, solo era un una cosa, carecía de alma. Eso es lo que hacen, convertir a las personas en objetos para sentirse superiores a ellas. En mi caso, lo cosiguió. Y se deleitó con el sonido de mis lágrimas. No podía cerrar los ojos y desaparecer, y cuando giraba la cara seguía sintiendo su aliento y su sonrisa, y sabía que esto surgía del odio. Disfrutaba de mi dolor. Rodeó mi cuello con su mano, y yo le agarré el brazo, intentando que me soltara. Notaba el sabor de mis lágrimas, y le veía borroso, pero sabía que estaba disfrutando con esto. Su otra mano descendió por mi costado, pero mis suplicas no consiguieron detenerlo, y trató de colarse bajo mi ropa.

De pronto tiró de mí, me agarró del pelo y me levantó del suelo. Sujetó el cuchillo sobre mi cuello.

-¡Tienes tres segundos para tirar el cuchillo o te juro que disparo!-

-¿Tan buena puntería tienes?- Tiró de mi pelo. -¡Arderéis en el infierno, zorras!-

Alzó el cuchillo. Eso fue todo. Tres disparos. Cayó muerto. Dejé ir un grito de terror, llevándome las manos al pecho y temblando.

-¡¿Por qué?!- Sollocé horrorizada. Quería a matarme. Iba a matarme. ¿Por qué? ¿Por qué todo esto? ¿Por qué a mí? ¿Para qué tanto dolor?

Me sujetó por los hombros y yo necesitaba gritar, pero no emití sonido alguno. Las lágrimas me lo impidieron.

-Ya está...- Me abrazó, y en ese momento reconocí su aroma y su roce. -Tranquila, ya pasó...-

-¿Por qué?- Sollocé con todas mis fuerzas, incapaz de responder al abrazo. -Es más fuerte... Es más fuerte, para, ¡para! Para, por favor...-

Emma me sujetó con fuerza. Estaba en shock. Puso su mano sobre mi cabeza, haciéndome sentir a la vez indefensa y protegida. Quería dejar de llorar, pero no podía. Estaba muerto, ¿por qué no podía dejar de llorar? Tal vez es que se había salido con la suya, me había convertido en una cosa, algo que se rompe y cuando intentas pegarlo ya nunca encaja como antes.

Era un castigo, me estaba castigando por algo que había hecho. ¿Quién iba a castigarlo a él? Ya estaba muerto, se había acabado su sufrimiento. ¿Lo castigaría dios? ¿O tal vez estaba de su bando? ¿En qué creía él al venir aquí y levantar el arma? ¿Lo hacía en nombre de dios? ¿En nombre de la luz? Se equivocaba. Eso no podía ser obra de la luz, ni del amor o la bondad. Esa era la verdadera oscuridad. Se hacía pasar por luz, y la gente la seguía. No era la voluntad de ningún dios, no era obra de la luz.

Emma me apartó el pelo de la cara y me secó las lágrimas con sus suaves manos. Y al verme temblar besó mi frente. Me abracé a ella. Consiguió silenciar mi sollozo. Yo estaba ahí, en ropa interior, llorando...y a ella no parecía importarle, no le repulsaba tocarme. Era la única luz a la que yo podía aspirar.

Todos buscamos la luz, el amor es la parte cálida que la acompaña, y Emma era ambas cosas para mí. ¿Cómo expresarle lo mucho que significaba para mí?

Fue a sacar a Henry del baño, y yo me metí en la ducha porque necesitaba quitarme su olor de la piel. Desde el cuarto de baño vi las luces de la ambulancia. Vinieron a llevárselo. Emma se encargó de todo, y también de que no lo viera Henry. Me puse el pijama y una bata por encima. Me saldrían morados por todas partes. No podría ocultarlos.

-He hablado con ellos...- Se apoyó al marco de la puerta de mi habitación. -No hace falta que prestes declaración ahora, puedes hacerlo mañana...-

Yo asentí, frunciendo el ceño y bajando la mirada. Apreté los labios y cogí aire con fuerza antes de levantar la mirada. -Ya sé que no...que no es lo habitual pero...puedes...¿puedes quedarte esta noche?-

-Por supuesto...-

Se tumbó a mi lado en la cama. Yo cogí su brazo y me lo pasé por encima. Ella me mantuvo prietamente agarrada, no podrían habernos separado. Pasé la noche entera mirando nuestro reflejo en el espejo. A pesar de todo el dolor y las cosas horribles, era perfecto. Había alguien a mis espaldas, algo caliente a lo que aferrarme. Había amor, y por tanto, esperanza.































Take me to ChurchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora