(Emma)
Regina no respondía a mis llamadas. Fui a buscarla a su despacho, y recorrí las calles sin encontrarla. Fui al hospital. Tampoco estaba allí. Victor me preguntó por qué la buscaba. Le dije que había ido a hablar con Archie, pero al ir a la consulta no vi a nadie.
-Archie está muerto, Emma.- Explicó cerrando el maletero de su coche. -Me voy de aquí, y tú deberías hacer lo mismo.-
-¿Como que está muerto?- Sentí los latidos de mi corazón acelerarse.
-Coge a tu hijo y vete de aquí...-
-¿Y Regina?-
-Regina también está muerta. Si ellos la tienen, ya estará muerta. Si no os vais, serás la siguiente.-
-¿Quiénes coño son "ellos", Whale?-
-Los que van a erradicar el pecado del mundo...- Abrió la puerta del coche y entró dentro. -Adiós, Emma.-
Debí haberle hecho caso, teníamos que habernos ido cuando ella lo dijo. Tenía miedo, y tenía motivos para tenerlo. Ella los conocía, y sabía de lo que eran capaces. Pero yo no le hice caso y ahora...ahora no estaba.
Llevé a Henry con Gold. Él era el único en que podía confiar, aunque suene raro. Era su abuelo al fin y al cabo. Yo tenía que encontrar a Regina. Pero nadie había encontrado a Archie. Necesitaba encontrarla y llevarla a casa. Tenía que llevarla a casa, por mucho que Whale tuviera razón y ya estuviera muerta. Tenía que llevarla a casa y ponerla a salvo... Pero a veces, por mucho que quieras a alguien, no llegas a tiempo. A veces, por muy grande que sea tu amor, no puedes traerlo de vuelta.
Ningún dios haría algo así.
Fui a la iglesia a buscarla. Tal vez la tenían allí. Allí no estaba. El cura me echó. Todo el jodido mundo en nuestra contra. Ellos no podían entenderlo, no entendían que era amor. Fui al confesionario. Tal vez, si pedía perdón, dios me la devolvería. Había un parroco, un hombre que escuchó lo que yo decía. Y luego respondió, en nombre de su dios:
-Hay personas que alegan que algo es obra del demonio, que os ha engañado con una falsa luz para que le vendáis su alma... Sin embargo, el demonio no posee luz, solo oscuridad. Todos los actos oscuros son obra del diablo. Dios es amor. Quien realiza actos oscuros, actos de odio, es parte de la oscuridad. El amor es siempre luz. Y nosotros imperfectos. Algunos se engañan a si mismos con una falsa luz.-
Ellos mismos. Ellos creen ver luz donde solo hay oscuridad. Realizan actos oscuros en nombre de la luz. Ellos son el problema. Ese hombre tenía razón. Pero ya no podía ayudarnos. Era tarde, porque la oscuridad tenía a Regina.
Gold llamó de madrugada. No pasaba nada en la ciudad sin que él se enterara. Me dijo que iba a haber una hoguera, el sitio, y que quemarían a Regina en ella. Eso significaba que estaba viva, y pude volver a respirar. Me recomendó que no fuera. Dijo que solo conseguiría que me mataran a mí también. Me recordó que todavía tenía un hijo que me necesitaba, me necesitaba viva. Pero también necesitaba a Regina.
Apenas había llamas. El humo, por otro lado...
Intenté desatarla. El humo, tóxico, se pegaba a sus lágrimas. No podía gritar, ni llorar. No podía pronunciar mi nombre, y mucho menos saber si era real. Yo también tosía, necesitaba aire limpio, oxígeno... No podía desatarla, y ella no podía aguantar más. Por eso besé sus labios, entre lágrimas, porque se iba a morir de dolor, dolor del corazón. La estaba perdiendo. Le suplicaba que se quedara. Entonces algo se clavó en mi pierna, y grité de dolor. Era una flecha. Rumple tenía razón. Nos matarían a ambas. Pero no podía dejarla allí. Me arranqué la flecha entre alaridos, y traté de cortar la cuerda con su filo. Sus ojos estaban sellados, su piel manchada por el humo, su cuerpo ya no se mantenía en pie, tan solo la sujetaba su atadura. Otra flecha se clavó, esta vez, en mi hombro. Me costaba luchar contra las lágrimas, contra el fuego... Perdía sangre, la sentía abandonar mi cuerpo. Pero entonces cayó la cuerda. La sujeté contra mi cuerpo, no me quedaban fuerzas para bajarla. Otra flecha, en mi abdomen. Caí al suelo.
Ella estaba sobre mí, su cabeza descansaba sobre mi pecho. No pude salvarla. Sus brazos estaban todavía marcados por la fuerza de la cuerda, y el vestido blanco se había vuelto negro del humo. Cogieron algo bueno, algo puro, y lo destruyeron. Oscurecieron la luz más pura.