Escucho como gotea mi viejo grifo. Las gotas caen al unísono de las agujas del reloj. Mi madre añadió al hogar un reloj grande de pared que suena todas las mañanas a la misma hora, a las ocho en punto.
Mi pie derecho se mueve inconscientemente al escuchar ambos sonidos golpear mi tímpano a la vez. Me pone muy nervioso.
Todos los días, un par de minutos antes de que el reloj entone su peculiar sonido, me levanto del antiguo sofá de madera donde duermo para despertar a mi pequeña hermana.
Ella descansa en la cama de nuestros difuntos padres, duerme plácidamente. Ha de estar soñando con esos placeres cotidianos que a ella le encantan hacer, como jugar con mamá, ver los pájaros volar entre los árboles del bosque donde vivimos u oír el canto de los jilgueros por la mañana...
Ella sigue viviendo un poco en su mundo de fantasía que ningún desastre será capaz de destruir. No pienso permitir que eso suceda, aunque ahora que recién ha cumplido sus doce años está deseando que le enseñe a cazar como lo hacía nuestro padre y como lo hago yo ahora.
Sus tirabuzones rubios descansan al igual que ella sobre la almohada blanca de plumas. Su manía de dormir con los ojos entreabiertos me recuerda momentáneamente a mi madre.
Son muy parecidas, su pelo rubio largo, sus ojos esmeraldas, su nariz puntiaguda...
Es la viva imagen de mi madre.
Nuestra casa es pequeña. Antes de que todo esto sucediera dormíamos los cuatros en la cama en la que mi hermana ahora mismo está tumbada.
Es el único dormitorio de toda la casa, pero es la habitación más grande. Me acerco a la cama, y hundo un poco el colchón con mi peso al sentarme. Oigo por la ventana el canto de los pájaros, estamos a mitad de junio y hace bastante calor.
No se le ve bien la cara ya que su pelo la tapa. Con mi dedo índice le coloco el pelo tras la oreja despejando su delgada y pálida cara. Parece una muñeca.
-Buenos días Alissa -digo con voz cálida.
Ella abre sus ojos, y un rayo de sol los golpea. Veo como sus pupilas se contraen frente a la entrada de luz. Sus ojos, que son como piedras brillantes, irradian ternura.
Ella se despereza, estira sus extremidades mientras emana de boca un pequeño bostezo. Aún tiene mucho sueño.
Se incorpora en la cama y me da un abrazo. Yo la aprieto contra mi pecho, fuerte. Ambos estamos muy solos, la repentina muerte de nuestros padres en tan poco tiempo fue muy impactante para nosotros, a veces necesitamos cariño.
A pesar de que ya hace más de un año de sus muertes, no hemos querido hablar mucho sobre el tema, porque cada vez que lo intentamos, la pena se apodera de nosotros y no somos capaces de articular palabra. Somos tan fuertes como frágiles.
Sale de la cama, y se acerca al pomo de la puerta donde está colgada la vieja ropa que se puso ayer. Yo hoy he dormido con ropa, pero ella se puso el pijama.
Coge los vaqueros largos desgastados y una camiseta blanca de tirantes. Yo, entretanto, me quedo atontado mirando por la ventana.
-Ya estoy lista -afirma mi hermana con su voz tierna, inimitable. La caracteriza mucho-. ¿Qué vamos a desayunar?
A pesar de que el hambre abunda por esta zona, los hábitos no se pierden.
-Creo que ayer sobró algo de pan y hay algunas naranjas que recogimos hace un par de días.
Nuestra casa, está en medio de un bosque, a las afueras de las ciudades. No hay muchos animales para cazar, lo que más abundan son árboles frutales. Poder cazar un lobo, un ciervo, un jabalí o un perro es una tarea casi imposible, pero con un poco de práctica sí que se puede matar algunos pájaros, y con dificultad, un águila.
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Nora
FantasyEn medio del bosque, a las afueras de los Secúpulos, ahí es donde vivo con mi hermana. Pese a la desgracia que ha traído la guerra a mi familia, hago lo que puedo por sobrevivir, sin embargo no todo depende de mí. ¿O quizá sí? El repentino secuestr...